Víctor Morales Lezcano
No pasa un día sin que, ante el panorama que ofrece el territorio político de la España de hoy (y, probablemente, de la España sempiterna), me venga al recuerdo una limpia sentencia de Voltaire: Una disputa demasiado larga revela que las dos partes se quivocan.
No pretendo que de resultas del largo paréntesis vital que nos ha impuesto la epidemia infecciosa, dicha Covid-19, se regenere la envenenada fibra política que, con tanta frecuencia, ha entorpecido el transcurso de nuestra historia, al menos desde hace un par de siglos. No lo pretendo, aunque ello no inhibe en mí la repulsa que me provoca el cainismo congénito que habita larvadamente, y se vomita con frecuencia, en el ejercicio de la pugna política a la manera española. Esta evidencia, hoy tan comprobable en radio, prensa, televisión y en muchas redes sociales que nos inoculan (no todas, claro está, todo el tiempo), le arrancaría a Pérez Galdós, de nuevo, el comentario resuelto de uno de los personajes que animan los Episodios nacionales: Los españoles no hacen sino poner nombres diferentes a sus [viejos] vicios políticos. Y uno de los más significados de esos vicios, tanto ayer como hoy, consiste en agotar hasta el hastío la paciencia de cualesquiera que sean los ciudadanos afectados.
Habrá que vivir para ver hasta dónde alcanzan los estragos del covid político español en sus perniciosos efectos virales. Y punto y aparte (la próxima vez) a este mero desahogo por parte de quien la suscribe.
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