09.06.2020 .- Madrid .- No me suelen gustar las expresiones grandilocuentes. Pero, en este caso, debo decir que tengo entre manos un libro fastuoso. Ahí es nada, que alguien como Alfonso García-Calero haya conseguido unir los nombres, fotografías de cada uno de ellos o ellas, la biografía, opiniones sobre los autores y, finalmente, un poema de, a juicio del editor, el medio centenar de poetas más importantes de lo que ahora se denomina Castilla-La Mancha, que antes fue Castilla la Nueva, incluyendo Madrid, y dejando fuera a la provincia de Albacete, a la que, no sabemos con qué devastador criterio, fue incorporada de forma franquistamente obligatoria al antiguo Reino de Murcia, con el cual tiene poco o nulo parentesco, salvo en de los límites geográficos.
Dicho lo anterior aclaremos que el libro ha visto la luz en la Biblioteca Añil Literaria, de renovada tradición, acogida a la empresa literaria denominada Almud Ediciones de Castilla-La Mancha y que, efectivamente en ciento y pico jugosas páginas podemos recrearnos en leer las joyitas líricas de estos autores desde un primer poema del creador manchego por excelencia, Juan Alcaide Sánchez (1907-1951), valdepeñero ilustre y claro predecesor de una legión de damas y varones que han hecho, y siguen haciendo, de la poesía su principal desazón. Su poema se titula “Tierra de nadie” y de él dijo mi antiguo vecino Florencio Martínez-Ruiz “Hasta la aparición de J.A. y su voz roma () nadie, o casi nadie había puesto en pie a la tierra, a la llanura infinita o al horizonte iluminado”. Alcaide escribe: “(Tierra de nadie. /Tierra entre dos trincheras enemigas”).
Y ya empiezan a desfilar los compañeros de estrofa, los artífices de la maravilla poética: Federico Muelas (1910-1974) que hizo de Cuenca un espacio abierto al mundo con esos motivos (“intimista, familiar, Dios, el paso del tiempo”) que desciende a una nítida elegía: “…nadie, Huécar,/Te defiende. Nadie”, O José Herrera Petere (1909-1977), hijo de un General que llegó a ser Presidente de la II República en el exilio”:”… aquí yace un sabio/que peleó junto al pueblo”. Y, a la contra, José María Alonso Gamo (1913-1993), soldado del franquismo y diplomático hasta 1946: “Torija, en que nací:/piedra de alumbre…”.
En mi época de gran actividad poética, tertulia de Rafael Montesinos, el Aquelarre Poético de la Casa de Granada con Alberto Álvarez Cienfuegos, la Ballena Alegre, el Café Gijón, las variada tertulias que capitaneó el gran José Luis Cano (Casa del Libro, Librería de la Calle del Carmen, Café del Prado, Ateneo), Colegios Mayores, los populosos fallos del Premio Adonáis de Poesía también Ramón de Garciasol (1913-1944) participaba en muchas de ellas junto a nombres como Leopoldo de Luis, Gabriel Celaya, Antonio Hernández, Luis Rosales, Félix Grande, José Hierro, Javier Lostalé. los hermanos Creis. Garcíasol, seudónimo de Miguel Alonso Calvo, fue juzgado y absuelto por el franquismo. Escribió: “Comed el pan, andad a besos/por los lugares y por los molinos,/que ya todo es Quevedo derramado”.
De aquellas épocas datan el renombrado profesor y autor de los “Poemas del toro” Rafael Morales (1919-2005), talaverano: “Hermoso es lo que evocan nuestras manos…”, el emblemático toledano Juan Antonio Villacañas (1922-2001), compañero de colaboraciones de la Estafeta Literaria, Nueva Estafeta, Poesía Española y delicado autor de las “Liras Juanantonianas”: “Y no me duela nada/excepto el corazón y la cabeza,/las manos, la mirada,/los huesos, la tristeza,/no me duele y me duele la belleza”. La discípula de Alcaide, Sagrario Torres (1922-1996), que practica una poesía entre clásica y renovadora. (“Contigo irá mi sombra”), José Corredor Matheos (1929), “Coetáneo de la mayoría de los poetas de la generación de los 50”, según Manuel Rico. “De la vida, cortar/ lo que más duele:/los días y las noches” escribe Corredor.
En la introducción dice García-Calero: “¿Por qué una antología más? Ciertamente ésta (que ni siquiera aspira a serlo en sentido estricto) es tan prescindible como casi cualquier otra”. No es así, amigo. Las personas no leen, ni siquiera en los confinamientos. Por eso este tipo de libros, antologías, colecciones mínimas, reunión de autores o, como en este caso, dando cuenta de determinados autores agrupados por estilos, generaciones (en las que no creo) o espacios geográficos, pueden animar a quienes leen poco o no leen, por simple curiosidad, a conocer lo que hacen sus paisanos, aquellos que representan determinadas modas o estilos, lo de ciertas épocas.
En este sentido, creo, “Brújula” es una buena publicación porque nos permite, a todos, recapitular y re-conocer a unos autores que tienen gran importancia en el ámbito de la lengua castellana y que representan unas formas de vida, costumbres, maneras de expresarse que, de varias maneras, difieren de y completan a los escritores, poetas, que usan los mismos argumentos e idénticas palabras y que crean el espacio común del español o castellano.
En este sentido, creo, “Brújula” es una buena publicación porque nos permite, a todos, recapitular y re-conocer a unos autores que tienen gran importancia en el ámbito de la lengua castellana y que representan unas formas de vida, costumbres, maneras de expresarse que, de varias maneras, difieren de y completan a los escritores, poetas, que usan los mismos argumentos e idénticas palabras y que crean el espacio común del español o castellano.
Con su premio “Juan Alcaide” de Poesía y ese “registro clasicista” José Mª Blanc Garrido (1922-1996) demuestra, desde Albacete, su amor a la tierra y los paisajes: “La casa olía a húmedo/había un patio grande/con una vieja higuera”. Ángel Crespo (1926.1995), el gran traductor de Pessoa, el ineludible viajero por los mundos cultos. Gil de Biedma dice de él: “Crespo no ha confundido la literatura con la actividad literaria”. De Alcázar de San Juan era Antonio F. Molina (1927-2005), pintor, grabador, crítico de arte, escritor, secretario del Cela de “Papeles de Son Armadans”, dejó una interesante obra poética. “Estoy sentado en casa y sin moverme, /olvidado de mí”. Ismael Belmonte (1929-1981) “ha de situarse en las coordenadas formales del garcilacismo”. Escribió “Desata tu locura, escapa, ruge…”. Dionisia García (1929), filóloga ha dado a la imprenta una interesante muestra lírica y la autobiografía novelada “Correo interior”. “Buscadme donde está para que os vea”, recomienda. Luis Rius Azcoitia (1930-1984), lacerado por la guerra incivil, que diría Miguel de Unamuno, estudió en México. De él importa “el lugar del canto”, dijo el asturiano Ángel González.
En estos libros se incluyen, a veces, autores emblemáticos, aquí la lista es larga. Carlos de la Rica (1929-1997) era un manchego de Pravia (Asturias). 40 años viviendo en Carboneras de Guadazaón dio mucho de sí: su labor sacerdotal, su colaboración para crear la Academia Real Conquense de Artes y Letras y gestionar la Editorial Toro de Barro (desde 1965), que ha continuado Carlos Morales. Dice: “Pido tan sólo/que un girasol alumbre/el fulgurante canto de los grillos…”. Eladio Caballero (1930-2000) era un hombre pacífico, “hermano” moral de Félix Grande y muy estimado por Francisco García Pavón, quien, siendo bibliotecario de Tomelloso, daba a “sus” lectores cuantos libros eran capaces de leer. El franquismo del odio y la prepotencia fusiló a su padre, militante socialista, en 1940 y el poeta trabajó en los más raros oficios, igual que Grande y el andaluz Antonio Hernández. Su trabajo en La Estafeta y Nueva Estafeta, primero con Ramón Solís y luego Luis Rosales, era el de un artesano de la amistad. Premio de la Crítica en el año 2000: “La Mancha: surco en cruz, ámbito, ejido, /parador del verano…”.
Y Alfaro, Rafael Alfaro (1930-2014), conquense, aparecía en las tertulias con su camisa gris de salesiano y nos regalaba libros entre místicos y humanos: “…al llegar la noche, todos vamos/dejándonos la ropa/sucia sobre las manos del silencio”. La simpatía, cordialidad, bonhomía era patrimonio de Nicolás del Hierro (1934-2017) con 20 libros publicados, co-fundador de la Asociación de Escritores de CLM. Animó el premio de poesía que lleva su nombre en Piedrabuena, dice Paco Caro que su poesía “indaga en los caminos de la justicia y hermandad”. (“No me dejes seguir con esta pena/de tener empeñado mi destino…”). Joaquín Benito de Lucas (1934) filólogo ha gestionado los premios que llevan su nombre y el Rafael Morales en Talavera, ha sido profesor en Damasco y Berlín y catedrático en Madrid. “Materia de olvido” ganó el Adonais en 1967 y enseguida pasó a ser jurado del galardón de Ediciones Rialp. “Mañana volveremos a la vida”, escribe. Manolita Espinosa es toda una institución en Almagro, donde nació en 1935, pues dirigió 26 años la Biblioteca y el Archivo Municipal. Sus versos son etéreos (“Te me escapas, /te me pierdes/gigante de mis días”, de ellos dice Manuel Alvar, “son la intensificación de todos los sentimientos”. Valentín Artega (1936), de Campo de Criptana, a Roma, al mundo como religioso de la Orden Teatina. Miguel Galanes habla de “Una poesía la suya que nos acompaña como bastión del ser humano”. Se recomienda leer completo su poema “Lección de urbanidad”. (“Ya no hay jardines que te oculten/detrás del resplandor de tu pecado”. Juan Manuel Rozas López (1936-1986) de escasa vida e interesante labor investigó sobre “el Barroco y el primer tercio del siglo XX”. “Somos aguamanil en el banquete,/gesto en el brindis, sombra en la caricia…”.
Y Alfaro, Rafael Alfaro (1930-2014), conquense, aparecía en las tertulias con su camisa gris de salesiano y nos regalaba libros entre místicos y humanos: “…al llegar la noche, todos vamos/dejándonos la ropa/sucia sobre las manos del silencio”. La simpatía, cordialidad, bonhomía era patrimonio de Nicolás del Hierro (1934-2017) con 20 libros publicados, co-fundador de la Asociación de Escritores de CLM. Animó el premio de poesía que lleva su nombre en Piedrabuena, dice Paco Caro que su poesía “indaga en los caminos de la justicia y hermandad”. (“No me dejes seguir con esta pena/de tener empeñado mi destino…”). Joaquín Benito de Lucas (1934) filólogo ha gestionado los premios que llevan su nombre y el Rafael Morales en Talavera, ha sido profesor en Damasco y Berlín y catedrático en Madrid. “Materia de olvido” ganó el Adonais en 1967 y enseguida pasó a ser jurado del galardón de Ediciones Rialp. “Mañana volveremos a la vida”, escribe. Manolita Espinosa es toda una institución en Almagro, donde nació en 1935, pues dirigió 26 años la Biblioteca y el Archivo Municipal. Sus versos son etéreos (“Te me escapas, /te me pierdes/gigante de mis días”, de ellos dice Manuel Alvar, “son la intensificación de todos los sentimientos”. Valentín Artega (1936), de Campo de Criptana, a Roma, al mundo como religioso de la Orden Teatina. Miguel Galanes habla de “Una poesía la suya que nos acompaña como bastión del ser humano”. Se recomienda leer completo su poema “Lección de urbanidad”. (“Ya no hay jardines que te oculten/detrás del resplandor de tu pecado”. Juan Manuel Rozas López (1936-1986) de escasa vida e interesante labor investigó sobre “el Barroco y el primer tercio del siglo XX”. “Somos aguamanil en el banquete,/gesto en el brindis, sombra en la caricia…”.
Igual que Francisco García Pavón fue pionero de la novela policiaca, con su célebre Plinio, el genial jefe de la policía o guardia municipal de Tomelloso, La Mancha, y aquel “pobre Tomillo, en concreto se revitalizaron con la poesía y la figura de Cabañero y de Félix Grande, éste también reclamado y estimado en Mérida por haber nacido allí el levantamiento la hipocresía franquista. Pero Grande (1927-2104), además, nunca bien visto por la derecha española aunque cercano a Luis Rosales, junto al cual comenzó a trabajar en Cuadernos hispanoamericanos en 1961 hasta su cese por los im-populares en 1996, cuando estaba a punto por edad para jubilarse, creó una muy interesante obra poética, que parte de “Las piedras” (Adonáis 1964), pasa por “Blanco spirituales” que ganó el Premio Casa de las Américas en la Habana en 1967 cuando todavía se creía en revolución castrista, se reanima con “Las rubáiyátas de Horacio Martín” en el 78 y profundiza en sus deseos de justicia y consuelo con “La cabellera de la Shoá” tras un viaje a Cracovia y a su paso por el campo de concentración de la profunda indignidad humana de Auschwitz-Birkenau. Su último poemario fue “Libro de familia”: “Tu piel junto a mi piel/eso es lenguaje”.
Francisco García Marquina (1937), biólogo y periodista ha publicado más de 20 poemarios, “Morirse es como pueblo”, el penúltimo. “Todo menos las nubes, ha cambiado”, escribe. Elvira Daudet (1938-2018) de Cuenca, fue periodista de altos vuelos y periodista muy bien calificada, recuerdo sus crónicas desde París para Informaciones, llenas de color y de datos literarios. Manuel Rico dice que “es una poeta de lectores devotos, emociones hondas, sentimentalidad a flor de piel, y lenguaje forjado en la lectura atenta y renovada de nuestros clásicos”. El versátil creador Jaime Alejandre la considera una de nuestras mejores poetas y ha creado un premio de poesía con su nombre, cuyo primer galardón ha sido para el poemario “Es preciso reponerse de la tristeza”, de nuestro amigo el joven filósofo dominicano Leonardo Reyes. Elvira dejó escrito: “Quizá/un día fui feliz y no lo supe”. Cuando Josep Castellet incluyó en sus Nueve novísimos a Antonio Martínez Sarrión (1939) su nombre entró en el ámbito de los inmortales. Sigue trabajando y publicando, asistiendo a actos diversos y teniendo buenas relaciones con poetas jóvenes y menos jóvenes. Es notoria la publicación de “Última fe. (Antología poética 1965-1999)” en edición de Ángel L. Prieto de Paula. “Cada orza de adobo, cada soga de cáñamo,/cada jarra de vino me regalan tu aroma”.
Pese a la escasa, a veces nula, atención que libreros, editores, sesudos críticos e incluso docentes prestan a la poesía, ésta persiste, se mantiene en el imaginario de la gente común. Sin embargo, el poeta, cuya labor en una gran proporción suele no ser remunerada vive la diaria creación como si estuviera convencido de que sus palabras serán importantes para alguien: un niño, un solitario, un general en su laberinto. El raro novelista, y también poeta, Jesús Ferrero dice que un escritor no debe repetirse, son tantos los temas, las musas, los momentos de la existencia que, seguramente, cada uno de ellos está dictándonos un poema, hablando de una persona amada o confiando en el futuro, aún en tiempo de virus. Así nos llega, por ejemplo, la poesía del madri-conquense Diego Jesús Jiménez (1942-1999) que, según Ángel Luis Luján Atienza “desprende, un aroma de insatisfacción vital, de ruina y desolación que sólo es compensado por el poder de evocación de la palabra”. Jiménez obtuvo en dos ocasiones el Premio de Poesía Hispanoamericana Juan Ramón Jiménez y en dos convocatorias el Premio Nacional de Poesía. ”Es una vida la que pasa bajo el puente”, escribe.
Julie Sopetrán, escritora
Julie Sopetrán, escritora
Pero ese es el verdadero Territorio de La Mancha al que, el mexicano Carlos Fuentes, quiso incluir todo aquel espacio en el que se hablara/se hable el idioma de Don Quijote y Sancho el de la frustrada Ínsula Barataria. Y es en estos autores, en estos poemas donde encontramos sabios consejos, delicadas descripciones y vehementes expresiones, como cuando Luis Alfredo Béjar (1943-2011) que fue Profesor de Literatura y Concejal del Ayuntamiento de Toledo escribe “Tenía tu idioma/los pies de agua soleada/y un poder de convicción/que envidiaba la música”. Julia Sopetrán (1943) que hizo de la Alcarria su territorio, cuando no andaba en geografías yanquis publicó un hermoso libro en Torremozas (1985) “Silvas de mi selva en ocaso” y en 2005 cuatro poemarios en Morelia, además de sus premios y actividades universitarias en Palo Alto: “…hay rosas disecadas/que perfuman el aire”, escribe. Jesús Pino (1947), físico, dirigió la revista regional En Cultura y con Mª Antonia Ricas la revista Hermes y la colección de poesía Ulises. Ricas dice que él “rescata magia, la de la voz, no hay otra”. Él escribe: “Nací muriendo/de hambre/por la vida,/ con gula por la luz/con sed de cada instante”.
Alfredo Villaverde (1947), licenciado en Derecho y Psicología es un gran activista cultural, ha publicado más de 60 libros y es Presidente de la AECLM. Recomendada la lectura de su poema “En el Puente Romano de Mérida”: “Descanso en el jardín de sombras/que envuelve este paisaje de acuática hermosura”. Francisco Caro (1947) no solo de Piedrabuena, su pueblo, también es ciudadano del mundo de la cultura, de las tertulias, de las barricadas en las que la poesía suele salir triunfante. Rafael Soler dice de él: “Y tengo que algunos le llaman metapoeta pues es la Poesía asunto central de su quehacer”. Premios, libros, paisajes vivencias…”Pues la vida nos niega la victoria/más allá del fulgor de algún momento,/gobernar lo precario, vivir juntos,/no agotar la existencia, ser comienzo”. Y otro madri-conquense, José Ángel García (1947), un tipo de estirpe romántica y de aventuras escuetas, periodista en la Radio de todos, llamada todavía Nacional, académico de la Real Academia Conquense de Buenas Letras, de la que llegó a ser Director, buen paseante por El Retiro madrileño, audaz autor de un montonazo de poemarios, “…una fuente independiente de emociones”, según Carlos Morales. Él dice; “Fuimos dioses. Nos ha costado tanto llegar a ser humanos”. De Hilario Barrero (1948), traductor y Profesor en Nueva York desde el 78, “tras dejar atrás un Toledo de cuartel y sacristía, de mentiras y secretos”, según José Luis García Martín. Una buena lección tenemos en su poema “Subjuntivo”: “…hoy tienen prisa, como la tuve yo,/por salir a la noche, por disfrutar la vida./por conocer el rostro de la muerte”. También Dionisio Cañas (1949) residió en Nueva York y vivió en Francia. Docente, traductor, ensayista ha escrito libros espléndidos. “Se vive mal cerca del cielo”, afirma.
González-Calero avisa “que lo que tienes, lector, en tus manos no es sino una gavilla de poemas y un conjunto de nombres no unidos por otra razón que la de haber compartido suelo y siglo en esta tierra nuestra, en Castilla-La Mancha”. Y justamente llegamos al meridiano de ese siglo que fue atroz, aunque los momentos actuales no sean para sentirnos alegres y confiados como la ciudad aquella. Olvido García Valdés (1950) asturiana, traductora y residente en Toledo desde el 96 donde ha sido Catedrática de Literatura como lo fue en Valladolid, Directora del Instituto Cervantes de Toulouse y Directora General del Libro y Fomento de la Lectura escribe: “Así debió ser: saludó a los vecinos/que encontraba, una palabra a cada/uno amable y oportuna (así dijeron) y/entró luego en el río; la autonomía de la voz que habla y nada dice/del alma y de sus cuidados”.
Dice Don Quijote que “No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”, sin embargo, en la mayoría de estos poetas de “Brújula”, advertimos una clara sencillez, un lenguaje llano y comunicativo, una falta de petulancia que sí suele abundar entre los poetas alzados a base de premios de dudosa factura, auspiciados a veces por editores de interesada actuación económica o auspiciados por personajes de menor cuantía y de mayor prepotencia.
Miguel Galanes, (1951) profesor durante muchos años, defensor de espléndida naturaleza del parque Natural de Cabañeros y amante absoluto de su Daimiel natal tiene a la vida, a la existencia, como materia de sueños, ensueños y versificaciones. Francisco Caro dice de él que es “alguien que escribe para sí mismo, para salvarse”. La prueba sería el poema “Un jardín”: “Nada es extraordinario por distinto”. María Muñoz, del mismo año, nace en Toledo y vive frente al Manzanares estudiando el pensamiento filosófico contemporáneo, la teoría de la cultura, la filosofía del lenguaje y manteniendo al día su blog www.lashilanderasprodigiosas.wordpress.com. Perteneció a Hermes, Añil, tertulias, co-fundó los colectivos Imagina y ADA. Aquí deja un poema entre reflexivo y filosófico. “La estela captura sus logros, la idea su rastro ágil”. Beatriz Villacañas (1952), Doctora en Filología y profesora de la UCM acumula interesantes galardones. Su poesía de “voz personalísima” según opinión de José Luis Morante es fluida, elegante, elocuente: “Soneto al mirlo que se come mis peras”, merece una mención: “Vienes todas las tardes, tan temprano./aprovechas la ausencia de mi siesta./llegas a tiempo, con la mesa puesta,/y te comes la fruta del verano”. Federico Gallego Ripoll (1953) de Manzanares a estudiar Teología en Madrid y Turismo en Barcelona, donde fundó el “Aula de Poesía de Barcelona” y a vivir en Mallorca. José Luis Morales dice que “es una voz que emerge de una conciencia alerta”. “Son necesarias muchas vidas para volver al árbol”, escribe el autor de “Un lugar donde esperarte. (Poesía 1981-2007)”. Andrés Gómez Flores ha sido periodista (la SER, El País, La Verdad, A-3) y es crítico e inspector gastronómico. Luis Martínez Falero dice que Gómez “nos presenta una tendencia hacia la poesía del silencio con toques costumbristas”: “En las noches se habla/sin preguntas, de un porvenir helado,/sin impulsos ni comercio”.
“Cuando se aprende a interrogar la respuesta no importa”, escribe el filósofo mexicano Benjamín Valdivia. Lo podríamos aplicar a la poesía de Amador Palacios (1954) quien, además de sus libros de versos, ensayos y traducción de poesía portuguesa es autor de una interesante biografía de Ángel Crespo. Vamos a recomendar su poema “Extraño madrigal”: “Cercenaré barreras herrumbrosas/ para lograr tu niebla diamantina,/esa dicha abisal,/esa estupefaciente/consecuencia nimbada de la sangre”. Miguel Casado (1954) catedrático de Lengua y Literatura llegó a Toledo desde Valladolid también en el 96. Es un notable crítico, traductor y poeta. Ha publicado ediciones críticas de Antonio Gamoneda y José Miguel Ullán. En “Sentimiento de la vista” habla de “equilibrio de verdad y mentira,/corriente sin manantial”.
“A este punto llegados el futuro es pereza” escribe el Paul Valéry de “El cementerio marino”, Alfredo J, Ramos (1954) que estudió en los Agustinos de Salamanca y El Escorial termina su “Reencuentro” con unos versos magníficos: “Juro/hasta tres veces que no soy el mismo/cuando me acuesto por la noche/y sueño”, como en ese sueño pudiera borrarse la pereza e ir dibujando la esperanza. Y Enrique Trogal (1954), seudónimo de José Vicente Patón, que ha traducido a Al Berto y al narrador francés Barbey dispone, según Ángel Luis Luján de “Una poesía, rica en registros, rezumante de cultura y un ritmo impecable para expresar inquietos mundos interiores…”.No importa que no entiendas esta historia/porque yo te traeré los más hermosos/cantos…”. José Luis Morales (1955), filósofo, ha ejercido el periodismo y la docencia. Inmaculada Lergo dice que “pese al tema tratado, se mantiene alejado d de toda impostura. Él dice que “La vida/es esa servilleta/de papel que te aguarda/en el dispensador de las tabernas/y en la que sólo pone: Gracias por su visita.” Por el libro titulado con las 4 últimas palabras Morales obtuvo el Premio Antonio Machado en Baeza. A Antonio del Camino (1955) el ser un empleado bancario no le arruinó la ilusión poética. “Del verso y la penumbra” fue accésit Adonais 1984. En “A modo de Poética” termina deseando “…aspirar al silencio”.
Una escritora, docente y entusiasta de las artes es María Antonia Ricas (1956). En sus libros no sólo observa el mundo y su trascendencia, también penetra en los magníficos paisajes de los grandes pintores, pone sus versos a las obras precisas y preciosas de grandes fotógrafos y artistas y analiza el universo con una especial ternura. Gallego Ripoll, a propósito de “La mirada escrita” ha dicho: “Sólo callando puede el poeta contener la verdad de un mundo donde el pasado en llamas autoriza el futuro”. Ella pregunta o se pregunta, en “Topacio”: “¿Qué comerán las niñas que aman el Nombre de su Esposo como un águila?”.
Al final de su introducción Alfonso González-Calero anima a que “a no tardar mucho, alguien con más conocimientos y recursos de los que yo dispongo en ese momento (9 de febrero de 2020) aborde una verdadera antología de la poesía escrita en Castilla-La Mancha en los siglos XX y XXI”. Por mi parte como modesto crítico, poeta en solitario y sociólogo sin beneficio deseo agradecer, en nombre los lectores de poesía en general y de los manchegos en particular, su trabajo siempre esforzado para reunir esta importante nómina de mujeres y hombres para quienes el mundo de los versos es parte esencial de sus biografías. No sobra ningún nombre y los que pueden faltar siguen teniendo el mismo aprecio que si estuvieran en estas páginas pues, de una u otra manera, este medio centenar de voces representan a todos, nos representan a todos, incluso al resto de españoles que tenemos como libros de cabecera los que han escrito nuestros cercanos amigos, los poetas de siempre y los que comienzan a serlo con la ilusión que todos hemos poseído al ver impreso nuestro primer poema.
Como colofón, sin haberlo previsto, aparece la imagen, la escueta biografía, los versos de una conquense de La Puebla del Salvador, Amparo Ruiz Luján (56), a quien con voz de soprano tuvimos ocasión de admirar cantando un delicioso “Ave María” en aquella iglesia de Nazareth que, al punto, se llenó de judíos llegados de todo el mundo a visitar Israel y que quedaron maravillados ante tal espectáculo. Habíamos viajado a Maghar de Galilea, gracias a las gestiones de nuestra amiga Margalit Matitiahu, a unos Encuentros sobre Paz y Poesía que organizaba la comunidad drusa, bajo la coordinación del profesor de la Universidad de Haifa y diplomático, fue embajador de Israel en Oslo, Naïm Araydi, y, a pesar del ambiente bélico de la zona, las sesiones entre palestinos, sabras (judíos nacidos en Israel), cristianos de Europa y América e israelíes oficialistas, el encuentro apostó por la concordia, la comprensión y la dignidad para todos aquellos que hicieron y hacen de Tierra Santa su (posible) lugar de convivencia. Entre los actos más impresionantes estaban los yantares, con sesiones de recitados, en una cueva cerca de una cárcel de alta seguridad donde, decían, había estado el propio Jesús, con bellas vistas sobre el Lago de Tiberíades. “Don Quijote a grandes voces decía: …”advertid que el amor y la guerra son una misma cosa”. Amparo es Licenciada en Geografía e Historia, ha sido profesora en Barcelona y en la ciudad de las casas colgadas y ha publicado emotivos libros de versos. En Mayo de 2018 escribió en Cuenca “En el paraíso de la infancia una patria de barro y chocolate,/ silencio/y caracoles descalzos”...
Entonces dijo Sancho: “-Señor, vuestra meced ha acabado esta peligrosa aventura lo más a salvo de todas las que yo he visto…”.
Manuel Quiroga Clérigo
Majdahonda, 4 de junio de 2020, nos visitan trizas de nubes.
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