viernes, 22 de noviembre de 2013

LOS ORÍGENES DE LA MÁQUINA DE VAPOR, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA





 


L.M.A.

La Biblioteca Nacional ha adquirido un impreso de gran significación para la historia de la ciencia y la técnica en España y a nivel mundial. Se trata de un texto publicado en torno a 1600 por el inventor navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont, comendador de ballesteros de la Orden de Calatrava, en el que describe sus ideas en torno a la utilización industrial de la energía del vapor mediante una serie de ingenios. Estas ideas serían desarrolladas posteriormente por Ayanz en un memorial que dirigió a Felipe III, en el que solicitaba la concesión de un privilegio de invención para sus ingenios; en 1606 se le otorgó dicho privilegio, en lo que constituye la primera “patente” de una primitiva máquina de vapor.

El impreso, en formato folio y encuadernado en pergamino moderno, consta de ocho hojas e incluye siete dibujos en los que Ayanz ilustra sus planteamientos. Se trata del único ejemplar conocido de la obra, que parece ser de carácter privado y de circulación muy restringida. El escrito está dirigido al príncipe Emanuel Filiberto de Saboya, pariente de Felipe III, con lo que Ayanz pretendía probablemente dejar constancia de la autoría de sus máquinas y difundirlas en el entorno del monarca hispano a fin de lograr con posterioridad el privilegio de invención correspondiente.

El origen de las invenciones de Ayanz se encuentra en su nombramiento en 1597 como administrador general de las minas del reino. Ayanz recibió el encargo de viajar por España para comprobar el estado en el que se encontraban las minas españolas y de plantear soluciones a los problemas que detectara. Dicho viaje fue determinante para el desarrollo de sus ideas respecto al empleo industrial del vapor. En concreto, el problema que condujo al navarro a la invención de los ingenios de vapor fue el de conseguir de forma más efectiva el desagüe de las minas.

Pese a la concesión del privilegio de invención, la Monarquía hispana, ya iniciando la fase de decadencia del siglo XVII, no mostró interés en la aplicación de las máquinas ideadas por Ayanz. No obstante, la significación de sus trabajos es enorme: de un lado, hasta entonces la energía del vapor sólo había sido objeto de juegos y curiosos experimentos; de otro, la siguiente “patente” de un ingenio de vapor no se concedió hasta casi un siglo después, la otorgada el inglés Thomas Savery. Así pues, con la adquisición de este impreso, la Biblioteca Nacional de España incorpora una fuente documental de relevancia capital en la historia de la máquina de vapor, que, con la introducción del condensador independiente por James Watt, daría origen en la segunda mitad del siglo XVIII a la Revolución industrial.
 
 

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