Julia Sáez-Angulo
23/6/21.- Madrid.- El escritor español residente en Francia, Fernando Arrabal, escritor surrealista, pánico y controvertido, habla en su libro “Mujeres” de aquellas damas, señoras y doncellas que le han fascinado a lo largo de su vida. Con una escritura llena de admiración, amor y ternura, Fernando Arrabal (Melilla, 1932) relata sus vivencias con buena memoria visual y auditiva. Su inteligencia prodigiosa, le hace ver más allá de la primera estampa y encuentro.
El libro de bolsillo, con fotografías e ilustraciones en blanco y negro, está publicado en la Biblioteca Arrabal -dentro de Biblioteca Golpe de Dados-, en una edición y prólogo de Pollux Hernúñez. El volumen de 213 páginas, tiene dos partes, la primera con la escritura sobre nombres como Simón de Beauvoir, Teresina Sanmartí de Ferrer, Dora Maar, Delphine Seyrig, Pepita, el primer amor de Víctor Hugo o su propia madre -la de Arrabal- Mercedes.
La segunda parte acoge las entrevistas que distintas periodistas, mujeres, hicieron al escritor, como Cristina Fanjul, Myrna Rodríguez, Gema Pajares, Ana del Barrio, Karina Saínz, Ana del Barrio, Tanella de Noailles o Andrea Silesius. Finalmente, unas Glosas gráficas, que encabeza Cristina de Suecia.
En la portada, una foto singular de Arrabal fotografiado por Lélia Arrabal Moreau.
El libro se abre con una Desiderata, donde se expresan deseos a base de enunciados de “Hubiéramos querido que uno de “los locales “inocupados” de durante años en Madrid se hubiera fundado el Museo de la Modernidad, dedicado a la esencia de sus cuatro movimientos: Dadaísmo, Surrealismo, Patafísica y Pánico…”, pero la pandemia y el confinamiento lo impidieron.
"Al inconmensurable, al inabarcable, al insondable poeta Fernando Arrabal le encantan las mujeres. Las ama pánicamente. En 1954 conoció a una francesa y 65 años después sigue apasionadamente enamorado de ella…Luce Moreau, profesora titular (maître de conferences) que fue de Literatura Española en la La Sorbona, enamorada de nuestra lengua, se enamoró también del joven Arrabal cuando lo conoció en el Ateneo madrileño, y lo cuidó con exquisito cariño cuando contrajo la tuberculosis en París”, se cuenta en el prólogo.
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