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lunes, 18 de septiembre de 2017

Sonia Delaunay, modelo de diseñadora de diseñadores de moda en el Museo Thyssen Bornemisza







Julia Sáez-Angulo

            17/09/17 .- MADRID .- Nadie debiera perderse la primera exposición de Sonia Delaunay, Arte, Diseño y Moda, que se hace en España y que se clausura el próximo 15 de octubre en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid. Delaunay, una diseñadora que abrió boutique de moda en Madrid antes de la guerra civil de 1936-39, cuando vivía con su familia en la capital de España. Se cumple ahora cien años. Momentos de libertad en la experimentación artística, que iba a desarrollar  en su gran trabajo posterior.

            Esposa del pintor Robert Delaunay, Sonia tuvo desde muy pronto un sentido pluridisciplinar del arte, al aplicarlo al diseño y la moda. La exposición en el Thyssen-Bornemisza cuenta con 200 piezas procedentes del Centro Pompidou de París, la Biblioteca Nacional de Francia y el Museo Reina Sofía de Madrid. La comisaria de la muestra, patrocinada por la Comunidad de Madrid, es Marta Ruiz del Árbol.

            Sonia Delaunay (Odessa, 1885 – París, 1979) llegó a Madrid en 1917 con su familia, donde permaneció tres años, durante los que instaló su taller en la calle Columela, desde el que hizo moda e interiorismo y trabajó para los aristócratas más relevantes del momento. Sonia aplicó su ideario artístico vanguardista a todo lo que hacía. Los Delaunay huyeron de la primera guerra mundial en 1914, cuando veraneaban en Fuenterrabía y estalló el conflicto europeo. Regresaron a París en 1020, década clave de su actividad creadora, y que ocupa la última parte de la exposición.

            La exposición presenta dibujos, pinturas, gouaches, libros, fotografías históricas, diseños, sombrillas, trajes, abrigos, vestidos y chaquetas, que ilustran con creces su trabajo y creatividad. Sonia Delaunay es un nombre clave en las vanguardias históricas de París, al indagar sobre los contrastes de color y la disolución de la luz, lo que le llevaría a una singular abstracción, que supo encarnar en cuadros, textiles, moda  y objetos. La artista supo colaborar con poetas y autores dramáticos para expandir sus diseños textiles, vestidos y objetos artísticos al mundo del teatro. Uno de los grandes sueños de los museos de moda es contar con alguno de los trajes de Sonia Delaunay.

            Entre las piezas presentadas se encuentra el soberbio abrigo que Sonia diseñó para la actriz Gloria Swanson en 1925. La diseñadora también trabajó para el cine, como por ejemplo en la película Le pétit Parigót (1926) de Le Somptier.

            Han sido muchos los diseñadores de moda que han pasado por esta gozosa exposición de color y creatividad de Sonia Delaunay, quien supo ver la modernidad de los tiempos y la presencia de una mujer que demandaba nuevos diseños en su vestimenta. Lorenzo Caprile ha elogiado la exposición en el museo Thyssen, que alberga los mejores diseños de la autora para los almacenes Metz & Co de Holanda, con quien tuvo una relación comercial que duró hasta 1950, lo que le permitió una continuidad creadora.

            La pintora y diseñadora Maica Noïs, por su parte, ha señalado que la exposición es una de las mejores que se han visto de una diseñadora de moda original y creativa, con unas señas de identidad precisas que pasan por el color y la geometría. Un gran testimonio de la primera vanguardia, que supo plasmarla con ingenio en la moda.

            La figura de Sonia Delaunay se agranda desde que se ha mostrado su obra en la Tate Gallery de Londres y en el Museo de Arte Moderno de Paris en 2008 y 2014 respectivamente. Un nombre de mujer que ha sido subrayado en el campo del arte y la moda.



            
Sonia Dealunay

lunes, 19 de junio de 2017

El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura", exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza



L.M.A.
20/06/17 MADRID .- El Museo Thyssen-Bornemisza presenta El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura, una exposición dedicada al arte veneciano del siglo XVI, su primer gran periodo de esplendor, con casi un centenar de obras de artistas como Tiziano, Tintoretto, Veronés, Jacopo Bassano, Giorgione o Lotto. Desde el uso del claroscuro y el color como fundamentos de la representación de la figura y del espacio, hasta una atención a la naturaleza más directa que la que proponía la tradición clásica, de concepción más idealista, la muestra pretende demostrar cómo los medios específicos de la pintura veneciana plantearon una idea de belleza plenamente renacentista al mismo nivel, y a veces incluso superior, a lo que se hacía en Roma, Parma o Florencia.

En la inauguración estuvieron presentes Fernando Checa Cremades, comisario de la exposición; Mar Borobia, directora del proyecto y jefa del área de pintura antigua del Museo Thyssen-Bornemisza; y Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza. 





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jueves, 15 de diciembre de 2016

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta la exposición Francisco Bores. Gouaches para “El Cuervo” de Poe

Del 15 de diciembre de 2016 al 05 de febrero de 2017 Balcón primera planta. 
Acceso gratuito 



L.M.A.

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta la exposición Francisco Bores. Gouaches para “El Cuervo” de Poe, dedicada a la serie de gouaches que Francisco Bores pintó en la primera mitad de los años sesenta para ilustrar el poema “El Cuervo” (1845) de Edgar Allan Poe. Inéditos hasta fechas recientes, estos doce gouaches se exponen ahora por primera vez junto a un lienzo de la misma época: Paisaje de verano (1965). A diferencia de los ilustradores más famosos del poema de Poe, como Édouard Manet o Gustave Doré, Bores elimina cualquier elemento narrativo. Sus imágenes del cuervo -solo o en compañía de Eleonore- recuerdan a las del pintor simbolista Odilon Redon, pero con un lenguaje más lírico y sensual. 

Su aproximación al poema se aleja del tópico romántico y se sitúa en el contexto de la relectura del escritor americano por parte de autores como Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé o Paul Valéry, para quienes Poe había abierto el camino a la consideración de la obra literaria como un ente autónomo, un artificio. 

Al igual que en Paisaje de verano, en los gouaches de “El Cuervo” Bores se acerca a la abstracción pero sin renunciar a la realidad visual. Los motivos se estilizan fruto de la sumisión a un espacio constreñido y a una disposición centrípeta. Gruesos arabescos negros disocian los planos de color que, ordenados en valores armónicos -en lugar de en contrastes de tono-, sugieren diferentes profundidades espaciales.  

Francisco Bores. Gouaches para "El Cuervo" de Poe 

Además, el artista obtiene de la técnica del gouache la máxima expresividad. Frente a sus óleos, de elaboración más cuidada, estos conceden un mayor margen a la experimentación. Se diría que en su ejecución el pintor madrileño se siente más libre y especialmente a gusto. 

La transparencia y la cualidad mate del gouache le permiten conseguir una luminosidad tenue y equilibrada. Tanto en las ilustraciones presentes en la muestra, como en el resto de su producción pictórica, Bores se mantuvo fiel a su convicción de que “la verdad debe expresarse a media voz”. 

Francisco Bores (Madrid, 1898-París, 1972) Nacido en una familia de la alta burguesía madrileña, Bores se forma en la academia del pintor valenciano Cecilio Pla. Desde 1922 ilustra revistas modernas y ultraístas como Horizonte, Tobogán, Plural, Alfar, España y Revista de Occidente, dirigida esta última por Ortega y Gasset. 

La primera gran presentación de su obra es en la Exposición de Artistas Ibéricos de 1925. Para entonces, cansado ya del desinterés del público madrileño hacia el Arte Nuevo, el artista había decidido marcharse a París, donde residiría hasta el final de su vida. En sus primeros años en París, se acerca al lenguaje cubista y hace suyo el método de trabajo “deductivo” de otro gran pintor madrileño: Juan Gris. Más adelante, el artista deja atrás la estricta geometría cubista para dotar a sus lienzos de la espontaneidad del surrealismo. 

“Intentábamos –señalaría más tarde– una especie de síntesis entre la herencia plástica de Braque y Cézanne y la aspiración al lirismo”. Tras una visita a Provenza en el verano de 1929, la luz y el ambiente cobran una nueva importancia en su pintura, recogiendo así la herencia impresionista. “Me ahogaba en las composiciones cubistas”, recordaría. 

“Sentía deseos de abrir las ventanas y darle al cuadro su respiración”. Considerado ya por entonces por la crítica francesa como uno de los referentes de la Escuela de París, Bores resumiría en las siguientes palabras su concepción del arte como jouissance –o disfrute de los sentidos–: “La pintura es un acto sensual, se la puede considerar como una fruta que saboreamos con los dedos, su piel se identifica con la nuestra”. 

A partir de 1934 la obra de Bores adquiere un carácter más intimista. Incluso durante los difíciles años de la ocupación alemana de París, en los que se vio obligado a separarse de su mujer y de su hija, continúa trabajando en escenas de interior de calculada luminosidad. El final de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta constituyen un periodo fructífero. Tras adquirir cierta solidez económica, puede dedicarse de manera intensa a la pintura y a reflexionar sobre su labor artística. En esta época, Bores reduce la consistencia de figuras y objetos en favor de una mayor luminosidad y transparencia espacial. 

El resultado es una pintura de una pureza formal cercana a la abstracción, pero sin renunciar a la “verdad visual”. Francisco Bores en el taller de Mourlot en París, 1961 De hecho, para el artista, la pintura fue siempre, ante todo, “un medio para conocer el mundo exterior y en particular las relaciones de orden espacial que no se pueden explicar más que por el lenguaje pictórico”. 

FICHA DE LA EXPOSICIÓN E INFORMACIÓN PRÁCTICA 
Título: Francisco Bores. Gouaches para “El Cuervo” de Poe Fechas: Del 15 de diciembre de 2016 al 5 de febrero de 2017 Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza Comisario: Juan Ángel López, conservador del Museo Thyssen-Bornemisza Horario: Lunes, de 12.00 a 16.00 horas; de martes a domingos, de 10.00 a 19.00 horas. Lugar: Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado, 8. Madrid. Balcón-mirador de la primera planta, acceso directo desde el hall. 

martes, 28 de junio de 2016

"Hortus conclusus", exposición en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid

 Del 28 de junio al 2 de octubre de 2016 (Entrada gratuita) 

“Hortus conclusus soror mea, sponsa hortus conclusus, fons signatus” Eres huerto cerrado hermana y novia mía huerto cerrado, fuente sellada (Cantar de los Cantares, IV 12) 




L.M.A.

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta una nueva instalación temática con obras de sus colecciones, en esta ocasión, en torno a la figura literaria del hortus conclusus; una selección de doce obras que muestran el eco de esta imagen en la pintura europea desde la Edad Media hasta el siglo XX. 

La expresión Hortus conclusus aparece en el Cantar de los Cantares evocando al Edén, un jardín idílico, cerrado, creado por Dios para el hombre, del que posteriormente sería expulsado. El deseo de recuperar ese paraíso perdido fue el que impulsó su carácter poético y lo que le hizo perdurar a lo largo del tiempo. Desde las primeras representaciones medievales, basadas en la interpretación cristiana del relato bíblico, hasta la diversidad de tendencias artísticas del siglo XX, esta figura se ha ido revelando bajo diferentes facetas: las representaciones del Paraíso en el arte religioso, la pintura de jardines, que encontró su punto álgido en el siglo XIX con pintores como Monet, o la diversidad de bodegones que encontramos a lo largo de la historia de la pintura, tienen en común esa reminiscencia del jardín cerrado original, del Paraíso perdido. 

La selección de obras empieza con La Virgen y el Niño en el Hortus Conclusus (c. 1410), de un autor anónimo alemán del siglo XV, que muestra la interpretación cristiana del Cantar de Imágenes, de izquierda a derecha: Hans Memling. Florero, c. 1485; Pierre-Auguste Renoir, Mujer con sombrilla en un jardín, 1875; Georgia O’Keffee. Lirio blanco nº 7. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid los Cantares representando a Cristo y a su Madre en un jardín vallado y rodeados por la fuente sellada mencionada en el poema y otras imágenes que simbolizan la virginidad de María y su papel como madre del Redentor, y continúa con Florero (c. 1485) de Hans Memling, en el que las especies representadas tienen una evidente simbología religiosa: los lirios aluden a la pureza de la Virgen y los iris morados son símbolo del dolor por la muerte de Jesús; el jarrón, en el que aparece inscrito el monograma de Jesús, se convertiría así en una metonimia cifrada del jardín cerrado. 

A partir del siglo XVI, el creciente interés científico por las especies exóticas, tanto vegetales como animales, y por la observación de la naturaleza, provocó un cambio de gusto artístico que se pone de manifiesto en obras como El Jardín del Edén (1610-1612), de Jan Brueghel el viejo, en el que flores y plantas mantienen el simbolismo religioso pero en el que se empieza a evidenciar ese deseo de explorar la naturaleza y sus formas; curiosidad científica que vemos también en los bodegones de la época como Vaso chino con flores, conchas e insectos (c. 1609) de Ambrosius Bosschaert I o Jarrón con flores y dos manojos de espárragos (c. 1650) de Jan Fyt. 

La temática del hortus conclusus se mantuvo latente en el denominado género de jardines, que alcanzó su máximo protagonismo con la llegada del impresionismo, en el siglo XIX. Fue a partir de 1880 cuando algunos artistas dejaron de interesarse por la vida moderna para centrar su atención en la pintura por la pintura. En este contexto surgió la pasión por la jardinería, impulsada fundamentalmente por Gustave Caillebotte -a quien el Museo dedica este verano una exposición-, y llevada al máximo exponente por Claude Monet, quien construyó un amplio jardín que él mismo cuidaba y representaba en sus cuadros, como en La casa entre las rosas (1925). En este proceso, el jardín acabó convirtiéndose en metáfora de la pintura: cultivarlo era como cultivar la pintura misma.

 Fueron muchos los artistas que siguieron las huellas de Monet, entre ellos, el norteamericano Carl Frieseke cuyo cuadro Malvarrosas, pintado también en su jardín, se incluye igualmente en esta selección junto a Mujer con sombrilla en un jardín (1875) de Renoir o Tarde de verano (1903) de Emil Nolde, que nos remiten todos ellos a la imagen del paraíso cerrado. 

Las últimas obras reunidas en la instalación ofrecen una idea de la diversidad de caminos e interpretaciones respecto al jardín y a su representación a lo largo del siglo XX, desde los Girasoles resplandecientes (1936), también de Emil Nolde -un ejemplo más de flores cultivadas Anónimo alemán. La Virgen y el Niño en el Hortus Conclusus, c.1410. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid Claude Monet. La casa entre las rosas, 1925. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. por el propio pintor convertidas en motivo del cuadro y del jardín como metáfora de la pintura-, hasta Flor-concha (1927) de Max Ernst que, aunque puede considerarse un homenaje a la pintura neerlandesa de flores y conchas del XVII, un concentrado de pintura pura, el componente azaroso de la técnica utilizada (grattage) la convierte en todo lo contrario. 

Por último, Lirio blanco (1957) de Georgia O’Keeffe, interpretada a pesar de su autora como una exaltación del órgano genital femenino; la novia del Cantar de los Cantares en toda su luminosidad deslumbrante. 

FICHA DE LA EXPOSICIÓN E INFORMACIÓN PRÁCTICA Título: Hortus Conclusus Fechas: Del 28 de junio al 2 de octubre de 2016 Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza Comisario: Tomás Llorens Coordinación: Laura Andrada Número de obras: 12 Horario: Lunes, de 12.00 a 16.00 horas; de martes a domingos, de 10.00 a 19.00 horas. Lugar: Balcón-mirador de la primera planta. Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado, 8. Madrid. Acceso gratuito


jueves, 17 de diciembre de 2015

" 12 Adoraciones" en las Colecciones del Museo Thyssen-Bornemisza


Del 19 de diciembre de 2015 al 14 de febrero de 2016 Entrada gratuita 



L.M.A.

El homenaje que ángeles, reyes, pastores y donantes rinden a Jesús y a la Virgen es el hilo conductor de una nueva edición de la serie que se abre al público el 19 de diciembre, coincidiendo con las fiestas navideñas.

 Bajo el título Adoraciones en las Colecciones del Museo Thyssen-Bornemisza, la instalación reúne trece obras de artistas como Luca di Tommè, Jacques Daret, Fra Bartolomeo o Marc Chagall, que escenifican tanto episodios de los Evangelios como devociones privadas a María y el Niño. 

El montaje se instalará en el balcónmirador de la primera planta del Museo y estará abierto hasta el 14 de febrero de 2016, con acceso gratuito desde el hall central. Sólo san Mateo y san Lucas describen en sus escritos episodios como el Nacimiento de Jesús o las Adoraciones de los pastores y los Reyes Magos, por lo que los artistas tuvieron que recurrir a otras narraciones más ricas en detalles para documentar sus obras, como los Evangelios Apócrifos, las Revelaciones de santa Brígida de Suecia, la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine y los autos sacramentales del teatro religioso. 

En las trece obras seleccionadas, todas ellas procedentes de las Colecciones Thyssen, destaca la presencia de ángeles, cuyo papel será distinto en cada uno de los pasajes representados, y puede reconocerse la inspiración de estos textos en aspectos concretos como la posición de la Virgen, las vestimentas o la representación de las comadronas, entre otros. Imágenes, de izquierda a derecha: Luca di Tommè. 

La Adoración de los Magos, c. 1360-1365; Atribuido a Piero di Cosimo. La Virgen y el Niño con ángeles, c. 1500-1510; Marc Chagall. La Virgen de la aldea, 1938-1942. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid Así, en la Adoración de Jacques Daret, la Virgen se encuentra de rodillas, del Niño emana luz y san José porta una candela, referencias que tienen su origen en la visión de santa Brígida. 

A los Apócrifos se debe la representación de las comadronas, la crédula y la incrédula, cuya presencia refuerza el aspecto sobrenatural del nacimiento de Cristo y la virginidad de la madre, y los trajes, especialmente el de Salomé, se inspiran en los que llevaban los actores en los autos sacramentales. 

Los ángeles, mensajeros de Dios, aparecen en casi todas las obras, en unas ocasiones alabando al recién nacido con sus oraciones, entonando cánticos o tocando instrumentos musicales y en otras, anunciando su llegada a los pastores o guiando a los Reyes Magos. Así lo vemos en las obras de Bruyn el Viejo, Piero di Cosimo o Sébastien de Bourdon. 

En varias composiciones, los ángeles portan objetos simbólicos para recordar la Pasión que tendrá que afrontar el Mesías, como en la tabla de Giovanni di Paolo, que introduce el paño de pureza de la Crucifixión sostenido por un ángel, o en el óleo del Maestro de la Leyenda de Santa Úrsula, en el que aparece simbolizado por clavel. Por último, la alabanza y veneración de la Virgen y el Niño, así como el papel de María como intercesora de Dios ante los hombres, son temas reconocibles en las obras de Palma el Viejo y Jan van Scorel, en las que se muestran donantes en actitud piadosa. 

FICHA DE LA EXPOSICIÓN E INFORMACIÓN PRÁCTICA 

Título: 12: Adoraciones en las Colecciones del Museo Thyssen-Bornemisza 
Fechas: Del 19 de diciembre de 2015 al 14 de febrero de 2016 
Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza 
Comisaria: Mar Borobia, Jefe del Área de Pintura Antigua del Museo Thyssen-Bornemisza 
Número de obras: 13 
Horario: Lunes, de 12.00 a 16.00 horas; de martes a domingos, de 10.00 a 19.00 horas. 
Lugar: Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado, 8. Madrid. Balcón-mirador de la primera planta, acceso directo desde el hall. 
Acceso gratuito


jueves, 22 de octubre de 2015

Fundación Thyssen-Bornemisza: Obra invitada: Grupo escultórico, de Francisco Salzillo



Del 20 de octubre de 2015 al 24 de enero de 2016
Sala 6, 2ª planta

El Museo acoge durante tres meses un grupo escultórico realizado por el artista murciano Francisco Salzillo en la segunda mitad del siglo XVIII. Perteneciente al Conjunto Monumental de San Juan de Dios, en Murcia, está formado por dos tallas de madera: una custodia y una pareja de ángeles. Salzillo (1707-1783) se formó en el taller de su padre, el escultor napolitano Nicolás Salzillo, al que sucedió tras su muerte. En reconocimiento a sus méritos, fue nombrado escultor de la ciudad de Murcia en 1755 y cuenta en su producción tanto con figuras aisladas como con pasos procesionales, como los de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús.
 
La Custodia (c. 1760-1770) que se expone en el Museo es única entre sus obras. Ejecutada en madera, un material inusual para este tipo de piezas religiosas, se ubicó en la iglesia de San Esteban de Murcia. Incluye una peana con volutas enrolladas, rocallas y motivos vegetales de gran dinamismo, y un viril de marco circular, con cuatro ángeles niños a su pie.
 
La Pareja de ángeles (c. 1764), por su parte, procede de la iglesia murciana de San Juan de Dios y ha podido ser identificada en el testamento del canónigo de la catedral de Murcia, don José Marín y Lamas. Las figuras se sitúan sobre unas nubes que hacen de pedestal y marcan con sus posturas fuertes diagonales, lo que, unido al plegado de las telas, les otorga gran movimiento.


martes, 21 de octubre de 2014

Hubert de Givenchy, la atemporalidad de la Alta Costura en el Museo Thyssen-Bornemisza





Julia Sáez-Angulo

         La atemporalidad de los trajes de Hubert de Givenchy en la exposición el Museo Thyssen-Bornemisza ponen de manifiesto que el estilo y la elegancia son permanentes en esencia y sólo los detalles y complementos pueden datar su presencia. Quizás por ello le vaya bien el presentarse junto a ciertas obras de arte, todas ellas bien elegidas del citado museo, lo cual es un acierto en tiempos de crisis para los costosos préstamos.

         Hubert de Givenchy, diseñador y modisto clave del siglo XX, tuvo el mejor de los maestros en el español de Guetaria, Cristóbal Balenciaga, que también sabía inspirarse en el arte de la gran pintura del Museo del Prado. La sobriedad y arquitectura de las formas, para que la silueta de la mujer resalte. “No poner  una flor, donde ya la hay”.

         Algunos de los trajes de la exposición vienen del Museo del Traje en Madrid, al que el modisto donó seis hermosos vestidos en 2006. La vinculación de Givenchy con España es pues larga, generosa y versátil.

         El traje blanco largo que Audrey Hepburn –la gran musa y cliente de Givenchy- lució para la película “Historia de una monja”, parece sacado del cuadro de “Santa Casilda” de Zurbarán. El paralelismo se repite con otros cuadros, si no como inspiración, sí como parentesco.

         L´Interdit  fue el perfume que en principio sólo podía usar Audrey Hepburn, todo un preparado para lanzarlo más adelante a todo el mundo y lograr el marcahmode perfume mítico.

Con la baronesa

         Con Givenchy, parece haber desaparecido la Alta Costura, él mismo así lo reconoce. Cada tiempo tiene su perfume y exigencias.

         En la rueda de prensa, la baronesa viuda Carmen Thyssen-Bornemisza, vestía, como de habitual, de blanco, un color que da luz y siempre favorece. Carmen Cervera no arriesga con los colores más que en la pintura. Ciertamente su nombre nunca ha figurado en las listas de las mujeres más elegantes. Pero es cordial y encantadora, eso nadie se lo niega.


La exposición permanecerá abierta hasta el 18 de enero de 2015 y su comisario es Eloy Martínez de la Pera.