Sepulcro de Adolfo Súarez y su esposa, con la inscripción La concordia fue posible |
Adolfo Suárez llega por última vez al Congreso de los Diputados |
M. Dolores Gallardo López
Ayer, acompañado por el triste y sobrio redoble de un solo y único tambor, entró por
última vez Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados por la puerta de los
leones que, en su honor, se abrió. El féretro, desde el sencillo coche fúnebre en el que llegó a las puertas del Congreso, lo
trasladaba un piquete de sólo diez soldados del Ejército de Tierra y enfrente había una pequeña compañía de la Guardia Real. Eso era todo.
Escaso fue el protocolo con el que se recibió al
principal artífice de la Democracia española, al hombre que el 23 F, en ese
mismo lugar, dio un ejemplo sin igual de
valentía y que allí mismo permaneció
largas horas encerrado en una oscura habitación esperando, sin duda, ser
fusilado.
Dentro del Congreso los restos mortales de
Suárez recibieron grandes honores, incluida la entrega de la Gran Cruz de
Carlos III que el Consejo de Ministros le ha concedido. En el exterior el pueblo de Madrid se agolpó desde muy
temprano para dar su adiós al Presidente de la Democracia: una hora antes de
que el público pudiera acceder al interior del salón “de los pasos perdidos”, donde estaba la capilla ardiente, la cola, que se iniciaba en las
puertas del Congreso, pasaba por delante del Museo Tyssen, continuaba zigzageante por
diversas calles laterales y alcanzaba ya más de dos kilómetros de longitud.
La capilla se cerró ayer pasadas las dos
de la madrugada y fue abierta esta mañana una hora antes de lo previsto para que
más personas pudieran dar su adiós al Presidente.
Es de destacar el magnífico
comportamiento del actual Presidente del
Senado que hasta altas horas permaneció en su puesto saludando a los madrileños
y españoles que, venidos de otros lugares del país, hasta allí llegaban; y el de la familia Suárez
que, pese al cansancio acumulado en los tristes y últimos días, decidió
permanecer al lado del féretro en la
capilla ardiente hasta que, en palabras del hijo mayor de Suárez, “hubiera un español que se acercara a dar el
adiós a su padre”.
Según fuentes oficiales más de 32.000 personas han pasado
por allí. Muchísimas se han quedado sin poder hacerlo.
Afortunadamente, hoy el Presidente de Gobierno ha reparado el triste protocolo de ayer y Adolfo Suárez ha recibido los honores militares que, sin
duda, el país y todos nosotros le
debíamos: a la salida de su féretro del
Congreso representantes de los tres
ejércitos -Tierra, Mar y Aire-, la Guardia Civil y bandas de música han acompañado sus restos mortales, depositados esta vez sobre un armón de
artillería tirado por cuatro caballos, hasta la plaza de Cibeles en una emocionante procesión, entre aplausos de los españoles
congregados en esa zona.
No menos
emocionante ha sido la llegada a la Catedral de Ávila y la multitudinaria misa
allí celebrada, a la que han tenido el acierto de asistir el ex-Presidente Aznar y
el Presidente Rajoy, entre otras muchas autoridades, entre ellas el Presidente de la Junta Castilla-León, Juan Vicente Herrera, ubicado durante la misa entre el ex-Presidente Aznar y Mariano Rajoy.
Pese a que en un principio se dijo que en Ávila se celebraría una ceremonia y un entierro con pocas personas, casi en privado, la misa ha sido
concelebrada por cincuenta oficiantes al frente de los cuales estaba el Obispo de Ávila, que ha destacado las
cualidades cristianas de Adolfo Suárez desde su juventud, su puesta en marcha
en aquel entonces del movimiento “De joven a joven” y como esa Fe profunda lo ha acompañado a lo
largo de su vida; ha hablado se su entrega y generosidad en la vida política, de su ejemplar dedicación en la dura y mortal enfermedad de su esposa e hija, de su soledad. Emocionante semblanza, en verdad.
Finalmente el Obispo ha leído un mensaje enviado por
su Santidad el Papa.
En el claustro de la Catedral de Ávila descansan desde hace
escasamente dos horas (cuando escribo estas líneas) los restos mortales de Adolfo Suárez junto a los de su esposa, Dña Amparo Illana que ayer fue trasladada al claustro.
Allí reposaran definitivamente a escasos metros del sepulcro de otro Presidente: Don Claudio Sánchez de Albornoz, último Presidente de la República en el exilio y gran historiador.
La lápida sepulcral de granito de los duques de Suárez lleva esta inscripción: La Concordia fue posible.
Allí reposaran definitivamente a escasos metros del sepulcro de otro Presidente: Don Claudio Sánchez de Albornoz, último Presidente de la República en el exilio y gran historiador.
La lápida sepulcral de granito de los duques de Suárez lleva esta inscripción: La Concordia fue posible.
Adolfo Suárez y Claudio Sánchez de Albornoz |
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