martes, 2 de octubre de 2012




Museo Magritte en el Monte de las artes de Bruselas





Julia Sáez-Angulo

         El Museo Magritte de Bruselas es hoy una de las atracciones turísticas y artísticas de la capital belga, junto al Museo Horta, el Atomium o el Teatro de Marionetas, amén de la Grande Place.  Tres años de andadura para mostrar la obra de uno de los representantes del movimiento surrealista conceptual o ideográfico, no en balde René Magritte (Bruselas 1898 – 1967) se dedicaba a la publicidad.

         Mientras Salvador Dalí (1904 – 1989), al igual que otro pintor belga del surrealismo, Paul Delvaux (1897 – 1994), son más oníricos y sus imágenes parecen salidas de sueños o pesadillas, Magritte, concibe una imagen plenamente consciente, contradictoria o sorprendente ante la mirada del espectador. Tanto Dalí como Delvaux llevan su arte al gran formato, mientras que Magritte suele contenerse en el pequeño y mediano en su mayoría.

         Situado en los Museos Reales de la Plaza Real, se sube desde la Gran Place que el pasado fin semana estaba atiborrada con un gran escenario de música, al igual que la Plaza del Ayuntamiento de Brujas, con una gran feria de gastronomía, lo que desvirtúa los hermosos espacios urbanos y se hurtan a los turistas y visitantes puntuales (algo parecido a lo que sucede en la Plaza Mayor de Madrid cuando instalan carpas que le roban su belleza).

         El Museo Magritte está dividido en tres pisos y la visita comienza de arriba abajo. Un recorrido cronológico de la vida artística y evolución del artista en un montaje hermoso quizás algo oscuro porque la baja de luxes quiere proteger las fotografías y documentos abundante y expuestos; quizás fuera mejor que se expongan facsímiles para facilitar la visión.

 La mejor parte de la obra de Magritte se encuentra en el tercer piso, donde se encuentran obras más maduras. Hay grandes piezas como “La magia negra” (1945) o “La página en blanco”  (1967), si bien muchos cuadros de Magritte se encuentran en grandes museos europeos o americanos, algo así como si el museo de Bruselas hubiera llegado algo tarde a su constitución.






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