“América Latina en los 80”, exposición
entre la ideología, la denuncia, la propaganda y el arte
Julia Sáez-Angulo
El Museo Reina Sofía presenta la
exposición Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años
ochenta en América Latina. En la inauguración estarán presentes Manuel
Borja-Villel, director del Museo, Ana Longoni y Fernanda
Carvajal, dos de las comisarias de la muestra, así como distintos artistas
representados en las salas y miembros de la Red Conceptualismos del Sur.
Una muestra que se abre con una fotografía
del autor Pedro Lemebel de 1986, un rostro con una hoz y un martillo
(¿comunista, estalinista?) dibujados sobre el mismo. La música de la Internacional de
fondo acompañando a una voz grave entre lamentos y denuncia. Esta va a ser la
filosofía y la tónica que acompañará el discurso expositivo.
Mucha prensa, revistas, carteles,
periódicos, fotografías, mimos de representación de los dramas padecidos,
titulados pornogramas, actores y actrices desnudos en una ambigua
representación de lo sucedido y el despelote. Las evocaciones y fotos
de Mao, el Che o Allende no faltan.
“Revolucionariamente, los conceptos de
destrucción y construcción son inseparables”, dice una suerte de lema junto al
poeta Cesar Vallejo en un poster gigante de gran dios, rodeado de decenas de
hoces y martillos, además de la fotografía documental de origen.
La representación de una tumba de
“Pignochet” con velas no está lejos del mapa de América Latina con cristales
dibujado en el suelo, donde se baila cueca “fleta” homesexual, acompañada de
fotos en los muros.
Algunas instalaciones como “El hombre de
arena” resulta un tanto patética y “deja vue”.
Hay piezas que se salvarían como los
dramáticos dibujos de Alejandro Montoya, o el video de Luisa Fernanda Ordóñez,
Silvia Pérez y Andrés Arizmendi. También la de la impresionante fotografía del
perro colgado por Sendero Luminoso” (1989). Más digno y respetuoso el final de
una instalación con copas de agua –a falta de cruces- y las voces que van
diciendo los nombres de quienes merecen la memoria.
En muchas de estas obras hay ciertamente
un exceso de intencionalidad y comunicación, más que de elaboración plástica.
“No estaban los tiempos para la lírica”, que diría un castizo, pero falta un
tanto de distanciamiento rigor a la hora de narrarlo más de veinte años más
tarde. También cierta autocrítica. El arte también es forma.
El montaje es bastante claro y coherente.
Tensiones entre arte, política y activismo
o al revés
Para los organizadores, la exposición
“habla de las tensiones entre el arte, la política y el activismo que tuvieron
lugar durante los años ochenta en distintos territorios de América Latina,
consta de seiscientas obras —desde fotografía, vídeos y grabaciones
sonoras hasta material gráfico y documental, así como instalaciones y dibujos”.
“En medio de contextos dictatoriales o
fuertemente represivos, así como en los primeros años de transición democrática
que vivieron los países latinoamericanos en los años ochenta, surgieron iniciativas
poético-políticas que generaron una serie de prácticas que activaron la
esfera pública. Muchas de estas experiencias aparecieron imbricadas con escenas
contraculturales: las movidas de rock underground,la
disidencia sexual, los grupos de poesía, el teatro experimental, la
nueva arquitectura, etc. Otras surgieron a través de los movimientos de
derechos humanos como nuevas formas de protesta y demandas en el ámbito
público”.
“Los materiales reunidos, en muchos casos,
nunca se han visto en un Museo de arte contemporáneo, y es que esta es la
primera vez que la mayoría de los trabajos expuestos salen a la luz, una
ocasión única para adentrarse en una época convulsa, a través de un vasto
conjunto de materiales y documentos visuales, escritos y sonoros”.
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