viernes, 15 de febrero de 2019

RETRATOS Guía Boix, polifacética de la vida y consorte del arte y del artista


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 GUÍA BOIX con su marido el pintor Alfonso Sebastián
Guía Boix, comisaria de exposición en la Casa de Asturias (2018)



Julia Sáez-Angulo


            15/2/19 .- MADRID .- A mí se me antoja que tiene bello nombre y apellido de artista de teatro o de varietés, según los días. Le caracteriza su sonrisa, su pelo blanco y sus ganas de aprender y practicar de todo en la vida. Guía Boix es una narradora oral como Sherezade y, por eso, su marido, el pintor Alfonso Sebastián le pasa la palabra: “Mariguí, cuéntalo tú, que lo haces mejor”. Ciertamente ella lo adereza de circunstancias de modo, tiempo y lugar, además de buenas palabras, porque ya se sabe aquello de que “el diablo de las cosas está en los detalles”.

            Todo en la vida, le gusta, le interesa... Guía Boix Martínez (Llanes, Asturias, 1949) ha tratado a muchos escritores, artistas, músicos y otros personajes a lo largo de su existencia –es una jubilada jubilosa de la Administración del Estado- y conoce bien la condición humana, sus virtudes, méritos, falsedades y secretos, por eso, a diferencia de otros –y no me quiero señalar- los quiere y los escucha, hombres y mujeres, por eso la adoran y hasta llevan su foto en la cartera –con permiso de facto del marido-, porque Guía Boix infunde y da paz a quienes la rodean. Nunca la verás alterada, sino quitando hierro, yerros e importancia a las querellas y poniéndolas en un nivel aceptable.

            Ella cuenta que nació como hija rezagada, con una madre madura, un padre sesentón y dos hermanas adolescentes, por lo que tuvo tres madres durante mucho tiempo. La alimentaron con amor tan sabio, que lejos de mimarla y consentirla, la hicieron crecer adulta y generosa. Nacer en Asturias la marcó, porque no ha renunciado a su cuna, pese a que su padre, que vivía de las rentas, llevaba a su familia a residir por distintas localidades de España, donde aposentaba sus reales temporalmente como los zíngaros. “A mi padre no le gustaba vivir en las ciudades, sino en pueblos, pero habrían de tener dos condiciones: que no estuvieran lejos de la ciudad, y que pasara cerca el ferrocarril”.

            Después de Llanes, Roa (Burgos) -donde murió el cardenal Cisneros- en y otros municipios, que le dieron a Guía amplitud de cielos y vientos, recalaron en Torrijos (Toledo) no lejos del palacio renacentista de Pedro Primero el Prudente, que otros manuales de Historia llaman el Cruel. Allí conoció a la hermana de Alfonso Sebastián y por ende al hermano, con el que acabó casándose y teniendo dos hijos, a quienes en el colmo de la imaginación y la fantasía les pusieron los nombres de María Guía y Alfonso. Exactamente como sus papás, por si algún lector no se ha percatado de ello. A esto se le llama perpetuar la memoria histórica y la especie al mismo tiempo. En todo caso, ellos sintieron que así cumplían con la ley de reemplazo generacional que exige la Geografía demográfica española y no como otros, que no alcanzamos el cupo.

            Guía, narradora Sherezade, cuenta a quien desee escucharla, que su nombre se debe a la patrona de Llanes, la Virgen de la Guía (de los marineros), un escultura de madera policromada que flotó en el mar Cantábrico y condujo a los marineros a buen puerto. El pueblo encomendó la custodia de la imagen a la familia de Guía Boix, que la instaló en una ermita de su finca, con lo que ahora tienen una servidumbre de paso de la gente para siempre. Su fiesta se celebraba el día de Candelas, 2 de febrero, hasta que su tío, un cardenal primado de Toledo que le gustaba asistir a la fiesta, la cambió al 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen, porque no era cuestión de atravesar los puertos de Pajares o El Escudo con las nieves y hielos del invierno, para ir a visitar su Virgen de Guía.

            Como Guía Boix es conversadora nata, añade siempre la coda de que hay numerosas vírgenes de Guía en toda España y las cita, impertérrita, todas y cada una, empezando por la patrona de Portugalete (Vizcaya), una ermita de Toledo y no sé cuantas más, que no he retenido.

            El trabajo profesional de Guía transcurrió entre probetas, matraces, pesas y  medidas como la de platino iridio del Museo de Pesas y Medidas de París, pero su humanidad desbordaba la ciencia y los números. Ella sabía calmar al neurótico de turno en su trabajo y sus jefes toleraban su impuntualidad puntual, porque era una buena pieza en el equipo. Todos se preguntaron, cuando ella se jubiló, quién les llamaría al orden para cuidar y no despilfarrar el material de la Administración  central, pagado con los impuestos de todos los ciudadanos, cosa que ella cuidaba y advertía, tratando de apelar a la ética y consideración de sus colegas.

            Porque Guía Boix es una buena ama de casa o más bien una excelente mater-familias, de esas que son partícula coagulante de marido, hijos, suegra (esta es la prueba decisiva de buen carácter), cuñados y sobrinos. Una bendición del cielo. Con cuatro palabras de francés, se hace entender por amigos galos de Lyon que la veneran; su hablar pausado, gestos, muecas y grimaces, la hacen una intérprete casi perfecta.

            Es servicial y, por eso, los abusones le pasamos labores y cometidos, en la confianza de que ella lo va a hacer mejor, ¿que digo mejor?, ¡mucho mejor!, por eso ahora es Ilustre Dama Celadora de la Corte de Santa María la Real de la Almudena, fundada por la Infanta María Teresa de Borbón. Como todavía cree en el género humano, ella, muy pastueña, está segura de que todas las cosas se pueden hacer y mejorar, con esa paciencia franciscana que hay que tener con los inclusivos hombres y mujeres del planeta, a los que ella atiende con ánimo, mientras otros no los podemos resistir. Su marido suele estar de acuerdo conmigo en este campo, de ver a la gente  ligeramente pesada, por decirlo con palabras suaves.

            Ha viajado por muchos puntos de Europa con su caravana, marido y niños -emulando a su padre-, viajes en los que ha conocido a personajes dignos de cuentos de Las mil y una noches. Es una pena que no haga un diario para perpetuar su memoria. Ahora ella conduce el coche segura y firme como una Fitipaldi y su próximo objetivo es Portugal, país seductor por su paisaje y sus gentes, que no por sus aguas atlánticas heladoras o sus playas azotadas por la nortada.

            Conoce del arte y los artistas lo que no está escrito,  porque ha vivido casi toda su vida junto a ellos. Desde su marido pintor, que le da conferencias sobre el amarillo cadmio o la importancia de un rayo de luz a través de un vitral, para representar la mística dentro de un espacio sacro, hasta los colegas del consorte con los que ha visitado y comentado los cientos de exposiciones que ha visto a lo largo de su vida. Ha comisariado unas cuantas exposiciones, la última y reciente en la Casa de Asturias.

            Forma parte de la tertulia del Gijón, Contra aquello y esto, primero dirigida por Medardo Peraile y después por Ricardo Zamorano. Allí ha compartido, mesa, mantel y palabras con Alfonso Mena, González Azpiri, Angelina Gatell, Manuel Ortega, Carlos Ortega, Oyonarte y otros muchos que saben de arte. Opina con Manolo Ortega, que “quienes de verdad saben de pintura son los pintores”, aunque los pretenciosos críticos de arte se las den sabihondos.

            Como es humilde, Guía Boix dice que va a asistir a un curso de Arte Contemporáneo que se imparte en el Museo Reina Sofía, para sistematizar y ordenar todos sus conocimientos dispersos. Confiemos en que no le perturben su demostrada sabiduría sobre el arte y sobre todo sobre la pintura.

 Guía Boix con el Doctor en Traumatología, Jean-Paul Larbre
Guía Boix con Julia Sáez-Angulo, Dr. Larbre y Alfonso Sebastián

1 comentario:

Maite dijo...

Julia estoy de acuerdo con lo que narras de María Guía y que bonito lo cuentas.un abrazo