Julia
Sáez-Angulo
Es una gran roca con
una preciosa abadía en la cima, una mínima península rocosa, que se convierte
en isla cuando la marea recubre el istmo. Una gran aguja sacra remata la torre
y le otorga un aire sacro a la esculpida silueta del Mont Saint Michel, el
monumento nacional más visitado de Francia, después de la Torre Eiffel que es municipal de la Villa de Paris. Un
monumento que se encuentra en Normandía. Un monumento desde donde los monjes
rezaba: De normanorum homines, liberanos
Domine; De los hombres del norte, líbranos Señor, en alusión a las invasiones
de vikingos que tuvieron lugar en la Edad Media.
La abadía de monjes ha
sido un lugar de oración desde el Medioevo puesta bajo la protección del
arcángel san Miguel, y hoy, en el conjunto del Mont Saint Michel es punto de mira
y referencia para todos lo normandos y visitantes de la zona. Un lugar
emblemático que muchos califican de telúrico. Un lugar en el límite de
Normandía con Bretaña, marcada por el río Cuesnon, donde la corriente hace una
curva caprichosa para dejar el célebre monte a Normandía en vez de a Bretaña.
Un quiebro imperdonable para los bretones.
El número de visitantes al Mont Saint Michel es tal que desde
este año ya no se permite acercar los coches al pie del monte y se obliga a los
automovilistas a dejarlo en la cercana localidad de Pontorson y tomar una
navette para acercarse al lugar. Después son decenas de escalones los que ha de
subir el peregrino o visitante si quiere entrar en la luminosidad de la abadía
y pasear por su hermoso claustro al aire libre, donde muchos días azotan el viento y la lluvia.
Una
abadía con dos monjes
La
abadía del Mont Saint Michel cuenta hoy con dos monjes que celebran misa cada
día y a pie de monte, con una comunidad de monjas polacas. Recordemos que desde
la Revolución Francesa, el Estado se hace cargo del mantenimiento de los
edificios de las iglesias que la Revolución cercenó, sobre todo en sus
altares, al decapitar a la mayoría de
las imágenes sagradas, como muestra el hermoso retablo renacentista de la
iglesia de Pontorson sin una sola cabeza pétrea.
La
lluvia, la bruma y la niebla envuelven con frecuencia la bella silueta del Mont
Saint Michel y esconden la diafanidad de sus playas y marismas. Son muchos los
pastores y viajeros que han perecido en estos parajes sorprendidos por la veloz
marea que surge de pronto y desorienta el camino a los viandantes. Las leyendas
sobre estos hombres y mujeres perdidos en la niebla y las mareas ha dado lugar
a cierta literatura de la región.
Los
rebaños de ovejas, el más pequeño de cuatro mil patas, se nutre de los pastos
de las marismas, de ahí que se les denomine corderos pre-salés a la cotizada carne
de estos animales, una especialidad de la zona con denominación de origen y
sello del Mont Saint Michel para que sean reconocidos como tales.
Desde la altura del Mont Saint Michel se puede ver como
desde ningún otro lugar el avance y retroceso de las mareas del Atlántico,
algunas realmente espectaculares, ya que las olas avanzan a una velocidad
insólita y cubre las marismas y playas en un tiempo record. Un calendario de
mareas se hace público para invitar a contemplar ese espectáculo soberbio de la
naturaleza. Canadá y el Mont Saint Michel son los lugares del planeta que
registran las grandes mareas. Las más gigantescas se producirán el 21 de marzo
de 2015 y en 2030. Para la de dentro de dos años ya hay reservas hechas.
Al pie del monte hay una capilla, también dedicada a san
Miguel, príncipe de los arcángeles, cuya divisa “Quien como Dios” acompañó la
expulsión de los demonios con Lucifer a la cabeza. Una bella escultura de plata
con turquesas representa al arcángel venerado.
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