martes, 2 de abril de 2019

TERUHIRO ANDO expone en Galería de Arte Marmurán.




   La muestra  se podrá visitar del 5 de Abril al 18 de Mayo de 2019



L.M.A.

El próximo viernes 5 de abril, a las 20:30 horas en la Galería de Arte Marmurán (Calle Castellanos 37, de Alcázar de San Juan), inauguración de la exposición de TERUHIRO ANDO (Kagawa, Japón 1962), licenciado en Bellas Artes, por la Universidad de Tama, Tokio.
Esta exposición recoge los  trabajos realizados por Teruhiro Ando en los últimos tiempos, en total son 23 obras.
Ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales entre los que podemos destacar el Premio a la mejor exposición del Festival de Edimburgo 1992, Premio Internacional de Pintura de Alcázar de San Juan 2002 y 2010, el Premio BMW de Pintura 2008, el Premio Internacional de Artes Plásticas de Valdepeñas 2012, el Premio Internacional de Pintura Focus-Abengoa de Sevilla 2013, el Salón de Otoño de Madrid 2014 y el Premio Internacional de Pintura Manuel Ángeles Ortiz de Universidad de Jaén 2018.

Su obra forma parte de colecciones como la del Museo Nacional de Arte Moderno de Ljuibliana, la Biblioteca Nacional de Madrid, el Centro de Arte Tomás y Valiente de Madrid, el Museo municipal de Alcázar de San Juan, el Museo Municipal de Valdepeñas y Museo de Arte Contemporáneo Infanta Elena de Tomelloso, las colecciones de las Fundaciones UNED, BMW, Focus, Wellington  entre  otras.

Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo desde 2013.


SOBRE LA REPRESENTACIÓN DE LAS METÁFORAS  Introducción a la pintura de Teruhiro Ando


La percepción de la realidad: una naturaleza trascendida
La visión que un pintor tiene del mundo, de las cosas, suele ser casi siempre compleja, pero necesariamente selectiva. Su percepción se traduce, a la larga, en la creación de un entramado conceptual al que necesita proporcionar salidas. Es en la traducción de esos conceptos –en las obras– donde tiene lugar la aparición de una naturaleza que trasciende la realidad de la visión originaria. Tenemos entonces una representación, que admite todos los grados posibles de calidad y de eficacia, y que va conformando una manera de entender y de mostrar la realidad; en definitiva, una estética.
Acercarse a la estética de Teruhiro Ando implica una severa contención. Hay que dejar de lado, bien sujetos, facilones recursos retóricos. Porque el trabajo del pintor es tan intenso, tan riguroso, y sus frutos, tan bien logrados, que parece haber dejado en evidencia todas sus claves, tanto de su proceso conceptual como del expresivo. Naturalmente, no es así. Y su estética encierra una riqueza que sobrepasa con holgura las agradables sensaciones que, de forma inmediata, proporcionan sus obras.

Metáfora y pintura: la representación de la poesía
En esta singular atmósfera preparada cuidadosamente por el pintor, la representación de elementos cotidianos se espiritualiza y alcanza una trascendencia poética. Pero, al mismo tiempo, Ando renuncia a cualquier tipo de deformación, ni expresiva ni simbólica, tomando siempre a la realidad como modelo y como ejemplo. Doble valor para el lenguaje del artista; ambigüedad que permite –y casi exige– la aparición de la metáfora. El pintor, ante la metáfora, asume la necesidad de una representación fiel, pero radicalmente espiritualizada. Doble nivel en la creación, pero asimismo en la visión del cuadro. En toda metáfora hay una traslación de significados: queda al cuidado del pintor enlazarlos, y al del contemplador, distinguirlos.
El universo plástico ofrecido por Ando está casi siempre vacío. Y quieto. Esos parecen ser los dos pilares que le permiten la fundamentación de la pintura sobre postulados indestructibles, al modo matemático. Queda, apenas, lo que debe quedar: el espacio, las formas, el color… ¡y la luz! El tiempo está en la vida de los contempladores, a cuyo azar quedarán sometidas, para siempre, las obras. Todo en la pintura de Ando es material; se entiende, en ella, a la materia como generadora y soporte de formas: el desarrollo formal de la materia se convierte así en una especie de oferta –nunca de logro– cultural. Su captación, disfrute y transmisión quedan ajenos.
Esa oferta que él hace la recibe también. Sujeto cultural, Ando es receptor y vehículo de una tradición artística muy rica. Ni niega ni reniega de ella; pero tampoco afirma: se deja llevar por un conjunto, muy complejo, de hechos y encuentra en ellos impulso y orientación. De manera especial, en dos polos: el clasicismo de raíz renacentista y la actitud artística que viene conociéndose como minimalismo. El pintor establece entre ellos una especie de puente, un singular camino de ida y vuelta en el que pone en relación constante a la riqueza de la clasicidad con la pureza de lo mínimo. Puente desde el que invoca a la belleza, con equilibrio, con primor y con sabiduría.
Y ya que sale a relucir lo bello, inagotablemente duradero y variado, es necesario caracterizar, aunque sea de manera introductoria y provisional, el sentido y valor de la belleza en la estética de Ando. En ella, la garantía –y, al mismo tiempo, la manifestación– de lo bello está encomendada a tres categorías formales que parecen actuar de modo simultáneo: la soledad, la ligereza y la serenidad.
Las resumimos: el vacío, que no se entiende como hueco, sino como evidencia del misterio. Ando, como todos los grandes creadores, comienza su labor como adivino y la concluye como profeta. Principio y fin de un trabajo esmerado, afán continuo para alcanzar la perfección (conceptual, técnica, compositiva y expresiva), tan admirablemente resuelto que hace a este pintor inclasificable, y convierte en delirante modernidad su delirante clasicismo.
Jesús Cobo
(Poeta y Crítico de arte)
-Extracto del catálogo “Cuatro lágrimas” Toledo, abril de 2013-





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