jueves, 23 de octubre de 2014

“LA COLECCIÓN EXPUESTA (2014-2015). EL MUSEO EN EL MUSEO” EN EL MUSEU FUNDACIÓN JUAN MARCH, EN PALMA, DESDE EL 29 DE OCTUBRE




Se muestran 89 obras de 45 artistas de la colección aprovechando dos espacios singulares en 

LA COLECCIÓN EXPUESTA (2014-2015). EL MUSEO EN EL MUSEO presenta en el Museu Fundación Juan March, en Palma (www.march.es/arte/palma), entre el 29 de octubre 2014 y el 7 de febrero de 2015, 89 obras de 45 artistas de la colección aprovechando dos espacios muy singulares en la arquitectura del museo. La presentación de la colección incluye, en esos pequeños espacios, una selección de obras que van desde los Caprichos, Disparates y Desastre de la Guerra de Francisco de Goya y grabados de Pablo Picasso hasta piezas casi conceptuales de Ferran García Sevilla, José Luis Alexanco o Txomin Badiola, entre otros.
   

L.M.A.

Bajo el título genérico La colección expuesta, el Museu Fundación Juan March, en Palma inició el pasado otoño un nuevo proyecto en torno a su colección, un proyecto con vocación de continuidad que descansa en la consideración de la colección como un organismo que vive en una relación simbiótica con los espacios del museo. La colección expuesta (2013-2014). Nuevas incorporaciones fue la primera de una serie de exposiciones y presentaciones de la colección que tendrán lugar cada año en el museo, como resultado del trabajo reflexivo sobre ella, repensando la tradicional división de los museos -en ocasiones excesivamente estática- entre su colección permanente y las exposiciones temporales que conciben y organizan.
En aquella primera edición se reordenó la colección y se expusieron una treintena de nuevas obras, incorporando por primera vez al discurso del museo a figuras muy significativas de las últimas décadas de la creación contemporánea en España. Con esas nuevas incorporaciones, el Museu Fundación Juan March pasó de exhibir 73 obras de 62 artistas a mostrar 103 obras de 74 artistas (el museo se abrió al público en 1990 como Col·lecció March con 36 obras de 36 artistas).
La segunda edición de La colección expuesta -que lleva por título “El museo en el museo”-  parte de un salto (momentáneo) desde el presente hacia el pasado remoto del “tiempo de los museos” (Germain Bazin), en el que las formas de exposición diferían bastante de las que resultan habituales hoy: las colecciones, que pronto serían catalogadas y ordenadas con criterios históricos y científicos y presentadas en orden cronológico, estilístico o geográfico en los espacios del museo moderno, provenían de colecciones reales o de coleccionistas privados cuyas adquisiciones se regían por el amateurismo o la connoiseurship; por la oportunidad, el gusto, común o decididamente excéntrico, o las modas.
La obra gráfica -y, desde finales del XIX, también la fotografía-  nos ha legado toda una magnífica iconografía de la acumulación -heteróclita y abigarrada- de los estudios, cámaras y gabinetes (a menudo llamados “de curiosidades” o “de maravillas”, las Wunderkammer alemanas) de aquellos coleccionistas cuyas obras de arte y libros, aparecen con frecuencia mezclados con instrumentos musicales, objetos, máquinas e ingenios, especímenes de animales y plantas, fósiles e insectos. Las ciencias humanas y la idea moderna de museo pronto dotarían de orden discursivo a toda esa divertida acumulación de objetos; en el caso del arte, hasta llegar a su pautada ordenación en el espacio neutro del “cubo blanco” (Brian O’Doherty), que aún domina la museografía contemporánea.
Sin embargo, esa evolución en el tiempo todavía conserva –si se la piensa en términos espaciales– lo que Walter Benjamin llamaría “valor de exposición”: los espacios de gabinetes, cámaras o salas, a menudo de tamaño reducido, pueden ser útiles para exhibir, junto a las obras de la colección, otras obras que por su tamaño, soporte o carácter no es posible exhibir ni permanentemente ni en pie de igualdad con aquellas: estudios preparatorios, bocetos, dibujos, maquetas, grabados, libros, revistas y múltiples, obras en soportes inusuales, técnicas no habituales o formatos reducidos, Y en esos espacios son posibles los que podrían denominarse “museos en el museo”: museos que –a escala– reproduzcan, intensifiquen, completen e interpreten las obras de la colección habitualmente expuestas, estableciendo todo tipo de relaciones con ellas.
LA COLECCIÓN EXPUESTA (2014-2015). EL MUSEO EN EL MUSEO PRESENTA, ENTRE EL 29 DE OCTUBRE 2014 Y EL 7 DE FEBRERO DE 2015, 89 OBRAS DE 45 ARTISTAS DE LA COLECCIÓN APROVECHANDO DOS ESPACIOS MUY SINGULARES EN LA ARQUITECTURA DEL MUSEO.
La presentación de la colección incluye, en esos pequeños espacios, una selección de obras que van desde Caprichos, Disparates y Desastre de la Guerra de Francisco de Goya y grabados de Pablo Picasso hasta piezas casi conceptuales de Ferran García Sevilla, José Luis Alexanco o Txomin Badiola, entre otros. Algunas rememoran los orígenes del arte contemporáneo español en la tradición, como las citadas piezas de Goya, o en las vanguardias, como las de Picasso o Dalí; otras posibilitan una mirada a épocas pasadas (o futuras) respecto de la obra del artista expuesta en el museo (como en los casos de Gerardo Rueda, Josep Guinovart o Manuel Rivera; muchas de ellas -ejecutadas en soportes tan poco habituales como abanicos- testimonian el juego de los artistas con materiales, soportes y formas más allá de la pintura y la escultura.
Algunas testimonian la incursión de los artistas plásticos en el campo literario, como Dalí con los textos de Guillaume Apollinaire, Manuel Millares con los de Rafael Alberti (de quien encontramos también un homenaje poético a Picasso), Antonio Saura con Quevedo o Antoni Tàpies con Joan Brossa; otras son estados previos de obras de la colección, como en los casos de los dibujos y maquetas de Pablo Palazuelo, el dibujo preparatorio de Fernando Zóbel para La vista,  los originales para serigrafías de Manuel H. Mompó o las planchas para los aguafuertes Inguru de Eduardo Chillida; otras presentan gran similitud formal con la obra del artista habitualmente expuesta en el museo (como en los casos de  Eduardo Arroyo, Millares y Julio López Hernández) o, al contrario, un enorme contraste con ella, como la pieza cinética (y figurativa) de Eusebio Sempere.
Aquí encontramos al artista dibujando, como en los casos de Joan Ponç, Luis Gordillo, Jordi Teixidor y José María Yturralde,  o trabajando con la estampa, como es el caso del pequeño aguafuerte de Modest Cuixart, la litografía de Gerardo Delgado o las serigrafías del Equipo Crónica; unas son piezas solitarias (como los gouaches de José Guerrero o Joan Hernández Pijuan o el acrílico de Luis Feito), mientras que otras están al servicio de proyectos artísticos colectivos (así las piezas “letristas” de José María Sicilia, Martín Chirino, Eduardo Arroyo, Mitsuo Miura, Luis Gordillo o Eva Lootz para la exposición El objeto del arte, celebrada en el museo en los años 90); unas son de gran formato, como el collage fotográfico de García Sevilla sobre Las Meninas; otras, minúsculas (como la pequeña escultura de Palazuelo)… Pero todas, en fin, permitirán al visitante contemplar obras cuyas características no facilitan su permanente exhibición, pero cuya tupida exposición en espacios reducidos insertos en el recorrido del museo permite ampliar la contemplación y el conocimiento de las obras de arte, estableciendo entre ellas vínculos tan inesperados como reales.


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