miércoles, 7 de diciembre de 2022

Mitos y realidades. Sucesos de diplomacia y ecos de cultura



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Víctor Morales Lezcano

07.11.2022

El Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación acaba de editar una obra, sin temor a pecar aquí gratuitamente de laudatorio, que puede saludarse, empero, como una joya bibliográfica sin parangón. La obra se titula “Mitos y realidades. Sucesos de diplomacia y ecos de cultura” (Madrid, 2022, 273 p.; il.) y se debe a Miguel Ángel Ochoa Brun, embajador de España y miembro de la Real Academia de la Historia; entre otros méritos que llenan el currículo de Ochoa Brun figura, desde hace tiempo, la imponente “Historia de la diplomacia española” que, gradualmente, el embajador fue elaborando durante su fecunda dimensión bibliográfica. 

En una obra reciente, anterior a la que aquí se presenta, Ochoa Brun escribió: 

“La Diplomacia es, en el marco de la Historia, un espejo de las relaciones entre las naciones, de sus amistades y sus pugnas, sus coloquios y sus discusiones. Por eso mismo, es un testigo de los tiempos, una atenta crónica de los sucesos” (“Homenaje a Goethe: diplomacia y literatura”. Ministerio de Asuntos Exteriores, 2021, 394 p.).

En “Mitos y realidades”, nuestro eximio autor vuelve a poner énfasis en la misma reflexión que se acaba de citar, aunque ahora Ochoa Brun polariza sus páginas, desde otro enfoque, “la diplomacia en la mitología clásica”, versando atractivamente sobre Hermes/Mercurio en su calidad de mensajeros y mediadores en el secular transcurso de aquellas épicas contiendas que, como las que concitaron Troya, el Peloponeso y los medo-persas, fueron acciones en las que las realidades más crudas de la enemistad no estuvieron exentas de excelsos trasuntos mitológicos.

En el apartado que consagra Ochoa Brun al Mediterráneo en su “pars orientalis”, la “polis” de Alejandría (300-100 a. C., preferentemente) y el consiguiente legado alejandrino  que llegó a alcanzar las orillas del orbe de Bizancio, a partir, en particular, de los desvelos de Tolomeo Filadelfo, sus legatarios y sucesores (entre ellos el invicto Seleuco Nicator) constituyen un hontanar de sucesos, reflexiones y derivas históricas que tienden un puente de plata entre la Antigüedad Clásica y los albores no solo de la Alta Edad Media, sino también del Prerrenacimiento europeo.

A un autor de la estirpe intelectual y sensibilidad cultural a la que pertenece el embajador Ochoa, la vida y la obra de Dante Alighieri, con la “Divina Comedia” cual punta de lanza alegórica, le permite correr el telón y desvelar al lector los cruciales siglos de la compleja Cristiandad europea, antes de que resucitaran en el medievo la ciudad eterna de Roma, la Aquisgrán imperial, Florencia, la ciudad de San Marcos y el mismo bicéfalo reino de Aragón.

La mano tendida del peregrino poeta Dante Alighieri, incluso después de confesar que se encontraba “nel mezzo del cammin di nostra vita”, estuvo siempre mostrando los gozos y las sombras de la historia divina al tiempo que humana a través de la leyenda de los siglos, cuyo cañamazo temporal y religioso el peregrino Dante llegó a experimentar muy a fondo en Italia (¿la que solemos identificar con Europa?, en el tomentoso umbral de los siglos venideros).

“Last, but not the least”, Miguel Ángel Ochoa conduce al lector, al final, por un recorrido en el que el autor vislumbra la pervivencia de la Cultura Clásica en cuanto necesidad y espejo de la hoy dicha Europa Moderna. 

Las palabras prefinales del autor, a los caleidoscópicos acontecimientos, engaños e ilusiones que van desfilando en las páginas del libro, vienen a cerrar la obra con que nos obsequia hoy Ochoa Brun. Dicen así: 

“Amigo lector: yo desearía aquí haber acertado a conjugar los recuerdos mitológicos, las descripciones de personajes de la Antigüedad o del Renacimiento, la secular senda de mitos y de realidades, con los medios, siempre disponibles, de aquella cultura que los antiguos nos legaron, quizás conscientes del regalo que nos entregaban”. 

Puede colegir mi dilecto amigo, Miguel Ángel, que el volumen que llega ahora a nuestras manos no solo es una joya enjundiosa de saberes, sino además −y sería injusto no reconocerlo en esta nota− un dechado antológico de imágenes que nos sumergen evocadoramente en la leyenda de los siglos. 

A doña Ana de Francia Caballero, directora de Publicaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores, una ovación, por la certera selección de la iconografía que enriquece con estética profesionalidad este libro, “Mitos y realidades…”, que tanto agradezco a su autor como a la entidad editorial por habérmelo enviado generosamente. 


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