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domingo, 7 de julio de 2024

Crónicas alicantinas, y IV .- MEDITERRANEO, el “Mare nostrum”, el de Grecia y Roma, el de Aquiles, Ulises, Jasón y Eneas. El del Levante español




Julia Sáez-Angulo

6/7/24 .- Alicante .- Madrid.- Bañarse en aguas del Mediterráneo es como rebautizarse de Grecia y Roma. En el mismo lago y con las mismas aguas evaporadas y recuperadas en lluvias y tormentas. Es volver a ver en el horizonte las mismas franjas azules, verde esmeralda y de color vino, como señala Homero en la Ilíada o la Odisea. Es volver a sentir de cerca a los héroes y dioses que le dieron vida, leyenda, mito… Recordar, que es volver a vivir, la aventura naval de Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro, a Eneas en busca de un nuevo destino, después de dejar Troya…
        Si esta Historia y estos mitos no se estudian ahora en el Bachillerato, es porque tenemos políticos ignorantes y vacuos. En este magma mediterráneo está enraizada nuestra cultura.
“Todos somos griegos en el exilio” dejó dicho el escritor Borges y uno lo comprueba cuando estudió y tiene metido hasta el tuétano los arquetipos de su mitología que cristalizan en el teatro de Sófocles y Esquilo, todas nuestras conductas. Desde el complejo de Edipo al de Electra o el de Narciso o Medea (ahora en versión masiva masculina, porque son ellos los que matan a sus hijos pequeños para hacer sufrir a la madre). Los griegos han esculpido en mármol nuestra cultura occidental
Grecia nos dejó una filosofía rica y profunda. Roma, un potente Derecho e interminables calzadas. Grecia un teatro abarcador de la humanidad; Roma una lengua madre y fértil de numerosos lenguajes.
Mediterráneo, mar en medio de tierras, con tierras, culturas y lenguas que se han cruzado y han sostenido comercio y guerras, en una alternancia, acorde al pulso y corazón de los hombres. Comercio y batallas han forjado una cultura que llamamos occidental, que ha conformado nuestro pensamiento y actuación.
Volver a sentir el eco del Mediterráneo clásico en el batir de las olas espumosas, en el frescor tibio de sus aguas besando los pies y los tobillos de quienes se acercan a ellas, es sentirse dueña de una historia y una cultura que nos pertenece. Presentir las furias y las erinias vengadoras o el enfado del mismo Plutón en días de viento y tormentas.
Saborear el aceite virgen de Palas Atenea junto al pan moreno o los salazones, traídos antaño por navegantes procedentes de no lejanas orillas del mismo mar. Esa rica gastronomía de la dieta mediterránea, reconocida por la UNESCO como Bien Cultural de la Humanidad, se disfruta de decenas de chiringuitos como el Cranc (cangrejo en valenciano) de Altea, donde tomamos pulpo, calamares, ensaladas de huerta cercana, esgarraet, con pimiento rojo y verde- tipo escalibada-, y, por supuesto, paella, en este caso con rape, almejas y color oscuro de las genuinas hebras de azafrán y no del amarillo zumbón del colorante.
Maite Blázquez y Gaspar Serrano saben dónde nos llevan. Ellos se benefician con frecuencia, porque residen en el suave calor de Alicante, perfumado con brisas de mar y de mariscos.
El Mediterráneo, si  nos atenemos a lo geográfico de Wikipedia es un mar continental que conecta con el resto del océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar y con el océano Índico a través del canal de Suez. Rodeado por Europa, África y Asia, fue testigo de la evolución de varias civilizaciones antiguas como los egipcios, fenicios, hebreos, griegos, cartagineses y romanos. Con aproximadamente 2,5 millones de km² y 3860 km de longitud, es el segundo mar interior más grande del mundo, después del Caribe. Se trata de un mar relativamente hondo, con una profundidad media de 1370 metros, siendo su punto más profundo la fosa de Calipso, al oeste de Grecia. Sus aguas, que bañan las tres grandes penínsulas del sur de Europa (ibérica, itálica y balcánica) y una de Asia (Anatolia), se comunican, además de con el Atlántico por el estrecho de Gibraltar, con el mar Negro por los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos y con el mar Rojo por el canal de Suez.
Del Mediterráneo de las pateras o de la saturación de cruceros y turistas hablaremos otro día. Hoy me siento particularmente hedonista y con las evocaciones clásicas de mis raíces. Como dice el Eclesiastés: Hay un tiempo para todo.

Mar de verdes  y azules infinitos

Maite sirve la paella de rape y almejas

Después de la paella en el Cranc, chiringuito de Altea, con el Mediteráneo al fondo