miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL BELÉN NAPOLITANO. EL BELÉN DE VITORIA-GASTÉIZ

                  Obsérve el paisaje  de ruinas clásica en el que está ubicada  la escena del Nacimiento.
                  En primer término aparece el rey  Baltasar que  en lugar de negro es  un sultán turco.







Figuritas articuladas


















Ambientación

























M. DOLORES GALLARDO LÓPEZ


En un reciente viaje por el norte conocí la bella ciudad de Vitoria. Nuestra amable anfitriona norteña, la excelente pintora Teresa Ahedo, afincada en Bilbao, cuando supo mi intención de pasar un par de días en ella me encareció muy vivamente que no dejara de visitar la Catedral Nueva y el Museo Diocesano de Arte Sacro cuya sede es dicha Catedral. ¡Magnífica idea! Me encantó y muy en especial su belén napolitano, excelentemente iluminado y permanentemente expuesto en la nave de la Epístola, de manera que el visitante puede admirarlo  cualquier día del año.

BELÉN NAPOLITANO

El primer belén familiar del que tenemos noticia fue el de la duquesa de Amalfi, en 1567 y, al parecer, constaba de 107 figuras. De las casas señoriales pasó a las de los burgueses acomodados y de aquí, cuando se abarataron los materiales con los que se construyen las figuras o surgieron otros más baratos, al pueblo.

Pero si existen belenes maravillosos son los llamados belenes napolitanos: verdaderas obras de arte, no sólo el belén en sí mismo sino todas y cada una de las figuras y elementos que lo componen.
Cada una de las figuritas que conforman un belén napolitano es una verdadera obra de arte en la que trabajan diversos artesanos hasta conseguir el aspecto final con que las vemos colocadas.

 La novedad mas característica que intruduce el belén napolitano son las figuritas:  articuladas y se visten. El cuerpo está formado con un armazón de alambre recubierto de tiras de estopa o lienzo, como se puede observar en las imágenes femenina y masculina mostradas más arriba. Habitualmente  las figuritas del belén eran rígidas de madera,  en ellas que se cuidaba el aspecto de la cabeza y el de las extremidades, pero en el belén napolitano las nuevas figuras son articuladas, lo que les otorga una extraordinaria movilidad y permite colocarlas en cualquier postura.

Los brazos y pies están moldeados en cerámica o en madera; la cabeza está hecha de porcelana y pintada al óleo según la encarnadura que requiere la tez, las variantes de la figura (hombre, mujer, niño; joven, viejo, etc.) y el color del pelo. Los ojos están realizados en vidrio de diferentes colores. Los más reputados escultores napolitanos modelaron en sus talleres estas cabezas. Las dos figuras  desnudas -masculina y femenina- que mostramos son del belén de Vitoria-Gastéiz.

El articulado maniquí así construido se viste después con hermosos trajes, confeccionados a medida en seda, terciopelo, raso, algodón u otros tejidos. Se adorna con joyas auténticas en miniatura, se calza y peina a la manera del siglo XVIII. Quien desee más información sobre la estructura de estas figuras y los detalles que conforman su vestimenta -adecuada siempre al status social que representan- puede consultar:
http://www.lacasalingaideale.it/lezioni/presepe.htm

En resumen, su vestimenta está calcada de la moda del siglo XVIII y reproduce la que llevaban los distintos estamentos sociales, pues todos ellos -de los más altos a lo más bajos- están representados en el belén napolitano que, en realidad, pretender ser una recreación en miniatura de los habitantes de Nápoles y del reino de las dos Sicilias en esa época, así como de sus diversos estilos de vida.

Los paisajes palestinos se transforman en paisajes italianos, en ellos aparecen ruinas de templos de la Antigüedad clásica para albergar la escena del Nacimiento del Niño Jesús (es la moda que conoce en el arte  con el nombre de "rovinismo" o paisajismo de ruinas), pero las calles y edificios -panadería, taberna, herrería, etc.- intentan reproducir la ciudad de Nápoles en el XVIII. Naturalmente la gente de Judea se transforma en napolitana.

Aparecen también en los belenes napolitanos numerosos animales, muchos de ellos exóticos en el siglo XVIII.

También hay abundantes  cacharros,  utensilios y accesorios de la vida cotidiana, sin olvidar hermosas vajillas en miniatura que adornan las bien servidas mesas, ni tampoco las frutas y verduras realizadas en arcilla o en cera. Abundan tambien las joyas en miniatura para a dornar las figuritas que representan la clase social alta. Todo ello es lo que se conoce con el nombre de finimenti.  Contribuyen enormente  a que los belenes napolitanos alcancen altísimas cotas de belleza y refinamiento.

 Hay que resaltar que la perspectiva del conjunto de consigue utilizando figuras de diferentes tamaños

AUGE DEL BELÉN NAPOLITANO: CARLOS VII DE NÁPOLES

En los siglos XVII Y XVIII se produjo un fuerte desarrollo del belenismo. Con el barroco se impulsó de forma definitiva la realización de belenes.
En el siglo XVIII la ciudad de Nápoles se puso en cabeza: allí se creó una escuela incomparable en cuanto a belleza, detalle y meticulosidad en las figuras. Mucho tuvo que ver en ello el Carlos VII de Nápoles y V de Sicilia
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Este ilustrado rey se interesó mucho por el arte del belenismo y lo impulsó decididamente. La aristocracia secundó la idea. Como consecuencia en Nápoles proliferaron extraordinariamente los belenes y surgieron importantes imagineros belenistas.

 Allí se comenzaron a construir las figuras articuladas. Incluso la Real Fábrica de porcelana de Capodimonte se puso al servicio de los encargos que las diferentes escenas del belén requerían.

Lo mismo ocurrió con escultores, los más reputados se dedicaron a modelar en sus talleres cabezas para los protagonistas del Misterio y para los ángeles, pastores, gente el pueblo, turcos, etc.
  
   Los grandes orfebres de la corte hicieron miniaturas de joyas auténticas para adornar las figuras que representan personajes de la clase social alta.

   Los artesanos que se dedicaban a la confección de trajes, hicieron réplicas en miniatura de las vestimentas habituales de las diversas clases sociales. Esos trajes a veces, para dar más verosimilitud a la escena, llevan un finísimo alambre en los dobladillos y los pliegues para realzar la caída natural de la tela y para dar volumen a las vestimentas.

En resumen, ningún artista ni artesano de la ciudad quedó al margen de la actividad belenística.

La foto ambientada que mostramos pertenece al Belén de Vitoria- Gastéiz, tal como aparece actualmente expuesto.

Todo Nápoles desde el día de la Inmaculada -8 de diciembre- hasta el día de la Candelaria -2 de febrero- vibraba en torno a los belenes pues constituían un exponente le la riqueza y el buen gusto de las familias.

Hay que recordar que el rey Carlos VII de Nápoles y V de Sicilia, gran impulsor de las artes belenísticas, era un príncipe español: fue tercer hijo del rey de España Felipe V de Borbón y el primero que tuvo su segunda esposa, la culta princesa italiana Isabel Farnesio, duquesa de Parma, Piacenza y Toscana.

Isabel Farnesio, consciente de que sus hijos no heredarían el trono de España (el rey tenía dos hijos de su primer matrimonio), hizo todo lo posible por recuperar la perdida influencia española en Italia con el fin de colocar allí a su descendencia.

El mayor de sus hijos, Carlos, heredó inicialmente de su madre el ducado de Parma (1731). Más tarde, al conquistar Felipe V el Reino de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735),  pasó en 1754 a ser el rey Carlos VII de Napoles y V de Sicilia. Permaneció en Nápoles hasta 1759.
  
  Cuando contaba 22 años de edad contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia -14 años- hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y Lituania y después rey de Polonia. Hasta la muerte de la reina, un año escaso después de su llegada a Madrid como nuevos reyes de España, formaron un bien avenido y prolífico matrimonio. Se dice que la propia M. Amalia y las damas de su corte napolitana cosían y bordaban ropitas que adornaban después las figuritas del Belén del palacio.

Cuando en España murió el rey Fernando VI (segundo hijo del primer matrimonio de Felipe V, el mayor -Luis- murió muy pronto, en vida del rey Felipe), Carlos -hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio, su segunda esposa- fue nombrado rey de España. Era el año 1759. Abandonó Nápoles y se convirtió en nuestro rey Carlos III, al cual Madrid tanto debe. Meses después de llegar a España, en septiembre de 1760, murió la reina. El rey Carlos nunca volvió a casarse.
  
   Este rey introdujo el belén napolitano (es decir de figuras articuladas) en España. Ya en Madrid mandó realizar el llamado Belén del Principe, creado por encargo suyo en los talleres napolitanos y en la fábrica de cerámica de Capodimonte. Este belén, desafortunadamente, se dispersó con el paso del tiempo en diversas colecciones. Las figuras que se conservaban en Palacio Real tenían un estado de conservación no demasiado bueno. En 1987 se llevó a cabo una restauración que incluía el tratamiento de las figuras, de las telas y de los distintos accesorios. En el año 2002 Patrimonio Nacional encargó la realización de algunas piezas a talleres napolitanos que continúan elaborando figuras a la manera tradicional del siglo XVIII. En la actualidad se suele exhibir en el Palacio Real de Madrid en Navidades para goce y disfrute de quienes amamos este arte.
   De todos modos no hubo muchos belenes  napolitanos, como demuestra el hecho de que los más  importantes que hay hoy son  de época posterior y generalmente han sido comprados en Italia, como el de  Vitoria que hoy nos ocupa. Continuaron preferente mente los de figuritas esculpidas o modeladas.

EL BELÉN DE VITORIA-GASTEIZ

Está formado por 56 figuras, de las cuales son humanas 38. Las 38 figuras humanas pertenecen a distintas razas y diferentes clases sociales. Sus vestimentas y ornato se corresponden con estas diferenciaciones.
  
    Las figuras están realizadas en diferentes escalas: el Misterio, los ángeles y los reyes magos son las de mayor tamaño (de 40 a 45 centímetros); otras figuras tienen entre 30 y 25 centímetros, hasta llegar a algunas figuras de 20 centímetros (se colocan al fondo, en lo que equivaldría al horizonte y comunican sensación de lejanía).    Al instalar diversas escenas del belén en diferentes tamaños se produce sensación de profundidad y de perspectiva.

Las restantes figuras (18) son de animales, importantes en los belenes napolitanos, como quedó dicho arriba.

  También cuenta este belén con gran número accesorios (finimenti en terminología napolitana): joyas, herramientas, etc., fabricados en diversos materiales, que contribuyen a enriquecer el espectáculo que ofrece.

 En su actual configuración paisajística la escena del Nacimiento está ubicada en medio de unas ruinas que recuerdan las de edificaciones clásicas. Es de advertir que justamente este escenario fue el habitual  en el siglo XVIII en Nápoles, recordando quizás las cercanas ruinas de Pompeya y Herculano.

  Otra característica que quizás sorprenda al visitante poco experto  es ver al rey “negro” transformado en este caso en sultán turco.

   Las piezas de este belén fueron adquiridas en Italia. En los años 50 fue donado a la diputación de Álava por D. Félix Alfaro Fournier, nieto de Heraclio Fournier, fundador de la empresa de naipes del mismo nombre. Se instaló en el Museo Provincial de Álava.
   
    En el año 2003, tras haber sido limpiado y restaurado fue colocado en la nave de la Epístola de la Catedral de María Inmaculada o Catedral Nueva -estilo neogótico, cinco naves (la central de 35 mtrs de altura), con exterior más sobrio que el resto, dado que las torres y el cimborrio del proyecto original no llegaron a ejecutarse-, actual sede del magnífico Museo Diocesano de Arte Sacro.

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