Julia
Sáez-Angulo
El
pintor aragonés, residente en Alcalá de Henares, Miguel Lisbona prepara una próxima
exposición Pintura Abstracta (2012 – 2017) en Madrid, con una selección de sus
cuadros realizados durante el pasado lustro. Con colores de toda la paleta
artística, el autor muestra una obra expresiva, gestual, vivaz y coherente que,
desde los colores cálidos, en las piezas más recientes, se concentra en las
sutiles gamas del gris, entre los infinitos bordes del blanco y el negro, con
resultados satisfactorios.
Admirador
del expresionismo abstracto americano, con Marc Rothko a la cabeza en cuanto a
las preferencias de Miguel Lisbona Giménez (Alforque, Zaragoza, 1950), el autor
parte de la mancha y se guía por la intuición de la emoción y el gesto, que
acaba inexorablemente en formas cromáticas expresivas, sin apenas alusión a la
figura, si bien es consciente de que la obra escapa al pintor, una vez que sale
del taller y cae ante la mirada creativa de los espectadores.
De
vez en cuando parecen colarse algunas letras, líneas o grafitis en ciertas
piezas. El azar juega su contribución colaboradora, cuando el artista conoce el
oficio y sabe conducir la mano con pulso sabio, con ritmo firme y acertado, con
el dominio que suele recabar la experiencia. El escritor argentino Jorge Luis
Borges decía que llamamos azar a la serie de causalidades que se enlazan y no
acabamos de comprender, pero que contiene una lógica interna no tan sorpresiva
como a primera vista pudiera parecer.
El
arte es libre en su ejecución y también ha de serlo en su mirada e
interpretación. Hay que dejar a los visitantes de una exposición que miren sin
miedo e interpreten con libertad. Unos, guiados por la tradición figurativa de
su educación, ven vagas alusiones antropomórficas, zoológicas e incluso
geométricas en la obra de Miguel Lisbona: unos ojos, una figura humana, una
ola, una playa, un horizonte… No olvidemos que la abstracción lírica o
expresionista tiende con frecuencia a acercarse al paisaje.
María
Zambrano, buena teórica en el arte sobre el sueño creador y la razón poética,
afirmaba, que “una pintura, por acabada que esté, siempre se está haciendo”, en
el deseo del autor, en el pensamiento de cada uno de los espectadores de la
misma.
Un químico de formación
Pincelada,
gesto, textura, espacialidad, sentimiento, emoción… todos estos conceptos se
debaten en los grandes formatos de la obra de Miguel Lisbona, un químico de
formación académica y un pintor desde la infancia. Un dibujante figurativo
excelente, donde el retrato cobra un protagonismo especial con el reto siempre
exigente del parecido con el modelo. Pero el pintor ha querido aparcar la
figuración en esta última etapa –sin descartar que algún día pueda volver a
ella- para adentrarse en los amplios campos de color, en las geografías de la
pintura, en la pintura/pintura per se. En definitiva, en el acto de pintura,
libre de toda dependencia orgánica de la naturaleza. Pintura de texturas,
dripping, líneas de color o atmósferas líricas.
Miguel Lisbona tiene una sólida formación profesional,
domina las técnicas de color y aplicación; ha llevado a cabo investigación y
desarrollo de polímeros y desarrollo de procesos y operaciones industriales.
Los
materiales son importantes a la hora de trabajar, como buen químico de
formación lo sabe. La interrelación de los pigmentos, óleo, acrílico, barniz..
sobre el soporte de lienzo, lino, tabla o papel, es clave. De vez en cuando,
técnica mixta. El artista siempre experimente e investiga en busca de nuevos
efectos. Parte de un concepto, una idea, que dinamiza y motiva la acción de
pintar, en algunos casos, una serie pictórica.
El
aserto de que El Arte es un diálogo misterioso con el Universo, que
promueve enigmas, se hace patente en la pintura abstracta de Miguel Lisbona.