viernes, 5 de julio de 2013

Juan Pablo II y Juan XXIII serán declarados santos; Álvaro del Portillo, beato

Juan XXIII

 El Papa Francisco ha firmado esta mañana los decretos que reconocen un milagro obtenido por intercesión del beato Juan Pablo II y otro atribuido a la intercesión del venerable Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei. Se trata, respectivamente, de los pasos previos para la canonización de Karol Wojtyla (1920-2005) y para la beatificación de Álvaro del Portillo (1914-1994). Además, el Santo Padre ha firmado también el decreto sobre un milagro de la Madre Esperanza de Collevalenza (1893-1983).


Asimismo, ha aprobado los votos favorables de la Congregación de las Causas de los Santos para que se proceda a la canonización del beato Juan XXIII, el Papa que convocó el Concilio Vaticano II en 1959. La Santa Sede también ha anunciado la firma de otros decretos, como se puede consultar en www.vatican.va.

Mons. Javier Echevarría: “una feliz coincidencia”

Para Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, estas noticias son “motivos de honda alegría, y una feliz coincidencia”. “Juan Pablo II –ha dicho el Prelado– se gastó con incansable generosidad en servicio de la humanidad. Nos acercó a Dios con su rico Magisterio: de palabra, por escrito, con imágenes y con tantos gestos cargados de significado. Toda su vida se apoyaba en una unidad íntima con Jesucristo: bastaba ver cómo rezaba para comprender la fecundidad de su ministerio”.

Juan Pablo II y Juan XXIII “fueron verdaderamente padres cercanos a todos los fieles, a la Iglesia y concretamente, puedo afirmar, a esta parte de la Iglesia que es la Prelatura del Opus Dei. Pienso que, con ellos, millones de personas se han sentido ‘hijos predilectos’ del Papa”.

El Prelado del Opus Dei ha recordado a Mons. Álvaro del Portillo, como “un gran apoyo para san Josemaría y un fidelísimo colaborador de Juan Pablo II”. Y ha añadido: “acudo ahora a la intercesión de este siervo bueno y fiel, y le pido que nos ‘contagie’ su lealtad a Dios, a la Iglesia, al Papa, a san Josemaría, a los amigos; que nos consiga su sensibilidad social, que se manifestó en el impulso de numerosas iniciativas en todo el mundo a favor de los más necesitados; que nos obtenga su predilección por la familia y su apasionado amor al sacerdocio, así como su piedad tierna y sencilla, que tenía un marcado acento mariano”.

El milagro atribuido a don Álvaro

El milagro aprobado por la Santa Sede se refiere a la curación instantánea del niño chileno José Ignacio Ureta Wilson: a los pocos días de nacer, sufrió un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva.

Sus padres rezaron con gran fe a través de la intercesión de Mons. Álvaro del Portillo y, cuando los médicos pensaban que el bebé estaba muerto, sin ningún tratamiento adicional y de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar el ritmo de 130 pulsaciones por minuto. A pesar de la gravedad del cuadro clínico, diez años después, José Ignacio desarrolla su vida con normalidad. La curación milagrosa tuvo lugar en agosto de 2003.


Mons. Flavio Capucci, postulador de la causa, relata que ha recibido unas 12.000 relaciones firmadas de favores obtenidos por intercesión de don Álvaro: “han llegado relatos de gracias de todo tipo: materiales y espirituales. Ciertamente –explica- los más llamativos son las curaciones extraordinarias, que son variadas: desde desaparición de melanomas con metástasis tras rezar a don Álvaro, hasta la recuperación sin secuelas de un niño ahogado en una piscina”.

El postulador añade que muchos de esos favores se refieren a la vida familiar: “matrimonios que recobran la armonía conyugal; nacimiento de hijos, a veces después de muchos años de espera antes de acudir a su intercesión; reconciliaciones entre parientes enojados; partos de niños sanos después del diagnóstico de que el bebé nacería enfermo… Don Álvaro era una persona familiar y realizó una masiva catequesis sobre la familia; quizá por eso surge espontáneo el deseo de acudir a su intercesión para cuestiones de este tipo”.
Juan Pablo II

Mons. Capucci explicó que, una vez aprobado el milagro, corresponde a la Santa Sede determinar la fecha de la beatificación. Probablemente la ceremonia tendrá lugar en Roma, por ser la ciudad donde falleció el venerable Álvaro del Portillo.


Rasgos biográficos de Mons. del Portillo

Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos. Ingeniero, doctor en Filosofía y Letras y en Derecho Canónico, en 1935 se incorporó al Opus Dei. Muy pronto se convirtió en el más sólido apoyo del fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer. El Decreto de virtudes heroicas emanado por la Congregación de las causas de los santos el 28.6.2012, describe al futuro beato como “hombre de profunda bondad y afabilidad, capaz de transmitir paz y serenidad a las almas”.

Fue ordenado sacerdote en 1944. En 1946 se trasladó a Roma. Con su actividad intelectual junto a san Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede realizó una honda reflexión sobre el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y familiares. Promovió actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas personas.

Desde el pontificado de Pío XII hasta el de Juan Pablo II desempeñó numerosos encargos en la Santa Sede. Participó activamente en el Concilio Vaticano II y fue durante muchos años consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El 15 de septiembre de 1975, tras el fallecimiento del fundador, don Álvaro fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. El 28 de noviembre de 1982, cuando el beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, le designó prelado y el 6 de enero de 1991 le consagró obispo. A lo largo de los años en que estuvo al frente del Opus Dei, promovió el comienzo de la actividad pastoral de la prelatura en 20 nuevos países. Como prelado del Opus Dei, estimuló también la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas.

Mons. Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. Tras su muerte, miles de personas han testimoniado por escrito su recuerdo: su bondad, el calor de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior que su palabra les comunicaba.

Madrid en la vida del futuro beato

El próximo beato tuvo durante su vida un gran amor a su ciudad natal, Madrid, con un afecto que hizo compatible con un corazón abierto a las necesidades de todo el mundo y que procuró atender con la promoción de numerosas iniciativas sociales.

Uno de sus biógrafos, Salvador Bernal, escribe que “se sentía realmente madrileño” y destaca su “buen humor, castizo, madrileño”, con una “amable chispa madrileña”. Bernal destaca también las raíces madrileñas de la familia, y cómo Álvaro heredó de su padre la afición a los toros. “Le acompañaba, escribe, a comprar los abonos a la calle Victoria y a veces tomaban un pepito en el Pasaje Matheu, que en aquel tiempo popularizó su creador, Pepe, dueño de un local junto a la Puerta del Sol”.

Álvaro del Portillo había nacido en Madrid en 1914 en el número 75 de la calle de Alcalá. En esta ciudad pasó los primeros 32 años de su vida, antes de trasladarse a Roma en 1946.

Estudió el bachillerato en el Colegio El Pilar. A la vez que estudiaba como ayudante de Obras Públicas e ingeniero de Caminos, participó en actividades asistenciales con las conferencias de San Vicente de Paúl, especialmente en Vallecas. Desde sus años de estudiante, su vida cristiana reflejó una honda inquietud social y tuvo una amplia labor de evangelización entre sus compañeros de estudio y profesión.

En Madrid conoció Álvaro del Portillo el Opus Dei y recibió directamente de san Josemaría Escrivá la formación y el espíritu propios de la Obra. Y en la capital española fue ordenado sacerdote por el obispo de Madrid, Mons. Leopoldo Eijo y Garay, en la capilla del palacio episcopal de Madrid.


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