Víctor Morales Lezcano
22.02.2025.- Madrid.- Desde hace algunas cuantas semanas viene recordándose en varios medios de comunicación la frase atribuida a Mark Twain (1835-1910) de que la historia no se repite, aunque con frecuencia rima.
Debido, quizás, a la sagacidad de esta frase, dos sólidas instituciones europeas, como son la germana Friedrich-Ebert y la española Real Elcano, han convocado recientemente una mesa redonda con el título de “Elecciones en Alemania: ¿cuánto nos jugamos?”, un acto de relevancia que se ha celebrado en el Espacio Bertelsmann (Madrid). En su transcurso, tanto Luise Rürup como Charles Powell, respectivos delegados de ambas instituciones, condujeron con acierto la sesión de marras; otros cuatro expertos procedieron a desarrollar sus ponencias en justo una hora y media, con diez minutos de obsequio para intervenciones cursadas por el público asistente.
Podría no resultar intempestivo recordar que el lejano 3 de septiembre de 1939, el secretario del británico Foreign Office solicitó a su correspondiente en la cancillería alemana que el Gobierno de S.M. en Londres quedaba a la espera de que el Gobierno del Tercer Reich retirara de inmediato todas las tropas alemanas que habían iniciado la ocupación de Polonia. La respuesta de Berlín a Londres fue como sigue: “(Nosotros), en consecuencia, responderemos con las mismas armas a la acción que decida emprender Inglaterra (sic)”. Procede recordar, a su vez, que la respuesta del Gobierno de S.M. en Londres fue: “A partir de este momento (alusión a la expresión alemana antes citada), los dos países se declaran mutuamente la guerra”.
Es cierto que, según el mentado Mark Twain, la historia no se repite inexorablemente, aunque haya situaciones en el ámbito de las relaciones internacionales que inclinan a pensar que puede, o no, predominar el estado de guerra entre dos o varias naciones inmersas en un supuesto orden mundial, expuesto, sin embargo, a terribles ordalías para todos los beligerantes y a algunas salpicaduras que suelen alcanzar a las potencias neutrales.
Las elecciones generales que en breve se celebrarán en la República Federal de Alemania han generado una comprensible inquietud en la opinión pública ante hechos como la crisis productiva y social que vienen sufriendo la economía y la sociedad alemanas desde el final de la era Merkel, aunque ello habría de insertarse en la inquietante fase que está atravesando no solo la Unión Europea sino también la generada por el reciente y sorpresivo rapprochement de la actual administración del Partido Republicano, que encabeza Donald Trump en los Estados Unidos, y el Gobierno de Vladimir Putin, como presidente de la Federación de Rusia desde 2012 hasta la actualidad. Súbito rapprochement, por tanto, entre las dos superpotencias que protagonizaron los dos roles supremacistas durante la Guerra Fría (1949-1990).
La ruptura de la prolongada hostilidad soviético-americana del pasado parece no cautivar, en absoluto, a la Unión Europea por un significativo concurso de factores. Véase, por ejemplo, el estado de guerra existente entre Rusia y Ucrania a partir de febrero de 2022, por no echar en olvido el sangriento capítulo que está provocando la secular enemistad entre Israel versus Palestina y viceversa.
Para finalizar esta retrospectiva de historia contemporánea del Viejo Mundo e historia del estado actual de las relaciones internacionales, reténgase el problemático estado en que se encuentra la República Federal de Alemania, causa y efecto del debilitamiento del Gobierno del SPD y la incierta posibilidad de que suceda a esta formación una coalición del partido conservador (CDU) con la ultraderecha (AfD), que está brotando con ubicuidad en suelo europeo.
Sería injusto, sin embargo, no tener en cuenta que están brotando, también, algunas iniciativas intereuropeas de ribetes solidarios suscritas tanto por parte de Bruselas, como de París, Londres y Madrid, para contrarrestar una prolongada imprevisión comunitaria, que ha contribuido con mucho al agravamiento actual de la crisis internacional que se aventura harto peligrosa.
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