sábado, 22 de marzo de 2014

“La casa de Bernarda alba” de Lorca, en visión barroca del Teatro Español










Julia Sáez-Angulo


            Esta obra dramática de Federico García Lorca es poesía pura, de palabra y de drama. La casa de Bernarda Alba es el drama rural andaluz de primero del siglo XX, que el dramaturgo granadino plasmo con lenguaje real y poético al mismo tiempo.

Todo un prodigio de aciertos que en la nueva versión dirigida por Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica vuelve a lucir con un esplendor barroco, al apoyarse en la imaginería estética de la estatuaria. La obra se ha representado en el Teatro Español.

            Drama, convivencia y dolor puestos en pie en un escenario sobrio con la cruz y el paño de pureza del Crucificado colgado al fondo y varios santos medio desnudos en cuadros a la altura de una iglesia. Diez mujeres encerradas y en pie para hablar su ansiedad por el hombre ausente por completo en aquella casa y presente clave en la obra de Federico.

            Es el exceso y el desgarramiento al estilo de la tragedia griega.


            Drama rural de altura universal, de ecos del pasado pero símbolo de otros atenazamientos presentes. Las intérpretes son Carmen R. De la Pica como Bernarda y Chelo Vivares como Poncia. El resto del reparto: Natalia de Azárate, Alejandra Navarro, Matilde Juárez, Rocío Osuna, Irene Polo, Pastora Prada, M Luisa G Budí y Enriqueta Sancho.

            La música es parte importante de esta obra, porque con ella van a moverse los pasos de las mujeres, desde saetas o tambores para ir en procesión a un pasodoble torero o el himno nacional (quizás algo forzado). La obra se desarrolla por tanto como un balletto, con poses y pausas  de paso de Semana Santa.

            Crueldad y supervivencia se dan la mano en La Casa de Bernarda Alba. El negro del luto y el blanco de las camisas y las sábanas. Una plasticidad bien notoria.

            Tanto en Yerma como en La Casa de Bernarda, García Lorca toca temas uterinos, como si la mujer sólo pensara en su liberación por este lado biológico. Cierto que él representa dramas andaluces que ha conocido de cerca, pero le ha faltado un poco de vuelos para ver a mujeres que luchaban por su superación e independencia más allá del hombre y del matrimonio, temas que otros autores contemporáneos ya trataban.


            Volviendo a la obra representada en el Teatro Español, sólo cabe un aplauso para la dirección, que ha sido relativamente respetuosa con lo sagrado en estos tiempos que con facilidad se arremete contra lo cristiano (saben aguantar y poner mejillas), no así contra lo islámico. La cruz como apoyo y ventanal; los pasos de Semana Santa como pasión y muerte; la música como fondo ambiguo… Quizás en algunas cosas se veían acentos de Tavora.


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