28/2/19
.- El escultor Manuel Marín ha recibido la Medalla de Oro Mayte Spínola, a título
póstumo, en la Casa Museo El Romeral. Mónika Rabassa, viuda del artista,
acompañada de Pedro Sandoval, director del Grupo pro Arte y Cultura, recibió el
galardón en medio de emocionados aplausos. Rabassa, que reside en Málaga
conserva las piezas realizada que dejó su esposo antes de su fallecimiento. La
Casa Museo El Romeral cuenta con una de
ellas.
Aunque
trabajó desde muy joven, en 1962, a los 17 años, como ayudante del escultor
británico Henry Moore para fundir piezas de bronce, no fue este escultor
británico el que le motivó e influyó a Manuel Marín a la hora de lanzarse a
realizar su propia obra artística, sino el norteamericano Alexander Calder y el
español Joan Miró. Su atención visual se enraizó en las vanguardias. Los
acabados fuertes, limpios y pulidos de las obras de Marín las dotan de tal presencia
y elegancia, que las definen con firmeza. Ello explica los numerosos
coleccionistas internacionales que atesoran su escultura.
No
fue el bronce, sino la plancha de hierro policromada junto al hilo de acero, los materiales que captaron la atención
plástica de Manuel Marín (Cieza, Murcia, 1942 –Alhaurín de la Torre, Málaga,
2007), porque era aquel que le proporcionaba los efectos que andaba buscando:
la materialización prevista del color, la lisura y el pulimiento ligero, la
ductilidad necesaria, el peso adecuado para hacer móvil la escultura... con
piezas que a veces alcanzan hasta los 5 metros de altura o de longitud en el
espacio.
Trabajador
impenitente y espíritu inquieto, Manuel Marín viajó en 1964 de Gran Bretaña a
los Nueva York, donde desempeñó tareas de galerista, hasta entregarse de lleno
al arte de la tercera dimensión como vocación profunda y elección vital. En los
Estados Unidos, el escultor se relacionó con los artistas del momento, en la
década de 60, como ndy Warhol, Willem de Kooning, Jean
Michel Basquiat, Keit Haring...
El
resultado de su indagación visual, de su investigación plástica en el taller,
fue la realización de una fecunda serie de esculturas aladas, móviles... que
dialogan con la brisa y el viento, en el interior de un hábitat privado o en el
espacio público de una ciudad. Esculturas de suelo, de techo de pared... sin
límites, con prolongación en el espacio.
Los
colores lisos, puros y brillantes iban a ser un factor determinante en su arte
tridimensional. Con un repertorio fundamentalmente de negros, rojos, amarillos
y azules, es capaz de crear una sinfonía infinita de formas y efectos móviles
que funcionan como hojas de un árbol, como notas musicales, como guirnaldas que
se bambolean en el aire...
Los
títulos dinamizan con frecuencia la interpretación del espectador y el autor no
se ha privado de crear una suerte de fauna abstracta con sugerencias visuales,
como El pájaro loco, enorme monumento
público en los Jardines de Alhaurín de la Torre, o La Gacela en la rotonda del Peñón, amén de otras muchas, en
distintos espacios internacionales, entre ellos el monumento del Aeropuerto de
Málaga. Fauna de tierra, de selva, de aire, de mar... La interpretación es
libre. También hay numerosas obras con la simple referencia de S/T (sin título)
No
siempre hay referencias a la figuración en esta obra; podemos ver instalaciones
monocromas y abstractas, a modo de guirnaldas geométricas en el interior de un
espacio, que compone de por sí una escena en el aire, una instalación audaz, casi fugaz. Son
siempre artefactos de belleza. Formas ágiles en complicidad con la expectación.
Todas
las esculturas de Manuel Marín rezuman color y movimiento para gozo de los
espectadores, que transitan cercanos a ellas en los lugares concurridos allí donde
se instalan. Países como Estados Unidos, Canadá, México, Puerto Rico, China,
Japón... y en Europa Italia y España principalmente, cuentan con soberbias
piezas del escultor, tanto en monumentos públicos como en colecciones
particulares.
Las
esculturas de Manuel Marín ponen acentos de arte, color y movimiento en las plazas,
parques, jardines. La Naturaleza junto a la obra artística del hombre. El
verdor, junto a los colores puros del escultor/pintor. Lo vegetal y sus curvas
junto a las rectas y lisura del acero. La brisa y el viento juegan con los
móviles silenciosos o ligeramente sonoros, para deleite de quien los mira y
contempla. Una escultura que así, multiplica su espacio en el aire. Regocijo de
pequeños y mayores. Piezas bellas y lúdicas. Alegría en la estética. La belleza
perece en la vida, pero es inmortal en el arte, decía Leonardo da Vinci.
Manuel
Marín es un referente en la escultura española de los móviles y del color. Su
viuda conserva con atención y mimo su legado artístico, sabe que su obra sigue cotizando
enteros en la apreciación de las subastas y coleccionistas.
Más información
http://esculturasmanuelmarin.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario