miércoles, 27 de febrero de 2019

LEÓN Y CASTILLO, EMBAJADOR (1887-1918): * UN ESTUDIO SOBRE LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESPAÑA



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Las Palmas de Gran Canaria: 

3ª ed., Cabildo de Gran Canaria, 
Casa-Museo, 2018, 303 p.



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*     27.02.19 .- Madrid .- Siempre es grato la nueva edición de un libro.  En este caso, la tercera edición de la presente obra supone, pese al paso del tiempo, una fresca aportación a la historiografía española. Especialmente, la referida a la historiografía de las Relaciones Internacionales. León y Castillo, embajador (1887-1918): un estudio sobre la política exterior de España, es un excelente trabajo sobre la política exterior española durante la Restauración, cuyo hilo conductor es la biografía y trayectoria pública del diplomático canario Fernando León y Castillo. La obra se pergeñó en los años setenta, cuando el profesor Morales Lezcano presentó al Cabildo de Gran Canaria su proyecto de investigación sobre la figura del político insular, cuyo fruto fue la primera edición de la obra. Lógicamente, esta nueva edición incorpora las aportaciones del autor a lo largo de más cuarenta años de investigación histórica, además de las novedades historiográficas sobre la política exterior española durante este período.
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           No es casualidad que tanto el biografiado como el autor de la biografía hayan nacido en Gran Canaria. La situación geográfica del archipiélago y su repercusión  en las relaciones internacionales de España fueron una constante preocupación para los Gobiernos de Madrid, prácticamente desde la incorporación de las islas a la Monarquía Hispánica. Canarias ha sido siempre el pivote desde el que España se ha proyectado doblemente: hacia América y hacia el noroeste de África. Por tanto, puede afirmarse que las islas no han dejado de ser nunca un elemento esencial en la estrategia de la política exterior española.
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*               El libro se estructura en torno a dos ejes: uno cronológico, desde finales de 1887, año en que León y Castillo se hace cargo de la embajada española en París, hasta 1918, año en el que falleció el destacado político liberal y diplomático, en plena Primera Guerra Mundial. El otro eje, temático, se articula en torno a diversos objetivos de la diplomacia española a caballo entre los siglos XIX y XX: el mantenimiento  a ultranza de las últimas posesiones coloniales por un lado; el posicionamiento lo más favorable posible en el sistema europeo de relaciones internacionales y en el reparto colonial, particularmente, Marruecos. En la última etapa de su vida personal y profesional, León y Castillo procedió a respetar la neutralidad española en el conflicto bélico que comenzó en el verano de 1914.
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*               Fernando León y Castillo hubo de defender los intereses españoles ante las potencias europeas en condiciones nada favorables. España, en el periodo que nos ocupa, era una pequeña potencia cuya debilidad interna no le permitía desempeñar un papel preponderante, ni siquiera relevante, en el sistema de relaciones internacionales de la época. A pesar de todo, la inteligencia y tenacidad del político canario (reconocidas en diversos informes de la diplomacia francesa de la época) consiguió que España se beneficiara del reparto colonial en Marruecos tras los acuerdos de la Entente Cordial franco-británica de 1904.
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*             No es una parte menor de esta obra el apéndice documental que la corona. Es obligado en todo trabajo de investigación histórica una selección de textos. En este caso son muy pertinentes esos textos escritos por los diversos protagonistas de la política exterior española y europea del período objeto de estudio. Discursos parlamentarios, memoranda, etc. Resulta francamente interesante una intervención parlamentaria del conde de Romanones sobre las consecuencias para España del nacimiento de la Entente Cordial franco-británica en 1904, o varias cartas de diplomáticos británicos, franceses y alemanes sobre decisiones a tomar sobre política exterior de pre-guerra. 
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*           Es muy útil, por otra parte, un capítulo final con un resumen de la obra. En él se sintetiza la trayectoria política del diputado canario, sus éxitos y fracasos en la defensa de los intereses de España, y unas consideraciones finales sobre la situación de la  política exterior española durante los años finales del siglo XIX y principios del XX.
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*          El capítulo primero es un panorama de la Restauración en el nuevo sistema de alianzas europeo nacido tras la unificación alemana e italiana en 1870. Es lo que se conoce como el recogimiento. En efecto, España tenía que mantenerse neutral y acoplarse al equilibrio bismarckiano cuyo objetivo era aislar a Francia en el continente. Y además, conservar como fuera los restos del imperio colonial ultramarino. Los sucesivos Gobiernos de Cánovas del Castillo y Sagasta llevaron a cabo una política de neutralidad en asuntos internacionales. Tal como propugnaba el primero: marchar con Francia y Gran Bretaña mientras estuviesen en armonía. Abstenerse cuando estas se enfrenten. Como afirmaba Cánovas del Castillo, "no es neutral quién quiere serlo, sino quien puede. Y quién tiene algo que ofrecer a cambio". Se dejaba atrás la política de aventuras exteriores de la Unión Liberal durante el reinado de Isabel II. España debía concentrarse en el afianzamiento de la monarquía alfonsina y en sus reformas políticas, económicas y sociales que paliasen el retraso del país. Aunque en la década de 1880, esta política se matizó, y con los Gobiernos liberales, con Segismundo Moret al frente del Ministerio de Estado, se buscó un acercamiento a Gran Bretaña y a la Triple Alianza (Alemania, Austria e Italia).
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*          El segundo capítulo se centra en la carrera política de Fernando León y Castillo, desde su labor como diputado por Canarias hasta su paso por el Ministerio de Ultramar. Don Fernando siempre fue consciente de la importancia estratégica del archipiélago, y fruto de su perspicacia en este sentido fue el favorecimiento de la construcción del Puerto de la Luz en la ciudad de Las Palmas, que su hermano (ingeniero de profesión) materializó.
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*          El tercer capítulo trata de los inicios de la actividad de León y Castillo en la embajada española en Francia desde su primer nombramiento en 1887. El político español debía defender la posición española en Marruecos, que ya se había discutido en la Conferencia de Madrid de 1880, ante una Francia dispuesta a extender su influencia en el país magrebí. Durante su segundo periodo además, tenía que buscar el apoyo francés y europeo en la crisis colonial que estalló en Cuba en 1895.
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*          El cuarto capítulo se mueve a caballo entre el desastre de 1898, con la pérdida de las posesiones ultramarinas en las Antillas y el Pacífico, y la búsqueda del recambio colonial en África. Es el período más largo del diplomático canario al frente de la embajada española en Francia. León y Castillo llegó a París en el momento en que España se había convertido en una pequeña potencia, subordinada política y económicamente a las potencias europeas, principalmente Francia y Gran Bretaña. Por otra parte, dichas potencias europeas en plena rivalidad, se habían lanzado ya a la carrera imperialista tras la Conferencia de Berlín celebrada entre 1884-1885.
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*          Los capítulos quinto, sexto y séptimo nos describen los obstáculos que los sucesivos Gobiernos  españoles hubieron de afrontar con Francia por el reparto de zonas de influencia en África, tanto en el Imperio cherifiano como en Guinea. Desde la guerra de 1859-1860 Marruecos no había dejado de suscitar el interés de España. Tras el paréntesis del Sexenio Revolucionario, políticos, intelectuales y grupos de presión económicos defendieron una mayor presencia en el noroeste africano. En la década de los años ochenta instituciones científicas como la Sociedad Geográfica o la Sociedad de Africanistas señalaban la necesidad de una mayor presencia española en el noroeste de África. A pesar del repliegue exterior de los primeros años de la Restauración, España defendió el statu quo del sultanato alauí en la Conferencia de Madrid de 1880, y se opuso a las pretensiones de las potencias europeas en la zona.
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*         La segunda etapa de León y Castillo en París al frente de la embajada española en Francia, entre 1897-1910, coincide con los esfuerzos de la diplomacia española por superar la crisis provocada por la pérdida de las colonias ultramarinas en 1898. Y también con los deseos de la monarquía de Alfonso XIII de cambiar el horizonte americano por el territorio del viejo Imperio cherifiano, que atravesaba un momento  crisis interna.
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*          Al atravesar el umbral del siglo XX,  España pudo aprovechar la coyuntura internacional derivada de la tensión entre la República francesa y el Imperio británico que desembocó en el incidente Fashoda, en 1898, en pleno corazón del continente africano. Pero el fin del equilibrio internacional impuesto por el canciller Bismarck veinte años antes había llegado a su fin. El Imperio alemán, bajo el agresivo liderazgo del káiser Guillermo II exigía su porción del pastel colonial. Este hecho tuvo como consecuencia el acercamiento franco-británico, materializado en abril de 1904 con la firma de los acuerdos de la Entente Cordial. España se adhirió a este acuerdo en octubre se ese mismo año. Este hecho fue transcendental para la nueva orientación de la política exterior española tras el recogimiento canovista. El convenio hispano francés firmado ese mismo año abría el paso, por fin, a las aspiraciones españolas en Marruecos. No hay que olvidar, por otra parte, que los futuros asentamientos en la costa mediterránea marroquí estuvieron condicionados por la oposición británica a que Francia pudiera controlar una zona costera próxima al estrecho de Gibraltar, caso de Tánger.
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*          Por otra parte, León y Castillo ya había logrado un importante éxito diplomático al firmarse en agosto de 1900 el Tratado de París, convenio que reconocía los derechos de soberanía española sobre Río de Oro (Sahara Occidental), Tarfaya, Ifni y Guinea Ecuatorial, y establecía los límites con el área de influencia francesa.. El político canario tuvo que enfrentarse a un diplomático de la talla de Théophile Delcassé, el ministro de Asuntos Exteriores de la República francesa que rompió el aislamiento diplomático internacional de Francia impuesto por el equilibrio bismarckiano en Europa. Una de las grandes contradicciones en la vida profesional y personal de León y Castillo es que siendo un gran francófilo, tuvo que luchar arduamente con la diplomacia francesa para preservar los intereses españoles en la cuestión marroquí. A pesar de su perseverancia, no se pudo evitar que Francia respetara los límites de las zonas de influencia en el futuro protectorado marroquí pactados en 1904. Los límites que establecía el tratado del protectorado hispano-francés en Marruecos, firmado en noviembre de 1912, trazaban la frontera entre la zona española y francesa que descendía hacia el sur. España se quedaba sin Fez y sin Tánger, pero consolidaba su control sobre el Rif y la costa norte marroquí.
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*          El capítulo octavo se centra en el afianzamiento de España como pequeña potencia en el Mediterráneo occidental. Los acuerdos de Cartagena, firmados en mayo de 1907, culminaron el proceso de incorporación de España al sistema internacional y europeo, que ya había hecho acto de presencia en la Conferencia de Algeciras de 1906. Gran Bretaña, Francia y España afirmaban su voluntad de preservar el statu quo en el área atlántico- mediterránea en torno al estrecho de Gibraltar. Se afirmaban los derechos, influencias e intereses que los Estados firmantes poseían en la zona. Se consolidaba de esta manera el eje Baleares-estrecho de Gibraltar-Canarias como realidad geopolítica. España lograba así las garantías territoriales sobre sus islas y mares adyacentes desde la crisis de 1898.
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*          Los capítulos noveno y décimo se sumergen en la cuestión de la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial. Cuando estalló el conflicto, España ya estaba inserta en el sistema internacional europeo, en lo que se conoce como Paz Armada. Al estallar la conflagración, en el verano de 1914, el equilibrio bismarckiano se había roto, y los Estados del viejo continente se hallaban divididos en dos alíanzas antagónicas: de un lado, la Entente Cordial, formada por el Imperio británico y la República francesa, con un nuevo aliado, el Imperio de la Rusia zarista. De otro, la Triple Alianza constituida por el II Imperio alemán, el Imperio austro-húngaro y la Italia de la monarquía de los Saboya, sustituida después por el Imperio turco-otomano. España, bajo el paraguas franco-británico, y subordinada su acción exterior a Francia y Gran Bretaña, se hallaba fuera de estos dos bloques. 
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*          Se ha escrito mucho sobre las vicisitudes españolas en lo que se conoce como la Gran Guerra. Las dificultades para mantener una estricta neutralidad entre las presiones exteriores y de una opinión pública dividida entre aliadófilos y germanófilos han sido muy estudiadas. Pero también es cierto que dicha neutralidad benefició a amplios sectores de la economía española. León y Castillo, ya en su última etapa en la embajada en París, se mostró siempre partidario de una neutralidad benévola en favor de la Entente, ya que los intereses españoles estaban condicionados indefectiblemente  por su satelización respecto a Francia y Gran Bretaña.
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*          Tampoco la neutralidad estuvo exenta de problemas. La declaración de la guerra submarina sin restricciones por parte de Alemania a principios 1917, complicó ciertamente el comercio marítimo español, básico para el suministro de todo tipo de materias primas  y productos a las potencias beligerantes. También fue objeto de preocupación una posible intervención militar de las potencias beligerantes en los archipiélagos españoles, sobre todo en el caso de Canarias (aspecto bien estudiado por el historiador Ponce Marrero).
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*          En resumen, León y Castillo embajador (1887-1918): un estudio sobre la política exterior de España ofrece una amplia perspectiva de las relaciones internacionales de España desde el último tercio del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Desde el recogimiento canovista hasta la apertura alfonsina (Alfonso XIII), en el primer decenio del siglo XX, con el paréntesis de la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial. A través de la trayectoria del político y diplomático canario, vemos cómo España intentó salir del aislamiento internacional y europeo de finales del siglo XIX que la relegaba a pequeña potencia en la periferia del continente. León y Castillo supo vislumbrar que la pérdida de los restos del imperio colonial en América y el Océano Pacífico era inevitable. Había que buscar otra zona de influencia y expansión colonial para España.  Y esta se encontraba en el norte de Marruecos y en la costa sahariana frente a las Islas Canarias. Con esto, además, España podía por fin asegurar y afianzar su plena soberanía en sus costas atlántica y mediterránea, que ciertamente ya habían estado expuestas a peligros exteriores en la crisis de 1898. El político canario comprendió la importancia que el eje Baleares-estrecho de Gibraltar-Canarias significaba para dicha soberanía.
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*          La obra del profesor Morales Lezcano, pues, mantiene su interés  tras décadas de su primera edición. Una de las aportaciones de la obra al debate historiográfico sobre la historia de las relaciones internacionales españolas en los últimos años es la confirmación de que a pesar de los planteamientos aislacionistas de los primeros tiempos  de la Restauración, España buscó siempre jugar un papel como pequeña potencia en el escenario europeo.
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*          En definitiva, a principios del siglo XX, el status internacional de España había quedado reducido al de una pequeña potencia situada en la periferia europea. El aislamiento, los problemas internos y el pesimismo nacional anticiparon el repliegue exterior que desembocó en el desastre del 98.
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*          Desde el siglo XVI, España se había proyectado al exterior a través de su imperio ultramarino Atlántico-Pacífico. Desde el siglo XIX su campo de acción se redujo principalmente a través del continuo atlántico-mediterráneo, desde América al norte de África. A partir de comienzos del siglo XX, se redefinió por completo la posición internacional de España. El nuevo escenario pasó a ser su frontera meridional: es decir, el eje Baleares-estrecho de Gibraltar-Canarias. Y el Mediterráneo Occidental sería el marco de acción de España con las principales potencias europeas. Este fue el principal logro de la política exterior del reinado de Alfonso XIII, plasmados en los acuerdos de Cartagena de 1907, y que se proyectarían, con el paréntesis de la Primera Guerra Mundial, hasta el fin de la Restauración en 1931. Y además, se colmaba una de las aspiraciones de los regeneracionistas: la incardinación española en Europa como condición necesaria para su regeneración. Aunque esta vuelta al equilibrio europeo, en pleno período de tensiones nacionalistas e imperialistas, se hacía bajo la órbita franco-británica.
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*          Por último, no podemos dejar de mencionar que la lectura de la obra del profesor  Morales Lezcano no es solo un excelente estudio sobre la dimensión internacional española durante un periodo histórico tan trascendental en la historia   contemporánea de España como es el de la Restauración. También es una obra que invita a reflexionar sobre la importancia de los condicionamientos geográficos y geoestratégicos en la elaboración de una política exterior. El mencionado eje Baleares-estrecho de Gibraltar-Canarias sigue siendo un concepto esencial en la estrategia de la seguridad de España a lo largo de su frontera marítima atlántico-mediterránea.


                        Sergio Vallejo Fernández Cela,
                licenciado en Historia (UCM) y documentalista (RNE)

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