domingo, 18 de abril de 2021

Leo Bassi, Benito Mussolini y el puño en alto


"Yo, Mussolini", por Leo Bassi


Julia Sáez-Angulo

19/4/21.- Madrid.- En las dos últimas obras de teatro que he visto, los dos protagonistas terminan la función con el puño en alto. Un fin de función en el que parece resumirse todo. No sé si es una coincidencia o una corriente subterránea, porque las coincidencias de tema y concepto se repiten curiosamente en las distintas funciones del reciente teatro: homosexualidad, eutanasia, política… como si se pusieran de acuerdo. Debe de ser el humus social.

Lo del puño en alto ha coincidido en “Don Juan. Grandes éxitos” y “Yo, Mussolini”, interpretado por Leo Bassi en la Sala Mirador. Una no sabe que pensar, si es la conclusión de la obra, del artista, del director o de la propaganda descarada al uso. El puño en alto como símbolo de la internacional socialista, para comunistas, socialistas, social-demócratas o progres sin más. En "Yo, Mussolini", después de mucha parodia de brazo en alto, está la conclusión final de puño en alto, más a la page. Políticamente correcto al estar entre los cánones al uso. Todo teatro.

Claro que, en el caso de Mussolini, pudiera ser una nostalgia del socialismo en el que militó largo tiempo de joven el polñítico italiano y del que derivó sin solución de continuidad al fascismo, como otros socialistas derivaron al comunismo. O sencillamente es teatro-propaganda, algo que se endilga al espectador sin más.

Leo Bassi es un buen actor, sostiene solo el escenario en la obra Yo, Mussolini, personaje que le va muy bien por fisonomía, apoyado en todo momento por una pantalla grande en la que se proyectan apariciones del personaje histórico. Hoy es difícil ver teatro contemporáneo, sin pantalla trasera siguiendo el rito de los tiempos.

Ni Benito Mussolini era creyente, ni Adolfo Hitler lo era, este último más bien inclinado a los orientalismos de la India, de ahí su cruz gamada. Así se recuerdan ambas cosas en la representación. Eso no obsta, para que al final de la función, sin entender muy bien por qué, aparezca sostenida en pantalla, en plenos aplausos una pancarta con un pato que habla de Iglesia patólica. En fin, son costumbres, hitos, manías, interpolaciones, obsesiones y otras obsesiones de quien filtra esta propaganda subliminal personal o colectiva, que responde a las propias ideas y que acaban rompiendo de alguna la estética de la obra de teatro expuesta. Con estas cosas, los espectadores huyen. Adiós Leo Bassi. Primera y última.

Los teatros también se escoran a la polarización. 

Adoro el teatro, pero a veces te arroja hacia Netflix.

Más información

https://lamiradaactual.blogspot.com/2021/01/leo-bassi-en-yo-mussolini-sala-mirador.html

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