martes, 25 de marzo de 2014

ADOLFO SUÁREZ

Sepulcro de Adolfo Súarez y su esposa, con la inscripción  La concordia fue posible
Adolfo Suárez llega por última vez al Congreso de los Diputados

M. Dolores Gallardo López


Ayer, acompañado por el triste y sobrio  redoble de un solo y único tambor, entró por última vez Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados por la puerta de los leones que, en su honor,  se abrió. El féretro, desde el sencillo coche fúnebre en el que llegó a las puertas del Congreso, lo trasladaba un piquete de sólo diez soldados del Ejército de Tierra y  enfrente  había una pequeña  compañía de la Guardia Real. Eso era todo.

 Escaso  fue el protocolo con el que se recibió al principal artífice de la Democracia española, al hombre que el 23 F, en ese mismo lugar,  dio un ejemplo sin igual de valentía y que  allí mismo permaneció largas horas encerrado en una oscura habitación esperando, sin duda, ser fusilado.

   Dentro del Congreso los restos mortales de Suárez recibieron grandes honores, incluida la entrega de la Gran Cruz de Carlos III que el Consejo de Ministros le ha concedido.  En el exterior el pueblo de Madrid se agolpó desde muy temprano para dar su adiós al Presidente de la Democracia: una hora antes de que el público pudiera acceder al interior del salón “de los pasos perdidos”,  donde estaba la capilla  ardiente, la cola, que se iniciaba en  las puertas del Congreso, pasaba por delante   del Museo Tyssen,  continuaba zigzageante por diversas calles  laterales y alcanzaba  ya más de dos kilómetros de longitud.

  La capilla se cerró ayer pasadas las dos de la madrugada y fue abierta esta mañana una hora antes de lo previsto para que más personas pudieran dar su adiós al Presidente. 

  Es de destacar el magnífico comportamiento del actual  Presidente del Senado que hasta altas horas permaneció en su puesto saludando a los madrileños y españoles que, venidos de otros lugares del país,  hasta allí llegaban; y el de la familia Suárez que, pese al cansancio acumulado en los tristes y últimos días, decidió permanecer al lado del féretro  en la capilla ardiente hasta que, en palabras del hijo mayor de Suárez,  “hubiera un español que se acercara a dar el adiós a su padre”.

  Según fuentes oficiales más de 32.000 personas han pasado por allí. Muchísimas se han quedado sin poder hacerlo.

 Afortunadamente,  hoy el Presidente de Gobierno ha reparado el triste protocolo de ayer  y Adolfo Suárez  ha recibido los honores militares que, sin duda, el país  y todos nosotros le debíamos:  a la salida de su féretro del Congreso  representantes de los tres ejércitos -Tierra, Mar y Aire-, la Guardia Civil y bandas de música  han acompañado sus restos mortales, depositados  esta vez sobre un armón de artillería  tirado por cuatro caballos, hasta la plaza de Cibeles en una emocionante  procesión, entre aplausos de los españoles congregados en esa zona.

 No menos emocionante ha sido la llegada a la Catedral de Ávila y la multitudinaria misa allí celebrada, a la que han tenido el acierto de asistir el ex-Presidente Aznar y el Presidente Rajoy, entre otras muchas autoridades, entre ellas el Presidente de la Junta Castilla-León, Juan Vicente Herrera, ubicado durante la misa entre el ex-Presidente Aznar y Mariano Rajoy.

 Pese a que  en un principio se dijo que en Ávila se celebraría una ceremonia   y un entierro con pocas personas, casi en  privado, la misa ha sido concelebrada por cincuenta oficiantes al frente de los cuales estaba el  Obispo de Ávila, que ha destacado las cualidades cristianas de Adolfo Suárez desde su juventud, su puesta en marcha en aquel entonces del movimiento “De joven a joven” y  como esa Fe profunda lo ha acompañado a lo largo de su vida; ha hablado se su entrega y generosidad en la vida política, de su ejemplar dedicación en la dura y mortal enfermedad de su esposa e hija,  de su soledad. Emocionante semblanza, en verdad.

Finalmente el Obispo ha leído un mensaje enviado por su Santidad el Papa.

En el claustro  de la Catedral de Ávila descansan desde hace escasamente dos horas (cuando escribo estas líneas) los restos mortales de Adolfo Suárez  junto a los de su esposa, Dña Amparo Illana  que ayer  fue trasladada al claustro. 

  Allí reposaran definitivamente a escasos metros del sepulcro de otro Presidente: Don Claudio Sánchez de Albornoz, último Presidente de la República en el exilio y gran historiador.

  La lápida sepulcral de granito de los duques de Suárez lleva esta inscripción: La Concordia fue posible.


Adolfo Suárez y Claudio Sánchez de Albornoz








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