miércoles, 21 de febrero de 2024

Naveguemos por las aguas de nuestro Estrecho



Víctor Morales Lezcano


La novela que E. M. Forster intituló “Pasaje a la India”, magistralmente llevada a la gran pantalla bajo la dirección de David Lean, no solo permite recorrer en viaje de ida y regreso la conexión entre Gran Bretaña y su ex joya de la Corona, sino que presupone, muy en particular, un periplo marítimo apasionante. Se trata de aquel que, desde el golfo de Adén y a través del estrecho de Bab al-Mandab, viene a desembocar, vía el mar Rojo, en el Mediterráneo merced al canal de Suez. Este, recuérdese, fue inaugurado en noviembre de 1869 con pompa y circunstancias que exigía la ocasión.

Si hacemos abstracción, por un momento, de todo lo que ha ido cambiando y reparamos, también, en todo lo que continúa siendo algo parecido al largo siglo y medio transcurrido desde que The Suez Canal Company permitió abreviar la conexión naval con el océano Índico, no habría por qué no evocar aquí y ahora coyunturas que han tenido lugar −tienen y tendrán− en las aguas del estrecho en que tanto le va al tándem ibero-magrebí: Gibraltar, Gibraltar… Este ejercicio de recordatorio puede quedar pospuesto para otra ocasión oportuna.

Sin embargo, en vano nos alentaba recientemente Ana Palacios a que “naveguemos los estrechos” en una de sus sabáticas colaboraciones de prensa en “El Mundo”. Los últimos incidentes ocurridos en el puerto gaditano de Barbate (9 de febrero de 2024) no vendrían a ser sino una imagen del riesgo estratégico a que nos exponemos, cuando nos da por “no navegar” con esmero por las aguas de nuestro Estrecho.      


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