miércoles, 22 de julio de 2015

Lourdes Cacho y Javier Gil Martín protagonizan la tercera jornada de #agostoclandestino

Jueves, 23 de julio de 2015. Instituto Riojano de la Juventud (IRJ). Logroño. 20:00h.


L.M.A.

La naldense Lourdes Cacho y el madrileño Javier Gil Martín proponen dos lecturas diferentes del mundo en el que viven. En su poesía late, la vida rural y la vida de la gran urbe, en continua discusión sobre el sentido y la forma de la propia existencia respecto a lo cotidiano.

El acto será presentado por el poeta valenciano Víktor Gómez.


De la poesía de Lourdes Cacho ha escrito el poeta Desiderio C. Morga: 

Lourdes Cacho se incorpora al panorama de las publicaciones poéticas precedida por una trayectoria más que cuajada en el asunto: su voz, ya entonada y reconocida, posee la claridad, el vigor y la sabiduría suficientes para contener el caudal de la emoción, tallar el predicado y ofrecer la alegría que entre los versos verdaderos siempre asoma con más pudor que estrépito.Por su parte, Miguel Ángel Muro, Doctor en filosofía y letras por la Universidad de la Rioja, Profesor titular de Teoría de la literatura y literatura comparada afirma: 

La autora se examina a sí misma como ser sensible y se muestra, sobre todo, en la tensión del temor a la falta de respuesta al ofrecimiento. Los ojos, los labios, la piel de quien habla en el poema son las partes del cuerpo que ofrecen y piden (casi exigen) correspondencia del otro, del compañero, del ser amado y deseado (aunque este orden sea discutible). Muchos de estos poemas dejan la impresión de clamar en el vacío (en la calle desierta, ante una puerta poco abierta), de modelar una ausencia. Hay tristeza, por ello, en muchos de estos versos, pero recibo como acierto que no haya regodeo en ella, que prevalezca la entereza y la tenacidad de la llamada.


Del libro de Javier Gil escribe el poeta y crítico Carlos Piera, profesor Emérito de la Universidad Autónoma de Madrid: Se habla de la poesía, si se habla, en las páginas culturales de los periódicos. Y lo que salta a la vista hojeándolas es que la cultura es un montón de cosas que aparecen semanalmente y que vienen a verse desplazadas por otro montón la semana siguiente, con ocasionales recuerdos para el producto que se juzga (redundantemente) duradero. Quien decide hacer cultura ya sabe a qué se apunta, y sabe que corre el riesgo de estorbar. Quien decide hacer poesía (y muchos, como Javier Gil Martín, nos dirán que eso no es una decisión, sino algo que te ha tocado hacer quieras que no) puede perfectamente entender que no ha decidido hacer cultura, sino otra cosa. Porque, digámoslo así, intenta hacer algo que no pueda decorar, ni contar significativamente en las listas semanales, algo que pretende en la medida de lo posible no ser un objeto, para dificultar al máximo la posibilidad de que estorbe. No describir, / desescribir lo visto.



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Lourdes Cacho Escudero (Nalda, La Rioja, 1970) escribe sobre sí misma: «Mi nombre es Lourdes. Tuve la suerte de crecer en las calles de un pueblo llamado Nalda. Creo que todavía llevaba dos coletas cuando escribí mi primer poema o quizás una, porque mi primo me tiraba de ellas constantemente. Bueno, el caso es que no sé si por ser mujer, o curiosa, comencé a mirar de otra manera todo lo que sucedía a mi alrededor y me hice amante de las palabras. Cuando uno se desnuda ante una página en blanco surge una complicidad indescriptible. Y aquí estoy, cómplice y poeta, contando con los dedos de la memoria de once en once sílabas. Me ha caído algún premio (Villegas, de Nájera, 2009 en poesía y 2011 y 2013 en relato; accésit de poesía en el Ateneo de Logroño, y en cuento en 2010 en el Certamen Nacional Con el mismo papel, Logroño) o quizás me haya tropezado con él, nunca se sabe, pero pasar por el lugar ideal en el momento preciso siempre es gratificante. También escribo relatos, quizás porque aspiro a ser como Machado y sueño en poesía y vivo en prosa y porque le prometí a mi abuela escribir su historia. Ahora precisamente estoy trabajando en un libro de cuentos con la editorial Punto de Vista Editores. Y colaboro en un periódico local de Nalda (Arco la Villa) y una revista (Cuadernos del Iregua).

“El tiempo merecido” es mi primer libro de poesía. Muñoz Molina dice que un escritor escribe para confesarse y para esconderse y en “El tiempo merecido” yo hago ambas cosas. Tengo una secreta relación  con el mar y con  Sócrates, quizás porque su madre era matrona y yo soy enfermera y me llama particularmente la atención esa antítesis entre la vida y la muerte: su madre ayudaba a nacer y él se ayudó a morir. 

Necesito oxigenarme en mis montañas para respirar con más claridad y no andar siempre por las nubes, por decirlo de otra manera, para amar en prosa. Y, por supuesto, mi estación preferida es el otoño. 

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Javier Gil Martín (Madrid, 1981). Licenciado en Filología española, actualmente se dedica al subtitulado y edita (junto a Víktor Gómez y Miguel Fernández) las colecciones de poesía Instrucciones para abrir una caja fuerte, Señales de vida, Serie Itálica, los pliegos Manuales de instrucciones y la segunda serie de los Cuadernos Caudales. También junto a Víktor Gómez y Enrique Cabezón coordina la colección Once de poesía y ensayo para la editorial Amargord. 

Desde 2006 lleva la sección Versos para el adiós de la revista Adiós Cultural. Ha escrito los poemarios Motivos para después de la muerte y Propiedades del pájaro solitario (ambos inéditos y sin ganas ya de ver la luz) y el librito artesanal Lento naufragio (Libros del escorpión azul). Además, dos versos suyos fueron traducidos a una lengua tan lejana que ni recuerda cuál era.

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