jueves, 14 de abril de 2011

Jovellanos, Exposición sobre su figura en el Palacio de Revilagigedo de Gijón




L.M.A.




Gijón acoge entre el 15 de abril y el 4 de septiembre de 2011 la exposición «La luz de Jovellanos», organizada por Acción Cultural Española (AC/E) —que asume también la producción ejecutiva—, el Ayuntamiento de Gijón y Cajastur. El Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII de la Universidad de Oviedo es la entidad responsable del comisariado de esta muestra, que se enmarca en el programa de actividades diseñado para recordar a Gaspar Melchor de Jovellanos en el bicentenario de su muerte.

La exposición tiene como sedes el Centro Cultural Cajastur Palacio Revillagigedo y la Casa Natal de Jovellanos. Se exhiben 256 piezas procedentes de 80 fondos diferentes de archivos y bibliotecas nacionales, ayuntamientos, bancos, fundaciones, academias, museos y colecciones particulares.

La muestra fue inaugurada hoy, 14 de abril, por la Alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso; Charo Otegui, Presidenta de Acción Cultural Española; el Rector de la Universidad de Oviedo, Vicente Gotor y César Menéndez Claverol, Director de Relaciones Institucionales y Asuntos Sociales de Cajastur, en un acto que contó con la presencia además de Vicente Álvarez Areces, Presidente del Principado de Asturias

LA LUZ DE UN HOMBRE, LAS LUCES DE UN TIEMPO

El XVIII europeo se vio a sí mismo como el Siglo de las Luces, y así ha pasado a la historia. Esas luces eran las de la razón, y las sombras a las que se oponían, las del dogmatismo y la superstición, la tiranía y el vasallaje, el inmovilismo de la tradición. Pero, sobre todo, eran las luces para iluminar el camino hacia la felicidad pública, consagrada como una legítima aspiración de todos los hombres y mujeres. Enlightenment, Illuminismo, Aufklärung, Lumières, Luzes, Ilustración… cada país dio su nombre y buscó sus propios cauces para ese gran reto que aún hoy nos desafía.

En España, las luces brillaron con intensidad en las reformas modernizadoras emprendidas por Carlos III y sus ministros ilustrados, así como en la obra de numerosos intelectuales y políticos. Pero ese empuje se convertiría en reflujo del reinado de Carlos IV, marcado por la conmoción de la Revolución Francesa. Durante esos años las luces se fueron debilitando hasta desembocar en la oscuridad de la guerra y en el desencuentro ideológico de dos Españas: la que se aferraba al Antiguo Régimen y la que aspiraba a un orden político inspirado por las nuevas ideas liberales.

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) vivió y trabajó en ese tiempo de utopías, logros, decepciones y turbulencias. Desde el poder o en sus márgenes; en la corte o en el exilio; en la privacidad del gabinete o cautivo en prisión, demostró sin descanso que la defensa de las luces y su difusión no requerían otras armas que el compromiso cívico con la causa de la razón. Una razón siempre utilizada como herramienta para la solución de los problemas concretos del bienestar público. Y siempre, en primer lugar, pensando en Asturias, su querida región natal, donde luchó por aplicar a escala local el universal programa ilustrado

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