Julia Sáez-Angulo
No todos
saben que en Benalmádena, concretamente en su tenencia de alcaldía de Arroyo de
la Miel, hay una buena procesión de Semana Santa en la que participan los caballeros
legionarios españoles, con toda su disciplina en la marcha y la vistosidad de
su música, canto y mascota.
Sin la multitud y la
excesiva bulla de Málaga, la capital, donde cuesta dar un paso, los habitantes
y visitantes de Benalmádena pueden contemplar, en primera banda, el desfile
procesional del Traslado del Cristo de la Redención a la iglesia de la Inmaculada Concepcion de Arroyo de la Miel, para el encuentro de la madre María Santísima de los Dolores, presidido por su
párroco don Agustín Carrasco en la citada iglesia. Traslado acompañado en
todo momento por los caballeros legionarios.
Cristo de la Redención
Cristo de la Redención
El trono
del Cristo de la Redención (los malagueños llaman tronos a lo que los
sevillanos, pasos) va honrado, además de por su hermandad y cofradía, con la
presencia de la Escuadra de Gastadores
de los Antiguos Caballeros Legionarios Todos acompañan al Cristo desde la Casa
de la Hermandad de la Redención a la iglesia de la Inmaculada, donde recogen a
María Santísima de los Dolores y vuelta a la Casa con ambos tronos. (Hay que ser
cuidadosos con los nombres y la semántica en las procesiones; si no se llama a
las cosas por su nombre, los andaluces nos consideran catetos en el asunto a los de fuera y,
aunque son finos y no lo dicen, lo piensan)
No falta la presencia y presidencia
de las autoridades locales, entre otros, de la alcaldesa de Benalmádena, Paloma
García Gálvez con su bastón de mando o la concejala de Cultura, Yolanda Peña
con su varal de plata (Benalmádena está en manos de sabias mujeres).
Los caballeros legionarios
han hecho guardia al Cristo de la Redención durante la mañana de Jueves Santo,
antes de desfilar por las calles, a las doce del medio día, para el traslado de la Madre de los Dolores. Bizarría y disciplina en estos militares que acompañan
los tronos con música de trompetas y tambores, mientras otros legionarios cantan
y todos desfilan:
Silencio, bulla y silencio
Los protocolos son firmes y
establecidos, para que todo salga a la perfección. El silencio está en la procesión y cierta bulla entre los que se acercan a verla. Pero el silencio se hace
total en todos, cuando pasan las imágenes que han de ser veneradas. Algunos aplauden o se
santiguan en señal de respeto y confesión de fe.
El Viernes Santo, los caballeros legionarios reaparecen en la procesión de la noche.
Toda una representación
dramática de un episodio de la Pasión de Cristo, el encuentro con su Madre
doliente y amorosa camino del Calvario. Una dramatización sacra en la que no faltan los aplausos ante el trono y las proezas de sus costaleros al levantarlo en el aire o sacarlo de su capilla; un mini auto
sacramental, que muchos andaluces viven con gran devoción y que contagian a
quienes los visitan y acompañan. Con los caballeros legionarios, las procesiones cobran un plus de belleza y emoción castrense.
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