sábado, 26 de diciembre de 2020

LAS AFORTUNADAS Y LA BALSA DE LA MEDUSA




Víctor Morales Lezcano

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    26.12.2020.- Los tiempos que corren, bautizados como del coronavirus por algunos publicistas, han venido a acentuar lo que se caracterizó hace años como “fragilidad económica” de los recursos cambiantes y “utilización estratégica” de la ubicación atlántica de Canarias (véase Gaceta de Canarias, núm. 1, 1982). Como puede observarse hará pronto cuarenta años del comienzo de aquella aventura editorial, una avanzadilla impulsada, si bien recuerdo, por el Grupo Editorial Canario, sito en Santa Cruz de Tenerife.

En el número 1 de la Gaceta de Canarias publiqué un artículo, con un título similar al recreado anteriormente, salvo que, en el momento actual, en vez de “utilización estratégica”, encuentro más adecuado hablar de vulnerabilidad geopolítica de Canarias. La connotación geopolítica proviene de una doble característica histórica del Archipiélago, a partir de la inclusión de Canarias en el recorrido marítimo europeo que desde el mar de Alborán y el estrecho de Gibraltar se proyecta hacia las Américas y también en las rutas oceánicas de regreso americano al punto de partida euro-mediterráneo. Esta doble dependencia histórica, tanto del referente hispano peninsular como de las coordenadas marítimas en las que se inscribe la latitud norte de Canarias (entre 27 y 29 grados), ha contribuido a generar sucesivos ciclos económicos, en cuyo recorrido la extraversión de su agricultura hacia los mercados euro-americanos y, más tardíamente, hacia la costa frontera del noroeste de África ha marcado el destino económico de Canarias.

El solapamiento de la economía insular canaria con la red de intereses marítimos y mercantiles cruzados, por una parte, desde el lusitano cabo de San Vicente hasta el canal de la Mancha y, por otra, desde el legendario cabo de San Vicente hacia las Indias de América, tuvo siempre una decisiva incidencia en la historia de Canarias. Ello provocó, dicho sea de paso, percepciones encontradas en la población insular, o sea, una bipolaridad de enfoque sustentada en la voluntad de aislamiento. Recuérdese a estos efectos la declaración lírica de ensimismamiento insular: Mi patria no es el mundo, mi patria no es Europa; mi patria es de un almendro la dulce, fresca e inolvidable sombra. Aunque también se desarrolló en las Islas una aspiración de aperturismo cosmopolita: Extranjero es el tráfico de la vía, la flota, los talleres y los barcos y la miss que, al descenso del tranvía, enseña la estirada media blanca.

 En la bibliografía destacada de historiadores españoles peninsulares, canarios y británicos se pone de relieve los riesgos que han corrido las privilegiadas Hespérides o Islas Afortunadas, insertas en las redes europeas de los complejos intercambios y pugnas, que se multiplicaron a partir del siglo XV. Digamos que dichas redes empezaron a tejerse y destejerse entre 1492 y el final de la Primera Guerra Mundial, dos fechas cargadas de significación en los avatares que llenan el capítulo de la expansión y posterior contracción europea del mundo allende los mares; en el Atlántico, particularmente.

Las piraterías, ataques navales y utilización estratégica de Canarias por las potencias europeas han generado coyunturas críticas para el Archipiélago, tales como fueron las crisis de subsistencia, antes y después de los tiempos contemporáneos acotados entre 1898 (independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas) y 1975-76 (contencioso hispano-marroquí, por una parte, y sahariano, por otra, entre el Frente Polisario y el Majzén marroquí en torno a la descolonización del Sáhara). Estos capítulos belicosos han repercutido además en el asendereado Estado español, en general, y en Canarias, particularmente.

Baste recordar por un momento que el primer espasmo independentista en Canarias encontró su fulcro y despegue en Caracas. Otra crisis colonial todavía no resuelta es el caso que afecta a los territorios del Sáhara Occidental, a los regímenes de Rabat, Argel y a varios Gobiernos de España a partir de 1975.

Obsérvense, pues, las repercusiones que hoy día están convergiendo en Canarias de resultas,  por una parte, de los estragos económicos que actualmente merman de forma notoria el flujo turístico invernal de Europa hacia el Archipiélago y, por otra, como consecuencia del flujo migratorio que, partiendo desde el sur profundo de Marruecos, Mauritania, Senegal y otras plataformas costeras, impulsa las oleadas africanas de centenares de pateras. Muchos de esos náufragos (en potencia) emprenden un arriesgado viaje, siendo este un agravante más que despejar por la crisis humanitaria que sobreviene de nuevo en aguas circundantes al Archipiélago. De tal modo que Canarias está expuesta a sufrir con amplitud las consecuencias lamentables de la nueva oleada migratoria. Entre esas consecuencias que se abaten sobre el Archipiélago, se encuentran, por ejemplo, el internamiento inadecuado de los migrantes en territorio insular; así como las incertidumbres y contradicciones de la política del Gobierno de España en el escenario marítimo-territorial canario-sahariano.

Sin albergar pretensiones aquí de cobertura exhaustiva del panorama histórico y actual de las coyunturas críticas a las que Canarias viene siendo históricamente sometida, el autor de estas intempestivas reflexiones se ve obligado a recordar que el Estado actual de las Autonomías en España puede aparecer, una vez más, como diana dilecta de una reivindicación geopolítica por parte del majzén marroquí; dicho esto en el sentido de revisar el statu quo existente tanto en aguas de Gibraltar (Ceuta y Melilla incluidas), como en el corredor marítimo que separa Canarias del litoral africano. Se trata de una vieja historia que vuelve a reeditarse una vez más desde 1975.  

Corren tiempos inquietantes, en suma, para Canarias y su población, tanto por la incidencia y los perjuicios del coronavirus sobre el ritual turismo europeo de invierno, como por los nuevos flujos migratorios de seres humanos que no aceptan ser condenados de la Tierra y aspiran a encontrar el “paraíso” perdido del que hablaban los mitos de antaño sobre las Islas Afortunadas.

   

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