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J.S.A.
26/02/18 .- MADRID .-
La obra PRESENTA LOS PROBLEMAS y sufrimientos varios de los homosexuales masculinos en época
franquista con dos personajes muy
diferentes en cuanto a la familia que nacen y la vida que llevan:
MARIO.
El protagonista. Atrapado en un sexo
con el que desde niño se encuentra descontento. Sufre problemas en su
familia -con su propio padre- y con su entorno. Escapa del pueblo y marcha a
Barcelona, buscando ser libre y poder
vivir sin que lo zahieran constantemente. Allí encuentra a Dorin.
Mario
viste y peina siempre como un hombre, en
Barcelona trabaja en una barbería/peluquería. Solo alguna vez y a escondidas se
pone una prenda femenina. Se enamora y
parece que es correspondido, al menos en la obra nada nos indica lo contrario.
Su gran deseo es ser mujer. Poderse operar, poco posible dado sus escasos
medios. Personaje bien interpretado por
Nacho Guerreros, conocido por el público por su personaje de “Coque” en la
serie televisiva “La que se avecina”.
DORÍN. Su
historia es más encanallada. De familia valenciana, no ha tenido graves problemas en ella: su padre, republicano
hasta la médula, decía que prefería tener un hijo así, antes que tener uno
cura. En cambio tiene todos los del entorno: mariquita declarado cae muy joven en una redada y da con sus huesos en
la cárcel de Valencia, donde sufre abusos y violaciones sin cuento.
Al
salir huye a Paris y logra trabajar en el mundo del espectáculo y después en
Barcelona como vedette. Vende su cuerpo. La conocemos vestida de mujer, mejor
dicho de travesti: excesiva y provocativa. En Barcelona encuentra a Mario
recién llegado a la ciudad, al que
ayuda. La mistad verdadera surge. Personaje
interpetado por Kike Guazan.
MI IMPRESIÓN
La obra recrea tiempos ya pasados, por
fortuna. El mundo gay actual es exactamente lo contrario de lo que la obra
muestra. En ese sentido es anacrónica y aporta poco al mundo actual.
Excelente actuación de ambos intérpretes. Muy de destacar la de Kike Guaza.
Kike Guaza, polivalente, interpreta muy bien
varios personajes a lo largo de la obra. Fundamentalmente el de Dorin. Muy
creíble en Dorín…salvo cuando sale de vestido, mejor dicho desvestido de vedette bajando las escaleras con ridícula
peluca de cortas plumas blancas de ¿gallina? ¿de paloma?
Su cuerpo
masculino y delgadísimo, por muy depilado que está, no trasmite sensación
femenina alguna. Lógicamente, el sujetador no tiene nada que sujetar. Cualquiera que haya visto espectáculos
similares de travestis en Madrid o
Barcelona a finales de los setenta/ochenta sólo puede
sonreír con la comparación.
Sobran los desnudos con exhibición total de
genitales, especialmente en la triste y dramática muerte de Dorín. Nada aporta.
La tranformación
en la última escena de Mario en Dorin,
vestido con su excesivo vestido rojo y sus taconazos del mismo color, volviendo
a su pueblo con la maleta de la mano, ¿a qué viene?. Mario no es Dorín, no
puede serlo, sus vivencias son distintas y su manera de llevar la homosexualidad
también. Todos los homosexuales no son iguales. En mi opinión esa escena hace
flaco favor al mundo homosexual.
La escenografía. Ya nos habíamos enterado que
en la casa de Mario había un palomar, que identifica la libertad con las
palomas, que en la escena final, trasvestido
de Dorin, abre la jaulas de las
palomas…pero ¿era necesario llenar todo
el escenario de jaulas durante toda la representación? ¿y llenar el suelo de
plumas de palomas?
La obra es de Carolina Román. El título de la obra trae a la memoria el de la película sobre el boxeador Urtaín.
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