sábado, 20 de abril de 2013




María Luisa Valero, artista invitada en la exposición de la galería Nina Torres en Miami


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Julia Sáez-Angulo

         Dentro de la conmemoración de los 500 años años de la presencia española en el estado de Florida de los estados Unidos de América, USA, se ha celebrado una exposición de artistas españoles en la Galería Torres de Miami, en colaboración con Eka & Moor Gallery de Madrid. La pintora María Luisa Valero era artista invitada.

         La exposición permanecerá abierta hasta el 23 de abril de 2013.

         Nina Torres/Fine Art ha rotulado la muestra como “Poesía Visual Contemporánea y en ella participan, entre otros artistas, Adriana Exeni, Aitor Diago, Amparo Méndez, Sebastián Rosales, Rachelle Scott, Inés Sánchez, Emma López de Salgueiro, Eugenio Fuentes, Gloria Mila de la Roca, Carlos Puente, Guiomar Álvarez de Toledo, Rafael Villa, Tere Unsaín, Vicente Heca, Natalia Nombela, Pilar Sagarra y Tomás Santos.
        
María Luisa Valero (Madrid, 1948) ha presentado un bello paisaje de marína, con olas y rocas, donde los fríos azules y blancos rizados de las aguas contrastan con el roquedal ocre y negro. El cuadro está resuelto al óleo.

Por otra parte la española Emma López de Salgueiro (Ribadeo, Lugo, 1933) ha presentado una Menina contemporánea con colores fauvistas, que sostiene un gran libro en la mano.

Actividades Previstas

A lo largo del segundo semestre de 2013 Acción Cultural Española (AC/E), como organismo público dedicado a impulsar y promocionar la cultura y el patrimonio de España dentro y fuera de nuestras fronteras, desplegará un amplio programa de actividades para celebrar la llegada de Juan Ponce de León en 1513 a La Florida. Incluye exposiciones, conciertos, acciones de reconocimiento al libro e iniciativas para fomentan la movilidad de profesionales y creadores.







Cesáreo Ochoa, Capuchino  Terciario, fallece en Madrid
 
Cesáreo Ochoa

L.M.A.




            Ha fallecido el Padre Cesáreo Ochoa (Arizala, Navarra, 1923), Capuchino Terciario, que residía en el convento de la Fundación Caldeiro en Madrid. El óbito tuvo lugar el miércoles 17 de abril. La comunidad del Padre Luis Amigó y la parroquia de Nuestra Señora del Dolor ha sentido su pérdida y ha ofrecido por él un funeral solemne.

            El escritor Jesús García ha recordado en “Ecclesia Digital” la entrevista que se le hizo el 30 de Octubre del año 2004:

“De Arizala, una aldea navarra de no más de 150 habitantes, salió el joven Cesáreo camino del seminario de Godella siendo apenas un chaval de trece años, poco tiempo antes de la Guerra Civil. El 24 de julio de 1936, unos mil milicianos tomaron el internado y tuvieron retenidos a los trece niños que allí se formaban durante tres días, “con la idea, según nos enteramos más tarde, de enviarnos a Rusia”. Pero por suerte para los chavales, los vecinos de Godella, encabezados por el Doctor José Valls, el médico del pueblo, se las apañaron para acoger a los chavales en las casas que generosamente se ofrecieran. “Nos llevaron en fila india desde el seminario hasta el ayuntamiento a los trece, con el puño en alto. Cualquiera decía nada”.
Con esta anécdota histórica comienza el menudo terciario capuchino, a contarnos una vida que bien merece ser escrita en un libro. Un año después de la toma del seminario, fue llevado a Valencia con la familia que lo acogió, y allí se ocupó de “las tareas de la casa, que no son las tareas que te imaginas. Por aquel entonces, las tareas domésticas que yo acometía eran caminar cada día seis kilómetros para cuidar de la vaca de la familia, darle de comer, ordeñarla, y otros seis kilómetros de vuelta con la leche colgada del hombro en una cántara”. No se le puede olvidar el hambre de aquellos años. “Para calmarla, mercadeábamos con verduras de la huerta, o con aceite, que era algo muy preciado. Recuerdo que teníamos un guardapolvo de los que usaban los tenderos para pasar desapercibidos a la hora de negociar en la calle”.

Fin de la guerra
Una vez acabada la guerra volvió a Pamplona “en un viaje en tren que duró dos días, y que hice metido en un cuarto de baño de unos tres metros cuadrados con otros nueve compañeros dentro. No lo olvidaré jamás”, resopla al tiempo que pierde su mirada en un punto no definido del techo. En 1946, con 22 años, “fui ordenado sacerdote por el obispo de Álava, y cinco años después, me enviaron rumbo a Colombia, a Barranquilla más concretamente, donde se iba a construir una casa reformatorio para menores”.

El fraile partió del puerto de Cádiz para hacer una travesía que duró casi dos semanas, “del 18 de octubre al ocho de noviembre, día que atracamos en el puerto”. Cuenta el fraile cómo en la travesía hizo amistad con varios marinos y que al llegar al puerto, algunos de ellos le pidieron a él y a otros tres jóvenes seminaristas que le acompañaban que “les pasásemos por la aduana algunas botellas de licor y otras tantas pastillas de turrón”. Confiaban que al ir vestidos de curas, los guardias no nos registrasen. Al final las pocas botellas que pasamos “fueron 60, y 40 las tabletas de turrón, y yo me he preguntado siempre: ¡qué pocas cosas llevábamos en las maletas aquellos pobres curas para que cupiesen tantas cosas de otros escondidas!”.

“Los primeros días allí fueron horrorosos,“ exclama con pesadumbre. “Resulta que el reformatorio no estaba construido aún. Sólo había unas barracas que tuvimos que limpiar. Y no, no me refiero al polvo y al barro, sino a las serpientes y a los mosquitos, que eran del tamaño de un puño”.

Así pues, los pasos de Don Cesáreo se encaminaron, en lo que las autoridades competentes terminaban las obras del reformatorio, a una granja de Medellín en la que entre tres religiosos vestidos con hábito de monje “controlábamos a 100 reclusos y cuidábamos unas cien cabezas de ganado”. Durante su estancia en la granja, Don Cesáreo vivió momentos de auténtico riesgo con la guerrilla, ya que “en dos ocasiones, acompañado del párroco del pueblo, tuve que adentrarme en las montañas, cabalgando a lomos de un asno durante más de seis horas de viaje, a los poblados de los guerrilleros”. Cuenta Don Cesáreo como en ambas ocasiones, “tuvimos que hacer varios altos en el camino para enterrar cadáveres de personas asesinadas por la guerrilla que íbamos encontrando”. Sus citas con los paramilitares fueron para celebrar un bautizo y un funeral y en varias ocasiones vio deambular por el pueblo a algunos de los guerrilleros que vio en los poblados. “En una ocasión le eché valor y me acerqué a uno de ellos para preguntarle que qué pintaba por allí, y me dijo que de vez en cuando se acercaban para recibir información”. “Eran campesinos, pero muy peligrosos. Lo mejor era llevarse bien con ellos, celebrar los sacramentos y procurar no enfadarse. Una vez incluso, por intentar acercarme a uno de ellos, le pedí el fusil y estuve haciendo prácticas de tiro contra unos matorrales, al tiempo que el chico me contaba sus problemas y yo procuraba aconsejarle como buenamente podía”.

Por fin y tras casi un año en Medellín, La Linda, como se llamaba el reformatorio que Don Cesáreo iba a dirigir, fue inaugurado, y de ella decían los obispos y lugareños “que de linda sólo tenía el nombre”. Fueron puestos bajo sus custodia delincuentes juveniles de los más peligrosos, “asesinos y marihuaneros. Tiempos muy difíciles aquellos en los que en más de una ocasión me tuve que enfrentar con alguno, ya que al vernos con hábitos se pensaban que éramos ‘monjitas de la caridad’ en el más despectivo de los sentidos, pero se equivocaban. Éramos Terciarios Capuchinos al cuidado de sus almas, pero sin olvidar que se trataba de delincuentes”.

Con los presos de excursión
Aquella experiencia le sirvió a Don Cesáreo para “aprender de los jóvenes. En verdad, la mayoría eran gente buena que había tenido mala suerte en la vida. Pobres chavales. Gracias a Dios, allí les enseñábamos un oficio y aunque hubo momentos de tensión, creo que todos nos guardaban aprecio por lo que hacíamos. Es curioso como nunca ninguno pretendió escapar, y oportunidades no les faltaban, ya que yo me los llevaba a menudo de excursión, incluso en alguna ocasión fuimos a ver algún partido de fútbol”.

El nombre de Don Cesáreo fue ganando fama en la jerarquía por su buen hacer con los reclusos y no tardaron en encomendarle otra misión, en esta ocasión el “antiguo asilo de San Antonio, en Bogotá, al que decidimos cambiar el nombre por el de Hogar de San Antonio. Había allí 400 niños internos, sin hogar, más doscientos que se iban a dormir a sus casas”. Don Cesáreo recuerda aquella chiquillería “que no tenía nada, y a la que los frailes no podíamos darles casi nada material, pero si les podíamos transmitir cómo era nuestra vida”.
El Hogar de San Antonio se hizo famoso y en una visita que hizo el delegado provincial con el obispo de Bogotá, ambos se emocionaron por como Don Cesáreo tenía organizado aquel centro. No les costó entonces encomendarle la misión más importante de su vida. “Cesáreo, por hacerlo tan bien, te vas a la cárcel”. Así que le fue encargada la capellanía de La Picota, el mayor centro penitenciario de Colombia, situado en Bogotá, en donde más de 1.200 de los más peligrosos reclusos consumen los días encerrados entre barrotes oxidados y muros de hormigón. “Lo que yo he vivido allí no se puede escribir. Hay que verlo”. La cárcel estaba dividida por módulos y el capellán procuraba “visitar todos cada semana”.

Recuerda Don Cesáreo como “intentaba ir siempre a los de la tercera, que eran las celdas de aislamiento. No tenían más de tres metros cuadrados, sin cama, sin retrete. A aquellos sólo se les podía escuchar. Necesitaban desahogarse”. Otro pabellón que el fraile visitaba era el “de los homosexuales, a éstos sí intentaba hablarles, y la mayoría me reconocía que lo hacían porque allí no había mujeres”. Y hablando de mujeres, recuerda una experiencia peligrosa por la que tuvo que denunciar al director de la prisión, que fue despedido por el ministerio competente. Cesáreo nunca denunciaba los trapicheos de los presos, pero aquello “pudo acabar muy mal. Se le ocurrió a este director, no recuerdo con qué motivo, llevar a cinco chicas a que se desnudaran montando un numerito. ¡Imagínate! Las podían haber matado, o haberse matado entre ellos por acercarse a ellas. Escribí al ministerio y no tardaron en echar al director. Además, muchos presos me lo echaron en cara, pero tratar así a aquellas muchachas, fue demasiado”.
En 1989 Don Cesáreo regresó a España después de 38 años en Colombia. “Un mes después me hubiese vuelto a nado. Me costó mucho adaptarme a España. Pero bueno. Aquí en Caldeiro -el colegio en el que ha vivido sus últimos años- estoy bien, y sería capaz de mandar a todos estos chavales si no fuese por la diálisis, que me deja bastante fastidiado”.


Nuevo Padre General de Capuchinos Terciarios

            La Comunidad de Capuchinos Terciarios del Padre Luis Amigó acaba de elegir Padre General en Roma al colombiano don Marino Martínez, que regirá el gobierno de la congregación durante los próximos años.





viernes, 19 de abril de 2013




¡Que viva México! (12): Por la Ruta Virreinal


Durango

Antonio Ayllón Arquero




Acabado ya nuestro periplo por las Barrancas del Cobre tocaba ahora bajar hasta Durango en un largo y agotador viaje de 9 horas de duración, flanqueados durante todo el recorrido por la hustoniana Sierra Madre Oriental. Estamos en pleno "Camino Real de Tierra Adentro", también conocido como "La Ruta de la Plata" o "La Ruta Virreinal". Dicho camino, el más antiguo de América, recorría 2.600 km y comunicaba el centro del país, Ciudad de Méjico, con la villa de Santa Fé, en el actual estado de Nuevo Méjico, EE UU, adentrándose hacia el norte en la "tierra ignota", donde los ranchos eran asolados por las tribus nómadas de apaches, chiricauas e indios zacatecas. La ruta fue trazada en el siglo XVI por los conquistadores españoles para desarrollar el comercio, facilitar las campañas militares y apoyar la colonización y evangelización de la Nueva España, y constituyó el camino más largo e importante dentro de Méjico durante el periodo virreinal hasta 1847, cuando la guerra contra EE UU. Por esta ruta histórica bajaremos pues hasta la capital.

"La ancestral Durango resuena a lengua de audaces navegantes, voces-remos, voces-agua, voces de furor y de blasfemia. La Nueva Vizcaya extiende su mirada en horizontes áridos, desiertos y se quiebra en la montaña. Es de raíz celeste la sombra de la historia, el campanario, la leyenda. Roca oral, relieve de signos y sucesos" (Jose Ángel Leyva).

Durango, ¡Vívelo, Siéntelo, Ámalo...!, fue fundada en 1565 por Francisco de Ibarra, que la nombró así en homenaje a su ciudad natal española del mismo nombre. Su riqueza colonial le viene de tener, en el cercano Cerro del Mercado, uno de los mayores yacimientos de pirita del mundo, así como del oro y la plata que se sacaban de la Sierra Madre próxima. Su centro histórico alberga más de 700 inmuebles coloniales catalogados. 
Así que aquí decidimos pasar tres días con los durangueses para empaparnos de la hermosa arquitectura colonial y porfiriana de la ciudad, recorriendo, si no todas, parte de las 145 manzanas de su centro histórico. Durango fue declarada pronto capital eclesiástica de todo el noroeste de los territorios de la Nueva España, lo que influyó para que, junto a donaciones de ricos hacendados y mineros de este tiempo, se construyeran bellos templos y conventos, así como haciendas, casonas y comercios, que han sido bien restaurados en su mayoría.

Empezamos recorriendo su magnífica Plaza de Armas y admirando la hermosa fachada barroca de la Catedral. De su interior no puede decirse lo mismo porque sus notables retablos "fueron sustituidos en 1841" por anodinos altares y retablos neoclásicos, cada uno idéntico al anterior. Entramos después en el Palacio de Gobierno para contemplar sus murales y vimos la simétrica portada neoclásica y depurada ornamentación del Teatro Ricardo Castro. Fuimos a ver otras iglesias, entre ellas San Agustín con bellas vidrieras y pinturas en paredes y techos, otros edificios históricos como el Palacio de Escárzaga, nos dimos largos paseos por la peatonal Calle Constitución para ver "un auténtico desfile arquitectónico de bellas fachadas coloniales" y por Las Alamedas, con su largo corredor adoquinado lleno de fotos antiguas y nuevas de la ciudad, llegamos hasta la antigua Estación de Ferrocarril, transitamos por el cercano Centro Cultural y de Convenciones Bicentenario y nos adentramos en el extenso Parque Guadiana. Aquí descansamos, llegamos al Lago de los Patos y nos acercamos a ver La Bella Ronda, un grupo escultórico de niñas jugando al "corro de la patata" con sus manos entrelazadas. Al lado estaba escrita una sencilla poesía de Rosaura Zapata que dice así:

Que nuestras manos se unan
para la ronda formar
manos de todos los niños
del campo y de la ciudad,
manos de trabajadores
que la fuerza nos darán
y la de los campesinos
que traen aliento de paz,
manos de todos los niños
que al unirse formarán
bella ronda de ternura
que nadie destejerá.
 


Fuera de la ciudad hicimos dos pequeñas excursiones el mismo día.
En la primera visitamos, por la mañana, la Antigua Hacienda de la Ferrería, un edificio impecablemente remozado en el que recorrimos, con el guía, su majestuoso portal, los corredores que rodean su patio central y sus hermosas habitaciones. En esta hacienda se ubicó la primera Fundidora de Hierro y, no muy lejos, la primera Hiladora (de hilos de seda) mecanizada en Latinoamérica "con técnica alemana de 1840". Después nos fuimos a El Nayar para ver la famosa panadería de Don Pompeyo, que da trabajo a 60 familias. Nos explicaron el funcionamiento de las tortilleras, máquinas capaces de elaborar 60.000 tortillas de maíz al día, y de las galleteras, que consiguen 9 tipos de textura de galletas, y compramos Pan de Pulque y Panochitas integrales. Finalmente nos llevaron a El Pueblito, pequeña localidad a 8 km de la ciudad muy frecuentada por las familias duranguesas para saborear suculentas carnitas y gorditas en su corredor gastronómico, y en donde comimos.
Por la tarde nos fuimos a ver "una de vaqueros" o, más bien, un Paseo por el Viejo Oeste, un Parque Temático algo birrioso en el km 12 de la carretera a Parral. Resulta que, gracias a la belleza de sus paisajes naturales y durante casi 60 años, los alrededores de Durango han servido de escenario a cientos de películas del oeste. Conocido como "Tierra del Cine", visitamos los sets cinematográficos de Villa del Oeste: viejos edificios de madera con letreros clásicos: Cárcel, Oficina Postal, Banco, Hotel, Oficina del Sheriff, caminos polvorientos, la aldea de los apaches donde dos de ellos nos cortaban la cabeza mientras nos hacíamos las fotitos de rigor, y hasta un cementerio con cruces negras en las que estaban escritos los nombres de los más famosos actores muertos que filmaron escenas aquí.
Al final nos obsequiaron con un espectáculo vaquero que intentó revivir con actores locales el ambiente del viejo oeste. Rodeados de niños y de sus familias, tragando polvo, y escuchando por megafonía las viejas canciones de los westerns más famosos, nos aburrimos un montón mientras los apaches y los maleantes se peleaban entre sí en plan cómico, coquetas bailarinas salían y entraban de la cantina al oírse tiros dentro, y vaqueros a caballo entraban en acción. Hasta la figura del sheriff era también infantil por las cosas que hacía y decía.

Cinco horas tardamos en llegar de Durango a "la muy noble y leal Zacatecas", título que le fue así concedido por Felipe II. "Vestida de cantera rosa" y a casi 2.500 m de altitud, Zacatecas es otra hermosa ciudad colonial con un trazado urbano muy peculiar. Dado que se ubica en un estrecho valle entre el Cerro de la Bufa al noreste y el Cerro del Grillo al noroeste, sus calles, callejuelas y plazas son pequeñas y con grandes desniveles. Su centro histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1993 por la Unesco, está lleno de museos, bellos edificios neoclásicos y una catedral con una extraordinaria fachada barroca. Lástima que no se la pueda contemplar bien en toda su magnificencia porque han construido delante y no hay suficiente perspectiva para verla bien. Es la primera vez en Méjico que vemos que no hay una amplia plaza delante de una catedral.
La grandiosa fachada ha sido interpretada como un símbolo gigante del "Triunfo del Santísimo Sacramento". Arriba del todo está el Padre Celestial, debajo Cristo y más abajo el Espíritu Santo en forma de custodia. Los 12 apóstoles, 4 Padres de la Iglesia y pequeñas figuras de un ángel y María completan "un inusitado discurso teológico tallado en exuberante ornamentación que produce un místico éxtasis". Además de esta fachada principal son también muy bellas la fachada norte, con un Cristo Crucificado y la Virgen y San Juan a su lado, y la fachada sur con la escultura de la Virgen de los Zacatecanos, patrona de la ciudad. Del interior mejor no hablamos porque todos los retablos originales han desaparecido y han sido sustituidos por feos neoclásicos y por un retablo dorado con once esculturas en el altar mayor que "no pega ni con cola" con el resto de la Catedral.
Dos iglesias interesantes son el Templo de Sto. Domingo, con 8 retablos churriguerescos bellamente ornamentados con hoja de oro pero del que falta el del altar mayor, sustituido por un altar neoclásico poco elegante, y el ex-templo de San Agustín. La historia de este último es típica de los avatares por los que han pasado los monumentos religiosos en Méjico y del daño que hicieron las Leyes de la Reforma y de la Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos" de 1860. Leamos lo que allí está escrito: "A mediados del s. XIX se destruyó la portada principal; en 1904 lo compró el obispado; en la revolución (1910) pasó al Estado, que lo regresó en 1942; en ruinas hasta 1948, año en que se iniciaron los trabajos de reconstrucción. Se conserva la portada lateral del siglo XVIII ricamente elaborada y soportada por contrafuertes de arco. Lamentablemente los 5 retablos del siglo XIX que cubrían los muros se perdieron". Entramos, convencidos de que era una iglesia, y nos encontramos con un museo en el que había una exposición temporal del pintor abstracto Goeritz. También nos acercamos al Convento de San Francisco, sede ahora del Museo Rafael Coronel, hermano menor de Pedro (ver más abajo) y que contiene más de 3.000 máscaras en exposición, que no vimos al estar ya cerrado. Lo que sí vimos fue la fachada del convento destrozada por arriba y la torre y el frontispicio como cortados o desmantelados piedra a piedra. Algo de lo más raro que hemos visto en Méjico.
 

El mejor museo de Zacatecas es el extraordinario Museo Pedro Coronel. ¡Ah, qué suerte ser Don Pedro Coronel! ¡Ah, lo que hubiera dado uno por ser como Don Pedro Coronel!
Este pintor-escultor zacatecano, rico y famoso, se dedicó a comprar todo lo bello que caía en sus manos. Con posterioridad, su amplia colección la donó a la ciudad y está expuesta, desde 1983, en un antiguo colegio de jesuitas del siglo XVIII. Aquí hay de todo: arte prehistórico y virreinal de Méjico, y arte universal de todas las culturas del mundo: momias y sarcófagos egipcios, bustos y vasijas griegos, estatuillas romanas, cerámica y figuras de terracota chinas, biombos y grabados ukiyoe japoneses, budas y códices de la India y Pakistán, un montón de máscaras y estatuillas de ébano africanas, estatuas religiosas de marfil filipinas, etc, además de obra gráfica de renombrados artistas de la plástica contemporánea: Miró, Picasso, Dalí, Vernier, Cocteau, Dumier, Léger, Hogarth, Kandinsky, Chillida, Lam, Saura y muchos otros. Compradas o intercambiadas con sus entonces amigos parisinos ya que, nos imaginamos, estuvo en toda la "movida" pictórica de principios del siglo XX. Amplias salas, buenas explicaciones, más de medio centenar de grabados de Goya y, cosa extraña, tan pocos e insignificantes cuadros de Don Pedro que todavía no sabemos qué tipo de pintor era.

Atención especial merece también en Zacatecas la librería "Don Quijote", la única que vimos digna de mención. Dio la casualidad de que nos encontramos allí mismo con su dueño, el licenciado Roberto Sánchez Reyes, con quien mantuvimos una breve conversación. No cesó de lamentarse de lo caros que son ahora los precios de los libros españoles y de lo difícil que es venderlos. Nos dijo que hace 60 años importaba un montón de libros baratos de España pero que ahora el negocio estaba muy difícil con la entrada en el euro. Vimos en una vitrina un códice del Quijote de 1.700 y, a propósito del nombre de la librería, Don Roberto nos dijo que estaba orgulloso de que fuera la única con el nombre de Don Quijote no sólo en Méjico, sino también en España, y que eso él lo sabía de muy buena tinta.
En fin, reseñemos sólo algunos títulos interesantes que vimos allí: el canónico de John Reed "Méjico Insurgente"; los dos tomazos del "Pancho Villa" de Friedrich Katz, su gran biógrafo; las "Memorias de Pancho Villa", de las que leímos algunos párrafos que no tenían desperdicio; "Don Quijote de la Mancha y Cervantes de Sanabria. El Libro del Esplendor", de Hermenegildo Fuentes; "Historiadores Novohispanos 1492-1793" de Editorial Trillas; y "El Viento que barrió México. Historia de la Revolución Mejicana 1910-1942" de Anita Brenner con selección de fotografías de George Leighton.

Una excursión obligatoria aquí es visitar la Mina El Edén, ubicada a 500 metros bajo tierra y dentro del Cerro del Grillo. La enorme mina de 7 niveles estuvo en funcionamiento de 1586 a 1960, produciendo cantidades ingentes de oro, plata, cinc, cobre y hierro. Los indígenas trabajaban prácticamente esclavizados, incluyendo muchos niños, y hasta 5 personas morían diariamente de accidentes, tuberculosis y silicosis. De los 7 niveles, los 3 inferiores están inundados o derrumbados. Queda el 4º nivel, que es el del recorrido turístico. Nos metieron en un trenecito y cinco minutos después estábamos ya en el centro de la mina. Todo lo que mirábamos -y era impresionante por arriba y por abajo- estaba hecho por la mano del hombre durante 450 años. Eso sí, comentó el chistoso guía, la plata que se saca ahora es "sólo la de la taquilla". Empezamos viendo el museo de la mina con fantásticas muestras de minerales -la colección es de D. Juan Manuel Navarro- y, para ello, pasamos por la estatua de hierro forjado del minero, en el que las mujeres deben tocarle la tripa y la pepita de oro que lleva en su mano izquierda alzada "para que les dé niños y fortuna", y los hombres deben "sobar" la pistola que lleva en el cincho "para que nunca le falle" (risitas generalizadas). Estuvimos en el interior de la mina una hora larga. El recorrido está muy bien iluminado, se siente claustrofobia y el guía te va explicando lo que significaba trabajar "en las entrañas de la tierra" en aquéllos tiempos. Al final puedes volver a donde se empezó el recorrido montándote otra vez en el trenecito o, como hicimos nosotros, subir en ascensor y salir al exterior por la entrada superior de la mina.
Aquí Nati y yo nos separamos. Ella subió al teleférico para cruzar la ciudad a unos 85 metros de altura y llegar al histórico y legendario Cerro de la Bufa. Yo, por mi parte, cargado con seis o siete "pedruscos" -entiéndase "minerales" comprados en la tienda de la mina- bajé hacia la Catedral, llegué al hotel, los dejé en nuestra habitación y subí "a pata" hasta la cima por la Calle del Ángel. Con Nati de nuevo subimos hasta el Crestón de la Bufa (a unos 2.600 m) -que se llama así porque allí el aire "bufa" como si estuviera saliendo de un fuelle-, bajamos hasta el raquítico Mausoleo de los Hombres Ilustres de Zacatecas, volvimos para ver de nuevo, y hacernos fotos con las estatuas ecuestres de los 3 héroes victoriosos de la Toma de Zacatecas (los generales Pancho Villa, Felipe Angeles y Pánfilo Natera), llegamos hasta el templo de Nª Sª del Patrocinio que hay allí, ascendimos hasta un Observatorio Astronómico que se encuentra en otro crestón del monte y hasta nos adentramos un poco, a través de la montaña, por la ruta del Via Crucis. Y todo esto bajo un sol achicharrante. ¡Como véis estamos en forma!
Y no vimos el Museo de la Toma de Zacatecas, que está allí en la esplanada del cerro, porque estaba cerrado por reformas y lo están preparando para el centenario del próximo año, dado que la toma de la ciudad, que acrecentó aún más la fama de Pancho Villa y de sus villistas revolucionarios, aconteció en 1914.
 
Bienvenidos a Aguascalientes
Región de Tesoros Coloniales
¡Que le vaya bien!
Bajando por la Ruta Virreinal llegamos en unas 3 horas a la industrial y próspera Aguascalientes, sin duda el ejemplo en el que debiera mirarse Méjico. Una ciudad cómoda, apacible, abarcable, con espacios abiertos y calidad de vida, con consumo y hasta con lujo. Y limpia, con taxímetros, sin atascos, con una bonita plaza y catedral, bellos edificios coloniales de una sola planta y buenos museos. Podríamos añadir que Aguascalientes tiene, por ejemplo, mil casas coloniales de bella factura, Zacatecas veinte palacios virreinales y Madrid, a nivel de viviendas privadas, pues otros veinte o treinta palacetes en la Castellana y en el Viso si llegan. Esa es la diferencia, a grandes rasgos, entre las tres. Estas mil bellas casas coloniales no las "huele" toda España ni en pintura. Ya quisiéramos nosotros esta magnificencia arquitectónica en España. ¡Oiga, que es que no la hay! Que la riqueza estaba en la Nueva España, no en la piel del toro. Y la que llegaba a nuestros lares nos la gastábamos en Armadas Invencibles, guerras y otras zarandajas.
Y con avenidas grandes de edificios uniformes de sólo dos pisos y con andadores (calles peatonales o semipeatonales donde no hay posibilidad de aparcar) por aquí y por allá. En fin, que los aguacalenses pueden sentirse orgullosos de su ciudad. Además, la Aguascalientes que hemos visto tenía un ritmo febril ya que en 3 ó 4 días empezará aquí la Feria de San Marcos con, entre otras cosas, 20 días seguidos de corridas de toros, a lo San Isidro.
"La Villa de la Asunción de Aguascalientes, fundada en 1575, fue nervio vital de las primeras rutas hispánicas que dieron pie a la  colonización y, posteriormente, al surgimiento de centros de producción minera, agrícola y comercial de la región, y se estableció como una villa defensiva con un presidio para proteger la ruta de la plata que atravesaba el peligroso territorio chichimeca".
Así se lee en el Museo Regional de Historia, el primero de los cuatro que visitamos en la ciudad. En este pequeño museo conocimos nuevos datos del sanguinario Nuño de Guzman, "el español malo" ¿recordáis?. Hélos aquí:
"En 1529 Nuño emprendió la exploración del Reino de Nueva Galicia acompañado por 300 españoles, 8.000 indígenas y un pequeño grupo de frailes franciscanos, y lo gobernó de 1531 a 1536. Exploró y conquistó en 7 años casi la tercera parte de Méjico pero su empresa estuvo siempre bañada en sangre y las quejas fueron tantas que la Corona Española resolvió enjuiciarlo y envió al licenciado Diego Perez de la Torre para investigarlo, quien lo encontró gravemente responsable, le quitó el gobierno de la provincia de la Nueva Galicia y lo remitió preso con grilletes a España, donde murió encarcelado en el Castillo de Torrejón de Velasco en marzo de 1544.
La táctica de guerra de Nuño consistía en sitiar los poblados indígenas, apropiarse de los cultivos, arrasar e incendiar las poblaciones, torturar y atormentar a los caciques nativos para así obtener información sobre sus riquezas y las de otros reinos indígenas."

El segundo museo al que fuimos fue el Museo Nacional de la Muerte, alias Museo de los Muertos. 
"No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre adelante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre" (Stefan Zweig)
No cabe duda que los mejicanos le han hecho siempre caso a Zweig. Todo lo que se relacione con su obsesión favorita -la muerte- está presente en este museo. En la primera sala (Mesoamérica) hay vasijas de barro con esqueletos, máscaras y urnas funerarias, familias de calaveras, hombres muertos, cráneos rituales, esqueletos sentados, figuras sentadas sobre calaveras, figurillas del dios Xolotl y de Mictlan (dios del inframundo), etc. En otra sala (Artesanías con esqueletos y calaveras) hay numerosos juguetes, máscaras, miniaturas, calaveras de azúcar y el famoso esqueleto de la coqueta Catrina mirándose al espejo y acompañada de los siguientes ripios:

Bella, coquita y juna,
el reflejo de tu rostro asusta;
quizás puedas ver mi nuca,
pero en mi espejo,
tu sonrisa nunca.

Cuadros de diversos pintores relacionados con la muerte en la Sala "Plástica y Gráfica Contemporánea" y "Representaciones de la Muerte en el Extranjero" en otra sala (con San Pascualito, el santo que se fundió con su esqueleto en el delirio de un enfermo, el Niño de las Suertes, La Virgen de la Buena Muerte y el Árbol de la Muerte, un candelabro con esqueletos) completan este curioso museo que alberga más de 2.000 piezas relacionadas con la simbología de la muerte.

Otro buen museo es el de José  Guadalupe Posada en el Jardín El Encino. Posada es el genio mejicano de la estampa, un caricaturista y grabador extraordinario (1852-1913) nativo de Aguascalientes. El museo acoge su rica colección de grabados y placas de 1890 a 1912, entre los que destaca el conocido esqueleto ecuestre del Caballero de la Triste Figura, una de las calaveras más famosas elaboradas por Posada.
Los versos que acompañan a la original calavera quijotesca no tienen desperdicio. He aquí algunos:
Esta es de Don Quijote la Primera,
La Sin Par la Gigante Calavera.
A confesarse al punto el que no quiera
En pecado volverse calavera.
Sin miedo y sin respeto ni a los reyes
Este esqueleto cumplirá sus leyes.

Aquí está de Don Quijote
la calavera valiente,
dispuesta a armar un mitote
al que se le ponga enfrente.
Ni curas ni literatos
ni letrados ni doctores,
escaparán los señores
de que les dé malos ratos.

De mi potente pujanza,
nadie escaparse podrá
pues al filo de mi lanza
hay que perder la esperanza
de que alguno vivirá.
No hay pues que hacerse ilusiones
y prevenid la mortaja,
pues tengo las intenciones
de rellenar los panteones
de muertos con o sin caja.

Entre las extraordinarias calaveras de Posada destaca también la de "La Catrina", hecha para ridiculizar a las hermosas garbanceras, empleadas domésticas que se vestían con presunción:

Hay hermosas garbanceras,
de corsé y alto tacón;
pero han de parar en calaveras,
calaveras del montón.
Gata que pintas chapas,
con ladrillo bermellón;
la muerte dirá: "no escapas,
eres cráneo del montón"
O la calavera de Emiliano Zapata, con estos ripios:
Triste y de mala manera
sin decir a nadie "abur"
se fue el Átila del Sur
a volverse calavera.
La muerte sin compasión
cargó con el General
que en Morelos fue fatal
y hoy es hueso del montón.
"Ya se volvió calavera
(Zapata reflexionó)
"Genovevo de la O
titulado el Hombre Fiero"

Finalmente, en el Museo de Aguascalientes, vimos una serie de bellos cuadros del brillante pintor local Saturnino Herrán, que murió con tan solo 31 años.
Mencionemos también el elegante Templo de San Antonio, al lado de nuestro hotel, edificado con bloques alternativos de cantera rosa y amarilla, y que se yergue en medio de la calle Zareagoza; la Catedral barroca bien restaurada con sus dos torres gemelas; el también barroco Palacio de Gobierno de 1665, con sus murales representando la historia del Estado; el evocador Jardín del Encino en el Barrio de Triana, conteniendo la peculiar y milagrosa imagen del Cristo Negro, que según la leyenda surgió de un tronco quemado de encino hacia 1744; el magnífico Jardín de San Marcos con su bello templo; el largo "andador" Arturo Pani; la casi peatonal calle Madero; y la Casa de la Cultura que, desde su nacimiento en 1625 hasta ahora, ha servido de ¡atención!: casa de prominentes familias, colegio de niñas, convento de monjas, seminario, cuartel villista (de 1914 a 1917), talleres de artes y oficios, escuela correccional, escuela federal y desde 1965 actual Casa de Cultura. ¿Hay quién dé más?

 Nuestra siguiente ciudad virreinal a visitar fue San Luis del Potosí, a unas 3 horas de viaje desde Aguascalientes y en camino hacia la Sierra Madre Oriental ya que nuestro propósito es llegar al pintoresco y legendario pueblo de Real de Catorce, en el altiplano potosino.
Viniendo de Aguascalientes, la "gran vieja dama de las ciudades coloniales", la histórica San Luis de Potosí, nombrada así porque se creyó que sus minas de plata podrían rivalizar con los enormes depósitos de su homónima ciudad boliviana, nos pareció menos habitable. Tiene sí, una bella y amplia Plaza de Armas, hermosas fachadas de iglesias y Catedral (los interiores son todos reconstrucciones neoclásicas típicas y tópicas del siglo XIX que reemplazaron a los ricos retablos barrocos confiscados por la Reforma y luego destruidos o desaparecidos), magníficas plazas (cinco de ellas en el centro histórico), un parque (El Alameda) inundado de cagadas de palomas en asientos y farolas, un bello Museo-Casa Manuel Othon, el poeta local que escribió aquello de: "Yo soy la voz que canta en la profunda soledad de los montes ignorada...", un jardín (el de San Francisco), un teatro, (el de la Paz), una moderna calzada y una bonita basílica menor (la de Guadalupe), una larga calle peatonal y algunos pequeños museos. Pero todo ello más feo y descuidado que en Aguascalientes.  
Para llegar al famoso Real de 14 tuvimos que madrugar porque no hay autocar directo desde San Luis. Así que cogimos el "Sendor Transportes del Norte" de las 8 de la mañana, llegamos dos horas y media después a Matehuala y abordamos otro autobús de la misma compañía ("Somos los únicos que van a Real de Catorce") una hora después para arribar hacia la una de la tarde al mítico pueblito.


"Bienvenidos al Real de Catorce
Real de Álamos de la Purísima Concepción de los 14.
Fundado por Real Cesión de Tierras Hechas 
por el Marqués de Ladereyta en 1639
y confirmado por Real Cédula del Rey Carlos III en 1767"

Todo es singular e insólito en este pueblito de 1.100 habitantes. Empezando por su entrada: 22 km de camino hecho piedra a piedra (al igual que todas las callejuelas del pueblo) y atravesando después un túnel -que parece una mina- de 2,3 km de longitud en una sola dirección, hecho a pico y pala. Para ello, todos los pasajeros tuvimos que cambiar del autocar a una camioneta más pequeña, que es la que cabe por el angosto túnel. Insólita y singular es también su ubicación en las faldas mismas de la Sierra de Catorce a 2.756 metros de altitud, así como su historia, paisajes, alrededores, magia, "energía espiritual" y decadencia.
La leyenda del Real empezó en 1773 cuando se descubrió una veta de plata de buena ley a la que pusieron por nombre "La Descubridora" y a la que siguieron muchas más. A fines del siglo XIX vivían ya 40.000 personas en el pueblo y unas 10.000 trabajaban en las minas. Había opulencia, plata en abundancia, un montón de minas, una plaza de toros, un anfiteatro para peleas de gallos, una casa de la moneda para acuñar reales, una bella iglesia, una línea ferroviaria a 14 km para llevar la plata a Veracruz... y hasta un camino empedrado para entrar a la ciudad que es probablemente el más largo del mundo. ¡Así de chulos eran entonces!
Y, de repente, Real, como se la conoce, se convirtió en un "pueblo fantasma", que ahora vive sólo del poco turismo que aparece por aquí. En parte se debió al precio de la plata, que se desplomó a partir de 1900, y en parte porque la Revolución (1910-1920) hizo aquí mucho daño
y los ricos hacendados mineros "volaron". Hoy, de todo aquel esplendor de antaño, sólo quedan ruinas, hermosas ruinas en casi el 90% del pueblo.
¡Ah! y lo de "14" viene del hecho de que los indios mataron aquí a 14 soldados españoles alrededor de 1700. Y lo de la "Purísima", porque es la patrona del pueblo. 
Aunque hay que reseñar que a quien más veneran aquí es a "El Charrito", como llaman con cariño los devotos a la imagen del siglo XIX de San Francisco de Asís, fácilmente comprobable en la sacristía de la iglesia por la gran colección de "retablos" o exvotos donados por peregrinos agradecidos y que cubren casi por completo toda la habitación. Hasta hay uno de una española -nos imaginamos- que da gracias al santo por no haber fusilado a su marido en nuestra Guerra "Incivil" y en el que se distingue perfectamente al preso siendo llevado por una pareja de la Guardia Civil.
Por cierto que la iglesia de estilo neoclásico y de bella factura se construyó con aportaciones de plata de los mineros y ha sido muy bien restaurada y redecorada. Como anécdota, tiene un curioso piso de enormes tarimas removibles de madera de mezquite.
Mencionemos de nuevo el Túnel Ogarrio construido e iluminado interiormente, según nos dijeron, por un ingeniero español del mismo nombre de 1897 a 1901 y que se usa, desde entonces, como acceso al pueblo, primero con un tranvía tirado por mulas, después por un tranvía eléctrico y ahora con una camioneta. El portero, a la entrada, avisa con su walkie-talkie en qué dirección se puede pasar ya que el túnel es unidireccional.

De las caminatas -Caminos de Piedra, Magia y Esplendor- que los turistas vienen a hacer por estas montañas reseñemos las tres que hicimos nosotros:
1) La Ruta del Pueblo, la más corta, de una hora y pico de duración. Se visita el panteón-cementerio y la capilla de Guadalupe anexa en las afueras del pueblo, se sigue por las ruinas de la plaza de toros, el paredón de al lado destinado a las ejecuciones, el palenque para peleas de gallos -una especie de anfiteatro romano restaurado en 1970-, la Casa de la Moneda, la Plaza de Armas, el Jardín Hidalgo y todas y cada una de las callejuelas del pueblo que se quiera.
2) La Ruta del Pueblo Fantasma, de unas dos horas, que se inicia desde la entrada del túnel para tomar un sendero sinuoso lleno de polvo que serpentea montaña arriba. Se pasa por las ruinas amuralladas -muros de contención para la lluvia- de lo que fue la mina de la Purísima Concepción y se llega a la cima donde están las impresionantes ruinas del pueblo: grandes edificaciones, tiros de minas, un pozo enorme y profundo, y cuartos para guardar pólvora. Al parecer aquí construyeron sus casas mineros y capataces para estar más cerca de las minas a las que iban a trabajar. Las vistas panorámicas desde el Pueblo Fantasma son impresionantes. Esta ruta era también la antigua entrada al pueblo antes de que existiera el túnel.
y 3) La Ruta del Quemado de unas 5 horas de duración (3 subiendo y 2 bajando) que hicimos a caballo con "el guía Bernardino y su borrico". La subida al cerro Quemado es magnífica, adentrándose por paisajes áridos, secos, desérticos, tanto llanos como montañosos de la Sierra Madre y pasando de montaña a montaña, de ruinas de minas a manantiales de agua, de acueductos a álamos, yucas o palmas, de montañas magníficas a valles esplendorosos. Millones de plantas crecen por aquí, unas curativas y otras no, según Bernardino, y nos enseñó dos de ellas: la Flor de Castilla o la cimarrona, y la Flor de San Nicolás o la garañona. Al final divisamos ya el Cerro Quemado en forma de elefante y hacia allí nos dirigimos. Un poco más arriba vimos la Estación de 14 -la plata iba de la mina del Pueblo Fantasma a esta estación camino de Veracruz-, el Valle del Desierto y el Cerro de la Bufa. Seguimos subiendo y dejamos los caballos a descansar mientras encarábamos "a patita" la última "subidita" al Cerro Sagrado del Quinto Sol, que es como llaman los indios huicholes al Quemado. Hasta aquí peregrinan para encontrar su planta sagrada, el peyote (un cactus alucinógeno). Estábamos en plena reserva ecológica Wiricuta en el llamado Desierto del Catorce. Los huicholes vienen hasta aquí desde sus tierras al norte de Jalisco y atraviesan desiertos y montañas (hasta 400 km, ¡qué bárbaros!) para hacer sus ofrendas y ceremonias. Según Bernardino, los huicholes comen el peyote en cada ceremonia que hacen, igual que los católicos toman la hostia. Llegamos a la cima donde se ubica el santuario o centro ceremonial de los indígenas, con su altar, su Dios en relieve, la Virgen de Guadalupe "porque también son católicos" y un pequeño "cerrito con ofrenditas". Allí extasiados por la belleza ¡ay, qué pasada, qué paisajes!, disfrutamos de las vistas, y "agarramos la suficiente energía" para el camino de vuelta.
Y además está la Ruta del Cerro Grande -la más larga (unas 7 horas) que lleva a ese cerro, el más alto de por aquí (3.180 m)- o el espectacular descenso a la Estación de 14 (14 km) y más allá, al puro desierto, para los que quieran "aventurarse por la Sierra del 14, seguir la ruta de los antiguos gambusinos o buscones de vetas y conocer antiguos vestigios mineros".

Hoy viernes 19 de abril hemos vuelto a San Luis y mañana viajaremos hasta Guanajuato, en lo que será el último tramo de nuestro viaje.







"DALÍ. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas", en el Museo Reina Sofía


DALI-El espectro del sex appeal


L.M.A.

El próximo jueves 25 de abril  se presentará la exposición "DALÍ. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas". En la inauguración, presidida por la Reina estarán presentes la comisaria es Montse Aguer; el comisario general de la exposición, Jean-Hubert Martin; el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel; el presidente de la Fundación Gala-Salvador Dalí, Ramón Boixadós, y el director de comunicación de abertis, patrocinador de la muestra,  Juan María Hernández Puértolas. Una vez finalizada la rueda de prensa se realizará un recorrido con los representantes de los medios.

En esta ocasión única se van a reunir más  de 200 obras procedentes de importantes instituciones, colecciones privadas y de los tres depositarios principales de la obra de Salvador Dalí: Fundación Gala-Dalí (Figueres), Salvador Dalí Museum de St. Petersburg (Florida) y Museo Reina Sofía (Madrid), que de esta forma aúnan esfuerzos para ofrecer al público lo mejor de sus fondos. Contribuyen a su excepcionalidad préstamos de instituciones de primer orden, como el MoMA (Nueva York), el Philadelphia Museum of Art, la Tate Modern o los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica. El público podrá  contemplar alrededor de una treintena de obras que nunca antes se han visto en España.

La exposición se propone revalorizar al Dalí pintor, pensador, escritor y creador de una particular visión del mundo. Las diferentes secciones contendrán, además de las pinturas y los dibujos, material documental, fotografías, manuscritos del propio Dalí, revistas, películas y filmaciones de enorme importancia para entender el complejo universo del artista.







Museo Internacional de Arte Naíf de Santa María la Real de Nieva, Un proyecto en marcha



pintura de Manuel Moral


Julia Sáez-Angulo

         Todo ha partido de una colección de pintura de arte naif del matrimonio Paula Aragón Resa y Ramón Rodríguez Andión. Más de cuatro centenares de cuadros que se albergan en la parte baja del Rincón Naif, una casa de alojamiento rural situada en Santa maría la Real de Nieva, situada en la provincia de Segovia.

Pero los dueños tienen un proyecto ambicioso, denominado “La Casa de los Cuadros” para la creación de un Museo Internacional de Arte Naíf de Santa María la Real de Nieva, con una hoja de ruta muy diseñada: primera fase: Puesta en valor de la colección de Pintura Naíf (así escriben la palabra francesa); segunda, Progresiva implicación institucional y social; tercera, creación de un Museo Internacional de Arte Naif.

Entre tanto son muchos los artistas naif que están recibiendo cartas de los organizadores, en las que se les solicita el permiso para reproducir sus obras. Se les pide “la cesión de los derechos de propiedad intelectual de la(s) obra(s) que forma(n) parte de nuestra colección en beneficio de Rincón Naif y del Futuro Internacional de Arte Naif de Santa maría la real de Nieva”.

“Me parece bien que surja todo lo que sea promocionar el arte naif en España y el exterior”, dice Mercedes Barba (Fuenlabrada de los Montes, Badajoz, 1923), una de las pintoras naif más conspicua del panorama español en este campo, que ha recibido una de las cartas. Lo mismo opinan los hijos de Manuel Moral Mozas (Torredelcampo, Jaén, 1908 – 1989), el pintor que donó su propia colección para crear el primer Museo Internacional de Arte Naif en el palacio de Villardompardo en Jaén.

pintura de Mercedes Barba

La Galería Éboli en Madrid es la más reconocida y especializada en el arte naif. Recientemente ha celebrado su certamen anual de arte naif en Europa, en el que participan numerosos artistas de distintas procedencias. La Galería Éboli, situada en las caballerizas del madrileño palacio de los Guzmanes  está dirigida por Amalia Fernández de Córdoba, que es a su vez pintora naif.

La villa de Santa María la Real de Nieva cuenta en la actualidad con unos 550 habitantes. Fue fundada en 1395 por el rey Enrique III, por intercesión de su esposa Catalina de Lancaster, como consecuencia de la milagrosa aparición de la Virgen Santa maría al pastor Pedro Amador, suceso que dio lugar al hallazgo de una talla de la Virgen en la colina donde se emplaza el pueblo.

pintura de Amalia Fernández de Córdoba




Víctor Márquez Pailos, Un ensayo que revela las humildes verdades de un monje de Silos



L.M.A.

“La Santidad de lo cotidiano” es el  título del nuevo libro publicado por Arcopress, obra del prior del claustro de la abadía Benedictina de Silos, Víctor Márquez Pailos. Se trata de un libro realmente curioso, en gran medida por la personalidad y el poliédrico perfil de su autor, ensayista, poeta y ayudante de cocina en el monasterio donde vive.   El libro está editado por Arcopress.

De una solidez intelectual que apabulla (no maneja tan solo materias y autores de rancia tradición, sino también influencias y nombres contemporáneos, como José Hierro, Valente o Antonio Colinas), nos brinda un texto que se lee con delectación, sin prisas, con la pausa y la calma que en estos tiempos de vértigo y premuras tanto se echan en falta.

Las cuestiones que aborda son, a la postre, las que nos conciernen desde los albores de este mundo: el sentido de la vida humana, la búsqueda de la felicidad, cómo ser fiel a uno mismo sin dejar de serlo a los demás... Ahora bien, la mirada que proyecta sorprende gratamente, pues rompe con cualquier estereotipo previo sobre lo "eclesial", y reconcilia al más escéptico con una religiosidad que no da la espalda a la realidad presente, sino que, muy por el contrario, se empapa de ella y aspira a debatir y aportar soluciones; aunque sea desde la aparente distancia de un claustro románico, cuyo silencio, quizá, ayuda a verlo todo en su justa perspectiva.

Una obra, en suma, insólita y estimulante, que cuenta además con una portada que, a decir de cuantos la han visto, no carece de encanto y transmite fielmente lo que el libro encierra.

Víctor Márquez Pailos (Gijón, 1968), monje benedictino en la abadía de Silos, es ensayista y poeta. Licenciado en Filología clásica por la Universidad de Oviedo, en Estudios Eclesiásticos por la Facultad de Teología de Burgos y en Filosofía por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 1991 ingresa en la Abadía benedictina de Santo Domingo de Silos (Burgos). En su seno ha venido desempeñando desde entonces diversas tareas, como celador de novicios, profesor de Filosofía, limpiador de la hospedería, ayudante  de cocina, responsable de la revista Glosas silenses y Prior del claustro.

Ha publicado El rostro de la soledad (2009), Cartas desde el silencio (2010) y, con el periodista Jesús Fonseca, Conversaciones en Silos (2011). Columnista dominical en El Comercio (Asturias) y La Razón, es asimismo cofundador de Silos, punto de encuentro y vicecanciller honorario de su escuela de pensamiento.

ISBN: 978-84-96632-89-9
176 páginas
Rústica • 14,5 x 22 cm












CICLO “SINGULARES”:
SEIS MUJERES CONTEMPORÁNEAS
QUE HICIERON HISTORIA

*LOU ANDREAS-SALOMÉ, por Antonio Pou

*ROSA LUXEMBURG, por Anna Caballé

*GERTRUDE STEIN, por Esteban Pujals

*ALMA MAHLER, por Almudena de Maeztu

*VIRGINIA WOOLF, por Laura Freixas

*CLARA CAMPOAMOR, por Margarita Borja

Entre el 23 de abril y el 14 de mayo, en su sede de Madrid, la Fundación Juan March (www.march.es, también Facebook y Twitter:@fundacionmarch) ofrece un ciclo de seis conferencias (SINGULARES), dedicado a otras tantas mujeres singulares. Mujeres, unas y otras, que nacidas en la segunda mitad del siglo XIX, desarrollaron sus singulares vidas en el siglo XX. Este ciclo intenta ofrecer una aproximación a algunas de las más carismáticas protagonistas de este tiempo, a media docena de mujeres que hicieron historia. Estas seis mujeres son Lou Andreas-Salomé, Rosa Luxemburg, Gertrude Stein. Alma Mahler, Virginia Woolf y Clara Campoamor.



*Martes, 23 de abril: Antonio Pau, Lou Andreas-Salomé, una mujer sin debilidades.
*Jueves, 25 de abril: Anna Caballé, Rosa Luxemburg, la energía ilimitada.
*Martes, 30 de abril: Esteban Pujals, Gertrude Stein: la vida de una obra.
*Martes, 7 de mayo: Almudena de Guzmán, Alma Mahler: la mujer y su mundo.    
 *Jueves, 9 de mayo: Laura Freixas, Virginia Woolf: huerto, jardín y campo de batalla.
*Martes, 14 de mayo: Margarita Borja, La utopía pura de Clara Campoamor.



Sobre Lou Andreas-Salomé escribe Antonio Pau, ensayista, biógrafo y traductor: “El poeta Rainer María Rilke dijo de ella: ‘Es una zarza ardiente’. Incendió con su fuego a los demás, que ardieron, pero ella no se consumió nunca. Ardieron los filósofos Paul Rée y Friedrich Nietzsche, el político Georg Ledebour, el médico Friedrich Pineles, el escritor Richard Beer-Hofmann, y otros muchos. Pero entre tanta destrucción que provocó a lo largo de su vida, se alza la figura de Rilke, que ella modeló y contribuyó a hacer un gran poeta. Los versos de Lou Andreas-Salomé emocionaron a Nietzsche y sus teorías psicoanalíticas asombraron a Freud. Pero Lou Andreas-Salomé ha pasado a la historia como un símbolo: el de la mujer libre”.


Sobre Rosa Luxemburg escribe Anna Caballé, profesora titular de Literatura Española de la Universidad de Barcelona y responsable de la Unidad de Estudios Biográficos: “Rosa Luxemburg (o Luksenburg) nació en 1871 en la ciudad polaca de Zamosc (dominada entonces por la Rusia zarista) pero al poco tiempo su familia, judía, se trasladó a Varsovia donde la pequeña Rosa fue testigo de los primeros progromos sufridos en el gueto de la capital polaca, y en su propia calle: la calle Zlota. Luksenburg se convertiría en una autoridad intelectual y en una celebridad en el seno del mundo obrero por la autenticidad de su pensamiento. ¿Reforma o revolución? La gran pregunta en el seno de los partidos socialistas ella la resolvía con claridad: ¡ambas cosas! El activismo político de la gran pensadora  polaca, defensora de la huelga general como arma de combate y convencida pacifista, le ocasionó sucesivas detenciones y largas estancias en la cárcel que combatía estudiando, escribiendo su importante obra, manteniendo correspondencia con intelectuales de toda Europa, cultivando sus herbarios y creando pequeños jardines junto a las celdas. Su energía era ilimitada. Murió asesinada en 1919”.

        
Sobre Gertrude Stein escribe Esteban Pujals, profesor titular de literatura inglesa en la Universidad Autónoma de Madrid: “En el caso de Gertrude Stein se diría que en el conjunto unitario constituido por su obra y por su vida ambas se corresponden y completan como el símbolo del ying-yang: la sensación de rareza que experimentamos ante la obra parecería equivaler a una sensación análoga de extrañeza ante la información, poca o mucha, sobre las circunstancias de la vida. Lo que esta aparente armonía de rarezas ha venido a consolidar es una noción de normalidad tras la que se agazapa el formidable prejuicio que durante cerca de un siglo ha impedido comprender la ambición de Stein como escritora y su muy considerable contribución a la cultura literaria y artística de nuestros días”.

Sobre Alma Mahler escribe Almudena de Guzmán, investigadora en temas de arte y música: “La figura de Alma Mahler es una de las más polémicas del siglo XX. Para los hombres, fue una mantis religiosa que explotó a sus amantes antes de extraerles su genio creativo; para los judíos, una antisemita que abrazó la causa del nazismo; para las feministas, una compositora en ciernes que quedó frustrada por un marido opresor; para los nazis, una libertina que se casó con dos judíos. Todas estas apreciaciones, aunque ciertas en parte, no consiguen explicar quién fue en realidad esta caleidoscópica mujer que no pintó, pero vivió rodeada de arte; que casi no escribió, pero fue fundamental en la vida literaria vienesa; que apenas compuso, pero figura con letras mayúsculas en la historia de la música. El recorrido a través de su vida es, pues, un viaje a través del siglo XX, con sus inmensos logros artísticos de ruptura y vanguardia, pero también con sus horrores y miserias. Un mundo en el que ella figuró, si no como protagonista, al menos como estrella invitada”.

Sobre Virginia Woolf escribe Laura Freixas, editora, escritora, traductora y crítica literaria: “La figura de Virginia Woolf, lejos de olvidarse y desvaírse, crece con el tiempo. Sin duda ello se debe a dos motivos. Por una parte, a su variedad, fertilidad, riqueza. Woolf no es solamente una exquisita modernista, creadora de belleza en sus novelas y cuentos; es también una pensadora, cuyas reflexiones sobre el arte –la relación de la creación con las condiciones materiales, los límites de la representación, las mujeres como objeto y sujeto de la literatura…- están del todo vigentes. Al mismo tiempo, y ese es el otro motivo que explica su actualidad, Woolf es un icono muy poderoso (por su fama y su sólido prestigio), pero también ambiguo. ¿Escritora elitista o autora popular? ¿Defensora de la tradición o vanguardista? ¿Artista encerrada en su torre de marfil, o intelectual comprometida? ¿Casta esposa victoriana, u homosexual?... Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta clara, lo que ha permitido a los más diversos grupos reivindicar a Woolf. Y así es como el exquisito jardín modernista en el que florecen obras tan refinadas como Al faro, Orlando o Las olas es  también un fértil huerto que acoge textos robustos  -“El señor Bennett y la señora Brown”, Una habitación propia, Tres guineas… - y a la vez, un campo de batalla en el que se afrontan muy distintas causas”.


Sobre Clara Campoamor escribe Margarita Borja, poeta, autora, directora y productora de teatro: “El debate del sufragio femenino en las Cortes de 1931 es hoy una sucesión de textos, vaciados de imágenes documentales, de cuya lectura brota un apasionante juego escénico, pautado en tiempos de exposición, nudo y desenlace propios del teatro clásico. Clara Campoamor, alzada en el ojo del huracán, consigue irradiar y conmover. El hemiciclo, hasta ese momento de representatividad masculina exclusiva, pese a los avances de las españolas en la sociedad, se transforma por su intervención en el lugar desde el que afloran las tesis que defiende frente a poderosos antagonistas, incluida su compañera, la abogada Victoria Kent. Como todo acto utópico puro, la situación desencadena retahílas dramáticas de traiciones y lealtades, tesis contrapuestas y vibrantes ritmos y formas estéticas, hasta desembocar en otra cruel paradoja de la historia. La utopía de la dignificación del sexo femenino, lograda en su tiempo y en su generación por la consecución del derecho al voto, se revierte para ella en el no lugar del aislamiento y el exilio.”



Una vez celebrado el acto, puede escucharse el audio de las conferencias en el archivo sonoro de la página web de la Fundación, donde están recogidas más de dos mil conferencias pronunciadas desde 1975 en la sede de la Fundación Juan March en Madrid.