Julia Sáez-Angulo
Pocas veces un escritor español ha concitado tanta simpatía y pena por su partida. Las colas de gente para dar el último adiós al escritor Miguel Delibes (Valladolid 1920 -2010) han conmovido a la opinión pública. Cierto que faltó alguien de la familia Real en su sepelio, más de uno lo hizo notar y lo comentó, máxime cuando la bonhomía de Delibes se hizo patente en toda su vida.
Académico desde 1973, premio Príncipe de Asturias en 1982 y premio Cervantes 1993, los reconocimientos honoris causa por diversas universidades se han multiplicado a lo largo de su vida. Buena parte de sus libros fue llevada al cine, entre los que destacó “Los santos inocentes”.
Dos afirmaciones importantes ha hecho Miguel Delibes en sus últimos años de vida, la primera un tanto triste: “El escritor ha muerto antes que el hombre”, refiriéndose a su deterioro físico que le impedía escribir. La segunda, más trascendente, referida a después de su muerte: “Espero llegar al encuentro con Cristo”.
Entre las lecturas de Delibes que una recuerda están: “La mortaja”, una de las más importantes colecciones de relatos de Delibes, y acaso aquella que en menos páginas proporciona una idea más completa del escritor. En los nueve cuentos, escritos entre 1948 y 1963, se hallan claramente en germen muchos de sus temas y recursos centrales: El monólogo de "Cinco horas con Mario" o la relación con la naturaleza de "Diario de un cazador".
Estos relatos hacen sentir un interés apasionadamente atento por el carácter y destino de sus criaturas, comunicando al lector afecto, humor y humanismo. El volumen recoge los siguientes textos: ‘La mortaja’, ‘El amor propio de Juanito Osuna’, ‘El patio de vecindad’, ‘El sol’, ‘La fe’, ‘El conejo’, ‘La perra’, ‘Navidad sin ambiente’ y ‘Las visiones’.
Biblioteca con su nombre en el Instituto Cervantes de Moscú
La directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, que acudió hoy a la capilla ardiente del escritor Miguel Delibes, instalada en el ayuntamiento de Valladolid declaró: “Con Miguel Delibes se nos ha ido uno de los grandes escritores en lengua castellana del siglo XX. Toda una época y sucesivas generaciones de lectores han sido testigos de una trayectoria larga, intensa y profundamente comprometida con nuestra lengua, con una ética humanista a favor de los humildes y de los pueblos de Castilla y con la defensa de la naturaleza frente a los riesgos de un progreso que tantas veces se desarrolla de forma caótica.
Desde el premio Nadal de “La sombra del ciprés es alargada”, en 1948, hasta “El hereje”, de 1998, pasando por la emotiva y profunda “Señora de rojo sobre fondo gris” (1991), elegía y homenaje a Ángeles, su mujer, o “Los santos inocentes”, su obra ha sido de una permanente complicidad con los lectores. Ha sido un gran escritor, un hombre irrepetible y, a la vez, de una gran modestia y cercanía.
Como premio Cervantes era miembro del Patronato del Instituto Cervantes. Además, la biblioteca del Instituto Cervantes de Moscú lleva el nombre del gran escritor.
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