martes, 20 de octubre de 2009

Ricardo Sanz, retratista elegante y paisajista


Julia Sáez-Angulo

Es un artista de formación clásica, algo importante y fundamental en estos tiempos de impostura. Su conocimiento del dibujo, su control del color y el dominio de la técnica al óleo, hacen de su pintura un valor firme, una pieza definitiva con vocación de permanencia en el tiempo. Los cuadros de Ricardo Sanz son, de entrada, un seguro patrimonio artístico para el coleccionista de sus obras.

En La exposición que tuvo lugar en la galería Sokoa de Madrid, el autor muestra una rica panoplia de su quehacer artístico, de su versatilidad en los géneros pictóricos: figura, desnudo, retrato y paisaje.

La figura humana –siempre ante el reto de la proporción- se refleja tanto en los cuadros de danza flamenca con su ritmo de volantes o en las escenas de género, como las bellas caseritas vascas, donde se da la alternancia prodigiosa de rojos y blancos, muy querida por el autor. Mención aparte merece la figura de la niña dormida junto a su muñeca, un bello poema pintado que trae a la memoria la afirmación de Horacio Ut pictura poesis (*). El pintor capta los momentos relajados y los traduce en sus óleos con maestría, en una condensación significativa de la forma. 
El desnudo es una variante muy particular de la figura. A Ricardo Sanz le gusta plasmar la belleza del cuerpo humano femenino, en su intimidad y silencio. La figura entonces suele reposar reclinada y el color de la piel juega con las transparencias de las gasas o las telas que la cubren y dinamizan la composición. Son desnudos delicados, de buen tono, en sintonía con el refinado gusto del pintor.

Retratista de los Príncipes de Asturias

El retrato es la piedra clave en la historia del arte, en la pintura española, en el Museo del Prado. El artista donostiarra es uno de los intérpretes del retrato más solicitados y destacados del momento. Personalidades de la realeza, la aristocracia, la política o la cultura, demandan su trabajo porque les atrae su visión del modelo desde el respeto y la elegancia. Ricardo Sanz ha sido el primer retratista oficial de los Príncipes de Asturias, un cuadro de gran formato, por encargo, que muestra un gran estudio de composición en la pose conjunta de los dos personajes regios y en su resolución cromática en rojos y azules. Un cuadro histórico.

El trabajo pictórico de Ricardo Sanz es idealizado, platónico y preciosista, al tratar de sacar lo mejor del modelo y plasmarlo en el lienzo. El retrato para que sea acertado ha de funcionar como un buen cuadro, algo que el autor no pierde de vista al llevar a cabo su obra, sea un modelo único o un conjunto familiar.

Los paisajes son sitios que atraen la retina del artista por su belleza, singularidad o impacto. Hay una interrelación muy particular entre el pintor y el lugar elegido, la vedutta de que hablan los italianos, la mirada como pose morosa y amorosa sobre algo que se disfruta o se ama a la hora de componer y plasmar el color.

Dos ciudades han concentrado fundamentalmente, es esta ocasión, la atención de Ricardo Sanz: Madrid y San Sebastián, el lugar donde reside y el que nació. Dos capitales muy diversas y complementarias, una, interior y mesetaria, marítima la otra. Vistas renovadas de la Gran Vía, del Palacio Real, donde se han buscado luces y sombras del amanecer que articulan mejor la visión del sitio o el monumento, con reflejos violetas que matizan el cromatismo, con cielos trabajados que envuelven el cuadro. Algunos jardines de La Granja de San Ildefonso, se añaden al repertorio paisajístico, con sus juegos de luces entre el boscaje.

Los mismo en la playa de La Concha, con todo su juego de arena, casetas rayadas, paseo y barandilla de forja, con el mar poderoso y azul siempre al fondo... Todas las vistas, todas las miradas del autor, se plasman con firmeza en los cuadros, en un ritmo preciso de ojo, mano y pincel. 

En suma, una muestra muy completa del trabajo artístico de un pintor que gusta de las figuras y las formas de la naturaleza, que van a ser tamizadas, primero, por sus retinas y, después, por un trazo y lenguaje propios, en una interpretación personal. Un eslabón adelante en la continua e interminable Historia del Arte.


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