jueves, 2 de abril de 2020

Julia Sáez-Angulo: Poesía en tiempos de pandemia




L.M.A.

03.04.2020 .- Madrid



 
DÍAS DE PANDEMIA

Otra vez los Idus de marzo, anunciados en enero,
desoídos como a una patética Casandra.
Marte, con su virulencia, lanzó el dardo incendiario
y letal de la peste avasalladora.

Creíamos que había muerto este jinete brutal
del Apocalipsis, que solo quedaban
el hambre endémica, la guerra congénita
y el Thánatos definitivo.
Nuestra Ciencia había vencido al fin la enfermedad
como vestigio de pasado.
El caballo desbocado arrolló nuestra cacharrería,
nos humilló en nuestro orgullo soberano
y estabuló para recordar nuestro reino animal.

Solo queda aplacar a los dioses liberando
a la inocente Briseida; solo así, Agamenón
salvó a su ejército postrado por capricho.
Solo así, Apolo se apiadó al décimo día
y continuó la vida con su incertidumbre.

Los Idus de marzo regresarán de nuevo
cuando, ingenuos, ofendamos a los dioses,
cuando olvidemos nuestra fragilidad
como hombres creados de la nada.





NATURALEZA Y PRIMAVERA


Ya lo advirtió Schopenhauer, la Naturaleza
florece indiferente al sufrimiento
                                    de los hombres.
Ella avanza orgullosa, impasible,
con su ciclo fértil y ciego al dolor.

Ahí está, enhiesta, hermosa, segura
de su pujanza, la Primavera
engalanada en colores, retadora de atención.
Han florecido las rosas de abril en marzo;
el nuevo clima las llevó antes a brotar. 
Alegres, amarillas, trepadoras,
se adhieren al muro para subir y exhibirse.

Los cactus envidiosos también afloran
en la humildad de sus macetas y arriates.
La pluma de santa Teresa dibuja
campanillas rojas y mira atenta
las hojas verde-tierno de la hiedra
                                                          fecunda.
La parra virgen asoma su primeros brotes
para ornar la dureza de los muros
y los dientes de león surgen dorados del césped.
La mimosa envuelve el aire con sus tonos
                                                          dorados
La Primavera, un silencio, un regalo,
un jardín para mitigar la pena y dotarla
                                               de esperanza






ÉXITUS

Dies natalis dice el cura para celebrar la nacencia.
Éxitus, el médico, para despido último de un paciente.
Una vida de goces, dudas, sobresaltos  y lágrimas
entre la entrada y la salida de la existencia.

Una esperanza que no llega a germinar
y se prolonga en la angustia y la fatiga.
El espejismo de un amor soñado y ansiado;
la quimera del éxito perseguido en el oficio.

Una paciencia infinita para resistir y no caer;
la decepción que lleva al desinterés por las cosas.
El desgaste continuo que arruina el cuerpo
y entristece la resiliencia del ánimo y el alma.

Éxitus, anónimo al final de un hospital,
tras los agotadores trabajos y los días.





            GUARDATE DE LOS IDUS DE MARZO

Guárdate de los Idus de Marzo,
advierte el adivino a Julio Cesar,
según cuentan Plutarco y Shakespeare.

Fue en marzo cuando estalló la pandemia;
los ancianos murieron solos y secos,
sin remedios, medicinas, ni consuelo,
sin fosas de acogida para su descanso.

Guárdate de los Idus de Marzo,
cuando los virus y la incompetencia
reinan con libertad por doquier,
ante héroes y salvadores de bata verde.

Guárdate de los Idus de Marzo,
cuando la alarma general y el confinamiento
llegan tarde y estabulan a los hombres,
mujeres y niños en mínimos reductos.

Guárdate de los Idus de Marzo,
cuando los jinetes del Apocalipsis
galopan en desfile de guerra, hambre,
peste y muerte solitaria.

Guárdate de los Idus de Marzo,
para lamentar nuestra increencia a Casandra
y llorar ante la rigor mortis de Thánatos.




MEMENTO MORI

Memento mori
Recuerda que eres un hombre, que eres mortal.
repite el esclavo al general romano que desfila
victorioso sobre la cuadriga en el Corso.

Nos creíamos héroes de la Ciencia en el siglo,
ciudadanos poderosos, porque votamos
y gritamos en las manifestaciones;
ricos porque cenamos en una terraza al aire
y tenemos una villa con jardín en el campo.
Nos sentíamos libres, porque volamos en un Boeing
y llegamos a lejanas y exóticas tierras.

De pronto, un enemigo invisible atacó de improviso.
Nadie sabía como contrarrestar y vencerlo.
La muerte campó a sus anchas por las ciudades.
Memento mori, sin funeral ni responso alguno.
Los hornos crematorios destruían nuestros restos
                                                                         en masa
La tristeza y el llanto cubría el rostro de los supervivientes.

Memento Mori
Recuerda que eres un hombre; recuerda que eres
                                                                      mortal.




PESTE

La enfermedad es faro del último destino,
memoria de la vida débil y frágil,
de la condición caduca y mortal de la materia.

Alguien abrió la espita del mal y del dolor,
que se esparció entre los hijos de los hombres
como una plaga cruel y bíblica invisible.

Un jinete del Apocalipsis llamado peste,
hoy: epidemia, pandemia, corona-virus,
despierta de nuestro aletargado orgullo.

La naturaleza muta y agrede sin piedad,
ataca impía a la ignorancia de la ciencia.
Solo el arresto domiciliario nos salva.



CUERPOS Y ALMAS

Los cuerpos duelen, las almas sufren.
El mundo gira y gira lentamente,
impávido ante la condición humana,
hecha de débiles suspiros y frágil
                                               esperanza.

¿Cómo calmar el anhelo de los hombres?
¿Cómo mitigar sus sueños de ser feliz?
¿Cómo atenuar sus ansias de paraíso?
¿Cómo encaminar su esperanza de cielo?

Solo los anhelos empujan a los hombres.
Solo los sueños estimulan su existencia.
Solo elevadas ansias pulsan la vida.
Solo la esperanza lo eleva de sí mismo.


            EL ÁNGEL DE LA MUERTE

El ángel de la muerte campa entre nosotros,
no ha dejado una señal de salvación en las puertas.
El violador invisible se adentró con sigilo
en nuestras casas y nos forzó a caer en el lecho.

Muchos fuimos mancillados con tos, ahogo
y asfixia. Ya nada será igual en los días
venideros con hambre y sed a nuestras vidas,
que creíamos a salvo de toda contingencia.

La Historia vuelve a carcajadas con sus relatos
de peste, hambrunas, espadas y muerte.
Agendas, rutinas, proyectos y prioridades
pasaron al archivo de lo inútil y el olvido.

Tiempo de hacer cuentas y  sutil balance,
examen de conciencia y reflexión sumisa.
Una cura de humildad y de esperanza noble
en que, tras los males, salen grandes bienes.

Hora de bajar la testuz ante la verdad;
los hechos se imponen con tozudez
y hay que estar atentos a la dulce voz:
Yo estoy a tu puerta y llamo.
*****


NOS CREÍAMOS DIOSES

Nos creíamos dioses sobre pedestales
y éramos estatuas con pies de barro;
nos veíamos seguros en islas hermosas
y en cercadas, firmes torres de marfil.

De pronto un invasor cruel, solapado,
atacó con violencia y muerte,
venía de China y arrolló el planeta,
se instaló con dolor en el aire que se respira.

Hubo que salir aprisa de la torre ebúrnea,
de la bella isla limpia y profiláctica .
Había que trabajar juntos, en equipo
con médicos, enfermeras, voluntarios...

Caímos en la cuenta de que la Tierra
era una, la casa unida de todos,
el hábitat compartido por los hombres
hermanos en la salud y en la enfermedad.


PRISIONEROS ENTRE MUROS

Es triste una playa solitaria junto al mar,
un paseo marítimo vacío de murmullos.
Dios y los hombres hicieron las cosas
para la gente, la buena gente de la luz del día.

¿Dónde está el bullicio de los niños?,
¿Donde las madres que comentan sin parar,
con otras madres, las incidencias de la jornada?
¿Dónde, los padres abstraídos en el periódico?

Un miserable ladrón clausuró sus vidas,
irrumpió en sus naderías cotidianas,
encerró  a todos entre gruesos muros
y amenazó con atacar y volver.

Probetas y matraces fabrican armas inocuas
para destruir al enemigo despiadado
que, sigiloso, sabe como  mutar y regresar.
Un desaliento difuso se expande entre
                                               los prisioneros.

El cielo no escucha las voces y plegarias;
la ciencia carece de respuesta definitiva;
los presos se debaten inquietos en su encierro.
¿Qué hacer? ¿Dónde ir para no perecer
                                               ni desesperarse?


Julia Sáez-Angulo

3 comentarios:

Trinidad Romero-Blanco dijo...

MUY BONITAS JULIA.MUY BONITAS. UN CARIÑOSO BESO

Lou Ventura dijo...

Julia Saez Angulo es una gran poeta, aumenta su brillo con los dias, como el fuego que se alza con buena leña. Pero en estos poemas de urgencia y guerra nos estremece y nos deja sin respiración por su belleza.

Mila de Juanes dijo...

Excelentes poemas para la reflexión, además de su cultura y calado literario, muy oportunos para estos momentos históricos.