“Una
vida robada” expone el tema candente del robo de bebés
L.M.A.
El tema del robo de bebés, tan de
actualidad en la sociedad española ha merecido la atención del dramaturgo
Antonio Muñoz Mesa, que ha visto representada su obra en el Teatro Fernán Gómez
de Madrid en una versión que mantiene el suspense hasta el último minuto.
El secreto tarda en llegar y coge por sorpresa. La búsqueda
de una identidad clara, de un árbol genealógico, que nos inserte con firmeza en
la humanidad, es una constante en la vida de los hombres.
La veterana Asunción Balaguer,
Carlos Álvarez Novoa, Ruth Gabriel y Liberto Rabal ponen en pie de modo eficaz
la pieza teatral que intriga y conmueve en medio de un montaje sencillo y funcional
para transmitir las vivencias. Curiosa coincidencia la de abuela y nieto con la presencia de Balaguer y Rabal sobre el
escenario..
El argumento es el de la llegada de
una mujer a una casa para indagar su pasado, algo que pone en pie muchas cosas
de esos días que se fueron y revela paulatinamente que sucedió en medio del
dolor y cierta desesperación de los personajes.
Carlos Álvarez da su voz al Doctor Nieto,
un anciano que en su impotencia amarga a los otros. El mal trato verbal a Olvido
–oportuno nombre- la mujer que siempre lo ha atendido (Asunción Balaguer) es
cada vez mayor y hace caer sobre ella un
chorro de maldiciones y palabras malsonantes, algo que se explica por esa
impotencia senil. Claro ejemplo de esas desesperación ante la vejez es el
destrozo de un libro porque apenas puede
leerlo. Alguien que fue un intelectual se encuentra bloqueado ante la letra
impresa.
La gradación de hundimiento de
Asunción Balaguer al interpretar su papel es ciertamente conmovedor y magistral.
Se hace creíble. Una actriz veterana a quien los años no amortiguan su
capacidad para el arte de Talía.
No se entiende sin embargo las
cascada de tacos y groserías malsonantes en el papel de Julio (Liberto Rabal),
que se produce hacia la mitad de la obra, como si se hubiera transmutado en
picapedrero, alguien que ha mantenido cierta corrección hasta el momento.
Demasiados “cojones” en el aire entre padre y abuelo. La literatura –el teatro
también lo es aunque sea coloquial- permite ciertas licencias de lenguaje
respecto al calco de la vida.
Numerosos apagones de luz rompen a
veces con la poética absorbida. Luz es una mujer coja, pero deja de serlo en
los apagones y el espectador lo percibe con claridad, rompiendo la percepción
escénica.
En suma, una buena obra y excelente
interpretación general.
No hay comentarios:
Publicar un comentario