“Alejandra (y otros temas becquerianos)”
Jesús Cobo
Almud Edciones.
Biblioteca Añil Literaria
Toledo, 2010
Julia Sáez-Angulo
Toledo, su mitología, magia y embrujo no podían pasar desapercibidos a un escritor de leyendas maravillosas como Gustavo Adolfo Bécquer (1836 – 1870). Ahora Jesús Cobo (Toledo, 1946) publica en una serie de pequeños ensayos sobre esta relación del poeta romántico con la Ciudad Imperial, en lo literario y en lo personal, así cómo sus relaciones con Alejandra, el último amor del vate.
La figura de Bécquer, tan estudiada por los escolares y poetas españoles e iberoamericanos es continua fuente de mira literaria como fue la novela “El poeta sin párpados” de la escritora Lourdes Ventura o la obra teatral del dramaturgo Manuel Muñoz Hidalgo “El poeta y la bruma”, que se puso en escena en el bello teatro de cámara de Alcalá de Henares.
Los nombres femeninos en torno al escritor Bécquer son varios: “Julia Cabrera, su novia sevillana; Elisa Rodríguez Palacios, frustrada novia madrileña; Josefina Espín, hermana de Julia, y, tal vez amiga y confidente de Bécquer; Casta Esteban, esposa del poeta, con quien se caso en mayor de 1861, y Elisa Guillén, invento pintoresco y travesura literaria, que no pasó de ser una curiosa contribución imaginaria de un exaltado becquerista”, se dice en la Introducción. Alejandra como nombre sin más “ha venido flotando como una nube indescifrable, sobre el recuerdo de los últimos años del poeta”, se añade.
Polémica apreciación del poeta
“La difusión y permanencia de las obras de Bécquer han parecido siempre sorprendentes” se dice al comienzo del libro. “Guillermo García-Plaja en la introducción a una antología de Bécquer, le consideraba como el más asombroso caso de supervivencia poética de nuestro tiempo”.
No es que coincida en las apreciaciones y juicios de Cobo sobre el poeta romántico, a quien en ciertos momentos minusvalora, casi como don Juan Valera que calificó a Bécquer de romántico menor. El vate sevillano toma elementos de la oralidad del pueblo para devolver a la fuente su elaboración literaria, algo así como hiciera García Lorca en el “Romancero Gitano”, al que Alberti también reprochó sus raíces populares (el propio Alberti también las tiene si se rastrea en su prolífica obra).
El libro de Cobo habla de las primeras visitas de Bécquer a Toledo, de los tiempos tranquilos de la familia en aquella ciudad según narra Julia, con sus gratas comidas campestres y las alusiones a distintos lugares y fechas, que nutren al poeta sevillano para su escritura.
El recorrido del visitante o turista por Toledo permite ver algunas placas en las que se recuerda los lugares donde Bécquer sitúo determinadas leyendas.
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