Julia
Sáez-Angulo
21/10/17
.- MADRID .- A Juan Díaz no le gusta que le llamen acuarelista, sino pintor,
como al que pinta óleo o acrílico. Para
él, la acuarela es el culmen sublime de la pintura y en un proceso
progresivo de depuración, él ha llegado a la esencia de su arte que bordea la
abstracción y la pureza.
En el
jardín de su estudio, en el barrio madrileño de la Guindalera,
sorprendo al artista acariciando unas esculturas de hierro. “Son algunas de las
obras que quiero presentar, quizás en la próxima exposición. Son objetos
encontrados que he seleccionado con la mirada, manipulo y restituyo en una presentación diferente”.
El
artista de hoy es pluridisciplinar y Juan Díaz Rubio (El Real de San Vicente,
Toledo, 1953) se encuadra en ello, si bien su entrega e investigación se
centran sobre todo en la acuarela, en la que ha logrado cotas de amplitud, belleza
y síntesis inigualables, hasta figurar en la primera fila del género.
Su
última exposición tuvo lugar en 2016 en la
galería Kreisler de Madrid, bajo el título de “Momentos íntimos”. Juan Díaz es
el artista decano de la citada galería, decana en Madrid. “Al otro lado de la
luz” fue el título de otra espléndida muestra que presentó en La Rioja, en el espacio
expositivo de Pedro Torres, un marchante de arte que se ha jubilado
recientemente, tras una trayectoria fecunda en el circuito artístico.
El
paisaje, que siempre bordea la abstracción, es el género preferido por el autor
para una ejecución abierta, insinuante y sutil de forma y color. La depuración de la forma es una de las
obsesiones del pintor Juan Díaz, que pronto va a retirarse a su casa de Oyambre
(Cantabria) para, desde allí, abordar las playas y el mar, además de los
cercanos Picos de Europa y plasmarlos en sus acuarelas.
Desde
su casa de Cantabria contempla la playa, diferente cada día como si quisiera
con ello invitarle a pintar una nueva acuarela. También ve el pico del Naranco
de Bulnes, el gran atractivo de los Picos de Europa.
Comillas
es el lugar de una de sus exposiciones próximas en verano, sitio en el que cuenta
con buen número de seguidores y coleccionistas que se embelesan con sus cuadros,
en los que recrea los paisajes marítimos y montañosos de los alrededores.
Especiales
son las Estelas del pintor, cuando introduce la acuarela en altos cilindros
transparentes con bases aparentes de nieve, playa y tierra. No siempre es el
formato cuadrado. Los dípticos, incluso con bisagras forman también parte de la
presentación de las acuarelas. Al igual que los cuadernos, como los de
Castilla, de una gran belleza plástica.
Otro
de los empeños del pintor es la permanencia de la obra de arte a lo largo del
tiempo: “los materiales tienen que ser impecables: papeles sin un átomo de
acidez, resistentes y no contaminados ni siquiera por un passe-par tout inconveniente que le influya. Su empeño en un papel
deseado llega al punto de buscar en Fuenterrabía a un buen artesano que le consigue
el tomo ocre de un papel ruso que adquirió, que lo llevó de modelo por su
textura y virutas, pero necesitaba restarle su acidez para que perdurase en el
tiempo. El artesano lo logró.
“Todo
este empeño me lo transmitió el pintor Rafael Requena, a quien admiré mucho y que
exponía también en Kreisler”, explica el autor.
Venezia,
Estambul. Patagonia, La Rioja…
Algo
singular le ocurrió también con un papel mexicano grueso, hecho a mano, de
raíces machacadas, con una textura fascinante. Se lo enseñó al pintor Enrique Brikmann y
este tomó un pedazo e hizo un dibujo original interactuando con los montículos
y hendiduras de aquel papel. El dibujo está ahora enmarcado en el despacho de Juan Díaz, no lejos de otro dibujo del artista cubano Fabelo, que también
estuvo en su estudio.
Con
ese papel ocre hizo una serie sobre Venezia,
que fascinó a coleccionistas y visitantes. Los callejones de la ciudad de
los canales cobraba en aquel soporte una magia especial, casi real por el color
de sus muros. Venecia es la fuente de vedutae
por excelencia; Juan Díaz no escapó a ella, como Claude de Loraine, como
Canaletto…
Estambul
fue otra ciudad que también le inspiró una fértil saga de acuarelas. “Es una
ciudad magnífica”, dice.
Juan
Díaz viajó en dos ocasiones a la Argentina y visitó la Patagonia y Tierra de
Fuego, paisajes que plasmó en una singular serie denominada Ruta 40. “Fue gozoso representar las
nubes tal y como se pueden contemplar en aquellas latitudes. Al pintor, más que
“sin título”, le gusta llamar “lugar de encuentro” a sus paisajes; realmente el
espectador se une al autor en la obra de arte.
La
Rioja, sobre todo la sierra de la Demanda en San Millán de la Cogolla, con sus
monasterios de Suso y Yuso, ha sido también una geografía recreada en su obra y
disfrutada en los paseos. “Necesito pensar, concentrarme, reflexionar y es así
como finalmente sé lo que quiero pintar y como hacerlo”, explica el pintor.
“La
acuarela es por encima de todo transparencia y por ello desecho lo colores
terrosos de algunas marcas o la abundancia de pigmento para los oscuros, como
hacen algunos. Incluso en los nocturnos deben percibirse las transparencias”,
añade el artista. “Últimamente, más que dibujar, me interesa crear atmósferas y
lograr la esencia de lo que he mirado y quiero representar. Si sigo así, creo
que llegaré a la abstracción total”.
“El
arte es un modo de comunicación, que invita y enseña a mirar”, concluye Juan
Diaz, un artista que ejerció la docencia en sus inicios en la madrileña academia
Faenza, donde enseñaba a los alumnos ·grasas y a conseguir los óxidos silicatados en
grandes formatos".
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