miércoles, 28 de febrero de 2024

GUSTAVO ADOLFO BECQUER, poeta, y su hermano Valeriano, pintor, residieron en el barrio madrileño de La Guindalera, al igual que varios pintores en el siglo XX

Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer
Uno de los chalets de la colonia de Madrid Moderno en La Guindalera (primavera 2004)


L.M.A.

        28/2/24 .- Madrid.- “Hasta hace poco más de cien años, el solar de «La Guindalera» pertenecía al extrarradio de Madrid, en campo yermo o tierras de labor pertenecientes a particulares, que se enriquecieron con la fiebre de la construcción desatada a partir de 1874, año en que comienzan en el Archivo de Villa los expedientes de edificación de la zona, que suman sesenta y cinco licencias seis años después”, cuenta Francisco Aguilar Piñal en su “Historia de la Guindalera”.

“Como estos edificios estaban situados fuera del ensanche, se concedieron los permisos sin mayor problema ni control, ya que se advertía al constructor que, en cualquier momento, «las reformas de la población podían hacer necesario un estudio de alineaciones y rasantes en aquella zona». Así, el urbanismo madrileño, tan corto de miras para el futuro que sólo atendía a los requerimientos de la Comisión del Ensanche, fue dejando hacer, sin plan alguno que enlazara las nuevas construcciones con el moderno barrio de Salamanca”.

“Con sus límites bien precisos, entre la autopista de Barajas (Avenida de América), las calles de Alcalá (entre Ventas y la Avenida de América). Camino de Ronda (hoy Francisco Silvela) entre Avenida de América y plaza de la Alegría (hoy Manuel Becerra) y el arroyo del Abroñigal (después Avenida de la Paz. M-30 y últimamente Calle 30), este barrio, con el nombre genérico de «La Guindalera», ha pertenecido sucesivamente a los distritos del Retiro, de Buenavista y de Salamanca, al que pertenece en la actualidad.En él podemos considerar cinco zonas, que corresponden a las sucesivas etapas de su formación: La Guindalera, Las Ventas del Espíritu Santo, El Madrid Moderno, El Parral y el Parque de las Avenidas”. (…)

“Hasta 1905 no acabaron de urbanizarse la Ronda (hoy Francisco Silvela) y la Plaza de la Alegría (Manuel Becerra), sin empedrar ni asfaltar, solamente «explanadas». Años más tarde. Antonio Velasco Zazo, escribía en su libro EI progreso de Madrid (1930): «Lo que hace poco eran arrabales queda dentro del término municipal, mientras el ensanche sigue y sigue hacia el campo, fijando hotelitos y villas de simpático aspecto, por donde antes sólo había tejares, vertederos y muladares…El barrio de Salamanca continúa ensanchándose, con el mismo afán de sus primeros días, llegando las calles de Serrano y Diego de León a tocar con el Camino de Ronda y La Guindalera».

    “Pero el Informe sobre la Ciudad, de 1929. es algo más pesimista, al exponer que «la urbanización del extrarradio es caótica y no pertenece a principio alguno de precisión». El mismo año de 1930 se falló un concurso internacional de anteproyectos para urbanizar el extrarradio de Madrid, provocando el aplauso del escritor Pedro Gómez Aparicio, quien asume las denuncias de que las afueras de la capital madrileña están constituidas por «una multitud caótica y confusa de edificaciones, levantadas de modo caprichoso y arbitrario, que si desde el punto de vista urbanístico constituyen un baldón, desde el sanitario son un temible peligro con su cinturón de pozos negros y sus inmundos vertederos de basuras» {Madrid germen de gran ciudad, 1932)”.

    “Esta es la triste realidad con que se van a encontrar las nuevas barriadas, al nacer sin el control de una inexistente Gerencia de Urbanismo, sin planificación municipal, ni muros penales para abusos en la construcción. Sin embargo, la vida era sosegada y amable para los venturosos habitantes de esos chalecitos alejados de la capital, incluso más allá del Abroñigal. con huerta y aire puro. Un ejemplo de esa vida nos lo cuenta Narciso Campillo de sus queridos amigos, los sevillanos Bécquer, uno pintor (Valeriano) y otro poeta (Gustavo Adolfo), que se habían trasladado a Madrid desde la vecina Toledo en 1869: «Poco más de un año llevábamos en Toledo, cuando volvimos a Madrid. Gustavo se había ido antes, y desde allí hacía la descripción, en carta, del hotelito que había visto en el barrio de la Concepción, adonde íbamos a vivir (con Julia Bécquer) con un bello jardín en la parte delantera y con una huertecita detrás, con algunos árboles frutales y los cuadros grandes de fresa rodeados de frambuesa y grosella».

    “Aclara que «Una Sociedad inmobiliaria había construido varios hoteles cerca del arroyo Abroñigal. que permanecían cerrados: alquilé yo uno. los dos hermanos tomaron el más próximo y desde entonces nuestra cariñosa amistad se trocó en unión fraternal e íntima». Del poeta escribía: «Allí se entregó con afán a su vida solitaria y contemplativa; pasaba días enteros cultivando su jardín, hablando de literatura y artes con Valeriano y los amigos que iban a visitarle, o alternando en infantiles juegos con sus pequeños hijos».

    “Pero la alegría duró poco tiempo. El pintor Valeriano murió al año siguiente, y el hermano poeta cambió su domicilio a la calle Claudio Coello. La verdad es que, todavía en 1944, en el plano de Madrid «siguen quedando grandes huecos vacíos en las vaguadas de la Castellana y del arroyo Abroñigal». Huecos que se van rellenando a enorme velocidad en los años siguientes, hasta el punto de que este «barrio 44» puede considerarse ya incorporado plenamente a Madrid, con unos núcleos de población y unos servicios de transporte que, prácticamente, lo han convertido en uno de los barrios céntricos de la capital”.

    “Brevemente, la historia del transporte madrileño comenzó con el empedrado de las calles por donde había de pasar el tranvía de Ventas, cuya línea enlazó desde 1882 este barrio con la glorieta de Embajadores, pasando por Cibeles. Atocha y Ronda de Valencia. Un 1893 nació la Sociedad Anónima del Tranvía de la Guindalera y la Prosperidad, que unió estos barrios con el de Salamanca. En 1903 comenzó la línea de Ventas a Ciudad Lineal y Cuatro Caminos, con «sala de espera» en la esquina de Alcalá. En 1904 comenzaron los tranvías a vapor desde el Paseo de Ronda al camino de Canillas, pasando por las calles Alonso Heredia, Pilar de Zaragoza, Bejar y Cartagena”

“Huerta de Don Guindo”

“A principios del siglo XIX existía en la zona Este de Madrid una huerta con una extensa plantación de guindos, cuyos frutos se vendían para su conservación en aguardiente, llamada la «Huerta de Don Guindo», mote con que se conocía al propietario. La guardesa, de nombre Isabel, se hizo famosa en la capital porque surtía de esta fruta para compotas y almíbares a los conventos de monjas. Eso, al menos, es lo que dice la leyenda”.

“Pasados los años, entre 1860 y 1864, los propietarios de aquellas tierras de labor, condes de Sevilla y Villapadierna, entre otros, se constituyeron en Sociedad con el propósito de construir casas para vivienda, aprovechando el impulso municipal de la ampliación de Madrid”.

En el barrio de La Guindalera, hoy adscrita en su colonia de chalets Madrid Moderno, han residido también diversos pintores, entre otros, Ignacio Pinazo; el escultor Gabino Amaya Guerrero (1896-1979) y su nieto pintor con el mismo nombre, Gabino Amaya Cacho (1961); El bailarín AntonioEl escultor Juan Cristóbal; la ceramista Pepa JordanaNadine de Juanla periodista Julia Sáez-Angulo; el fotógrafo Luis Magán y Susana ArreguiRamón Franco vivió también en una casa de la Guindalera, de allí salió para su último vuelo con el Plus Ultra; el poeta José García Nieto... y el poeta Enrique Gracia Trinidad que escribió un libro sobre el barrio de La Guindalera, titulado "Historias de callejón", editado por Huerga y Fierro.

Más información

https://rebeldesenlaestrelladelamuerte.wordpress.com/2010/07/27/historias-de-la-guindalera-por-antonio-y-angelines/

https://es.wikipedia.org/wiki/Nadine_Hwang

Gabino Amaya Guerrero, escultor

Gabino Amaya Cacho, pintor

2 comentarios:

Enrique Gracia Trinidad dijo...

Gracias, como siempre, querida Julia Saez Angulo por tus artículos. Y ahora por este que me lleva a los tiempos de mi niñez y juventud que transcurrieron en la Guindalera, en el Callejón de Jesús Méndez, esquina a la Av. de los Toreros, que antes llevó el nombre de Julián Marín, uno de los promotores del Madrid Moderno.
Buena muestra de ello he dejado en el libro "Historias del Callejón -El Madrid de entonces-" publicado en Huerga y Fierro, a medias con Soledad Serrano Fabre.
Tú, Julia, sabes y recuerdas mucho de la Guindalera y comparto contigo esos recuerdos.

Raúl dijo...

¡Qué grato es el recuerdo de los Bécquer! Es inolvidable para mí el retrato de Gustavo Adolfo hecho por Valeriano, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Nuevos saludos,
Raúl