miércoles, 30 de abril de 2014

“Misántropo” en versión y dirección de Miguel del Arco en el Teatro Español







Julia Sáez-Angulo

           
            Se trata del viejo tema de si se ha decir la verdad, de actuar o no con plena franqueza, de se ha de decir lo que se piensa o se ha de pensar lo que se dice. Miguel del Arco ha hecho un planteamiento muy actual, del siglo XXI con la célebre obra de Molière El Misántropo en el Teatro Español.

            También Ibsen, en su obra El pato salvaje plantea ese mismo tema de si se ha de decir la verdad en sociedad, porque es un tigre que se abalanza y ataca.  La cortesía social tiene sus protocolos y la franqueza ruda y campechana no es de recibo, como tampoco lo es, la hipocresía cínica y marrullera del que habla y actúa por detrás. Una vez más se plantea el tema del “in medio virtus est” que enseñara Tomás de Aquino.

            Un buen reparto que va desde Israel Elejalde como Alcestes a Bárbara Lennie en Celimena, pasando por Raúl Prieto como Filinto, Cristóbal Suarez como Oronte, José Luis Martínez como Clitandro, Miriam Montilla como Elianta, Manuela Paso como Arsinoé, para dar cuerpo a un gran tema social y por tanto digno de llevarse al Teatro Español, el más antiguo teatro estable del mundo, en la madrileña calle Príncipe.





            En esta ocasión el Topos es un callejón al que se sale de una fiesta para respirar o alejarse del ruido y las personas de aquella. En este único lugar transcurre la acción que se va desgranando a través de los  distintos personajes que confabulan una trama sobre la coveniencia de decir la verdad o guardar las apariencias.

            Miedo dan las personas que hablan con franqueza y terror las hipócritas y cínicas. Al final, todos se hacen víctimas de todos. Molière ha sido “traducido” al mundo de hoy, a unas capas sociales donde el juego, la fiesta y la frivolidad esconden intereses, flasedades, superficialidad y vacío.

            Los actores se mueven bien en la acción y en la cámara lenta que se utiliza de vez en cuando para poner de relieve en tempo lento la cosas. El final queda abierto sin optimismo. De la condición humana poco se puede esperar y por ello hay que estudiar como hacerse llevadera. “Si no toleras los defectos, no amas a los hombres” decían con sabiduría los clásicos.


            Si elteatro funciona como espejo, en este Misántropo de Miguel del Arco, lo hace con un realismo que sorprende e incomoda. La vida también es teatro y, por tanto, debe ser representación pacífica.


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