24.09.2022.- Madrid
Tengo la impresión de que la exposición titulada En torno a las Columnas de Hércules sigue abierta a los visitantes hasta el 16 de octubre de 2022 en el Museo Arqueológico Nacional (España, Madrid). Esta ilustrada iniciativa museística se subtitula Las relaciones milenarias entre Marruecos y España. Dichas relaciones han dejado sus huellas desde el establecimiento del Imperio romano en todo el ámbito del Mediterráneo (mar entre tierras), durante varios siglos. Este proceso fue, si no el primero, sí, al menos, uno de los fundamentos clave de las civilizaciones que han nacido, se han expandido y, luego, contraído y deshecho al socaire del legado romano. En el caso de Hispania, el legado fue considerable y, en menor medida, lo fue también en la Mauritania Tingitana. O sea, en las dos orillas del Mediterráneo que confluyen en aguas de Gibraltar.
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La sugerente iniciativa museística a la que se acaba de aludir garantiza un provecho enriquecedor para el visitante en el madrileño paseo de Recoletos. Ello me lleva a plantear, una vez más, lo que sigue a continuación. ¿Cómo se explica?, ¿por qué profundas motivaciones dos civilizaciones, dos finisterres territoriales, de una parte, Iberia, albergue peninsular de dos países de enjundia histórica y transatlántica como son Portugal y España, ambos situados al norte del estrecho de Gibraltar y, de otra parte, el Magreb al-Aksà, o sea, la “isla” situada al norte del continente africano, ¿por qué −repetimos− vienen incurriendo con fastidiosa reiteración en perversos bucles multifacéticos, ya sean diplomáticos, territoriales, o políticos, incluso?
En la consideración de quien redacta estas cuartillas, el carácter cíclico de los malentendidos hispano-marroquíes, no solo desde 1956, sino durante los decenios transcurridos desde el inicio del siglo XXI, es un fenómeno que debe llamar la atención, no ya de los historiadores, sino de la ciudadanía que puebla las dos orillas del estrecho de Gibraltar. No en vano, tanto Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), Alfonso de la Serna (1922-2006) y Mohammed Ibn Azzuz Hakim (1924-2014), como el embajador Omar Azziman y Abdallah Laroui, entre otros insignes oráculos del pensamiento y de la investigación de cuño hispano-marroquí, han ido abriendo senderos de reflexión sobre la mutua capilaridad entre los orbes hispano y magrebí, desde, al menos, el siglo VIII; capilaridad muy “nutritiva” para las dos orillas.
Pero, cuando vuelve a repetirse en una reiterativa edición el mal entendimiento entre España y Marruecos, como viene ocurriendo, por ejemplo, desde hace un par de años entre ambos vecinos ribereños, todos nosotros, ibéricos y magrebíes, vemos con pesar e impotencia cómo, antes de ceder a la pugna o, incluso, a la mala fe, los dos vecinos territoriales no se imponen con el ejercicio de su razón, cuando se precipitan hacia sus recelosas negociaciones. Ha vuelto la hora de invocar el imperativo de razón para que se establezca un nuevo partenariado en el confín luso-hispano-marroquí, con intención de resolver, sine ira et studio, las causas de ese malentendido recidivo al que se viene aludiendo aquí, para aplicarse con ideas y recursos frescos a la inversión fecunda de todo el capital civilizatorio y cultural que Iberia y Magreb al-Aksà han ido acumulando durante siglos, capital que vincula inexorablemente a las dos orillas.
Se me ocurre apuntar que experiencias, entre otras, como la fundación y andadura del Comité Averroes hispano-marroquí, creado a mediados de los años 90 del siglo XX, y, en menor medida, el abanico de homenajes a autoridades científicas y culturales de ambas orillas que llevó a cabo el Centro Marroquí de Estudios Hispánicos, con asiento y desarrollo en Larache, o sea en una ciudad de anclaje milenario, tanto romano, como marroquí y español, fueron dos muestras de mutuo impulso cooperativo (que, ¿por qué no podrían repetirse?), felizmente financiadas por las administraciones de Rabat, Madrid y de Larache, y con valor de referentes, casi paradigmáticos, de cara al futuro.
Estas modestas líneas fluyen, por tanto, a favor de la reanudación del partenariado hispano-marroquí-larachense-andalusí. También el archipiélago de Canarias, como plataforma transatlántica, está cargado de porvenir para una próxima edición del partenariado entre las dos o tres orillas que han servido de leitmotiv a esta requisitoria. Sí, requisitoria, de un Encuentro hispano-marroquí, mediterráneo y atlántico (ya en ciernes). Con el que sellar, de nuevo, la convergencia civilizatoria y cultural de las dos orillas y que dé la espalda, con determinación, a las fijaciones obstruccionistas de otra época; aunque estas aún coleen.
Víctor Morales Lezcano
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