miércoles, 27 de marzo de 2019

RETRATOS Octavio Uña, filósofo, sociólogo, poeta... Recita a Virgilio en latín y conoce los escritos de san Agustín como la palma de su mano


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 Octavio Uña Juarez, poeta

Julia Sáez-Angulo
Fotos: A Zapisek

            26/3/19 .- Madrid .- Lo conocí en El Escorial, cuando yo era ventiañera y le entrevisté como poeta para un diario madrileño. Siguió la amistad y, una Navidad, Octavio Uña me dedicó un poema sobre la nieve –que seguramente había visto en el maravilloso Jardín de los Frailes- que me pareció una maravilla. Nadie me había dedicado nunca un poema, así que se lo agradecí eternamente. Lo conocí al mismo tiempo que a su hermano, un hombre entrañable que me mostró los alambiques del sótano escurialense, donde él decantaba licores. Los tres visitamos la esplendente Biblioteca del monasterio filipino y recorrimos los casi adarves de los tejados de pizarra, desde donde se palpan las esferas pétreas del arquitecto Herrera.

            Todos éramos más jóvenes entonces, pero ahora somos más sabios y eso compensa, porque es más consistente y valioso, sobre todo en el caso de Octavio Uña Juárez (Brime de Sog, Zamora, 1945), porque lo tiene todo. Ha sido catedrático de Filosofía y de Sociología, decano y/o profesor contratado en diversas Universidades, entre ellas Santiago de Compostela, Castilla-La Mancha, Rey Juan Carlos y Pontificia de Salamanca. Es autor de diversos libros en sus especialidades y como director de Departamento fue muy suyo y no firmó algo que estimó no debía firmar.

            Si nos ponemos numéricos, Octavio tiene cinco licenciaturas, un Doctorado –como Dios manda- en Ciencias Políticas y Sociología y tres cátedras en su haber en sus respectivas universidades. Y todo ello sin haberse engrasado en partido político alguno; todo un milagro. Su investigación ha excavado en la sociología del conocimiento y de la comunicación, la sociología de la cultura, la literatura y la teoría sociológica. Su ampliación de estudios en su día pasó por Alemania, Inglaterra, Bélgica y los Estados Unidos. Un viajero nada pacato y con todo, orgulloso de su origen zamorano. Hombre de Casilla universal, a juzgar por sus versos: Coelum undique et ondique pontus. Cielo por doquier y por doquier el mar. Agua y aire. 

            Como vate, una de sus facetas que más me interesa, tiene en su haber algo más de una docena de poemarios, que van desde, Escritura en el agua (1970) a Cierta es la tarde (2011), pasando por Edades de la tierra (1977), Antemural. De una elegía por Castilla (1979), Puerta de Salvación (2003), Estaciones de Abril (2010), Castilla, plaza mayor de soledades (1980), Usura es la memoria (1981) –una , Mediodía de Angélica (1983), Ciudad del ave (1984), Labrantíos del mar (1986), Cantos de El Escorial (1987), Crónicas del océano (2003), Estaciones de abril (2010 o Puerta de salvación (2003). Buena parte de estos libros se han traducido a otras lenguas.

            En 2017 publicó su Iluminaria. Poesía reunida (1976 -2017), una elección difícil por tener que dejar excelente poemas fuera del amplio volumen. Elías Rodríguez Díez hizo el prólogo. Actualmente, un grupo de escritores le preparamos un homenaje por escrito (eso sí que es cómodo), en el que va un poema mío en su honor. Será la forma de compensar algo aquel primer poema dedicado sobre la nieve, cuando yo no alcanzaba los 30.

        Conoce tanto a los clásicos greco-latinos, que los cita sin traducir. Mi asombro y admiración en este campo no tiene límites.

            El culto y erudito profesor tiene amplia y despejada cabeza; todo un busto para el bronce o el mármol. Practica la ironía –el humor de la inteligencia, de Don Quijote o mas bien de Cervantes- y sus conferencias, discursos y disertaciones son una fiesta para oídos sabios. En la reciente presentación que hizo de un poemario de Sol de Diego, disfrutamos los presentes con sus palabras llenas de humor y retranca, amén de conocimientos sacros y profanos que se remontaban a los clásicos permanentes y actuales. Virgilio y san Agustín, entre otros, se disputaban citas y aciertos en sus palabras. La dicción del ponente es siempre bien articulada en castellano, algo que se agradece de veras. Octavio, con su nombre romano tan sonoro, estaba predestinado a grandes cosas.

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 Octavio Uña y Julia Sáez-Angulo
 Octavio Uña, Julia Sáez. Tomás Paredes

3 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por traernos siempre personajes tan interesantes.
Abrazos
May

Amalia de Toca dijo...


Con retraso, pero no puedo dejar de admirar a las personas que te rodean, este imán que tienes para que esté junto a ti lo mejor.
Gracias Julia por las experiencias que nos ofreces como conocer a Octavio. Todo un lujo.

Un fuerte abrazo.

Amalia

Emilio Porta dijo...


Octavio respira cultura con mayúsculas por todos lados. Como tú, Julia. Merecido homenaje a uno de los profesores y escritores que mejor mantienen el bastión del conocimiento. Además, El Escorial, como algunos sabemos, es un lugar mágico y especial que envuelve vidas y trayectorias. Que es Historia y encierra dentro elementos de la piedra filosofal que tanto ha sido buscada por sabios y alquimistas. Nos vemos poco, pero coincidimos mucho. A veces no todo es estar presentes físicamente. Para los que hacemos de la escritura y el pensamiento nuestras señas de identidad hay otros modos de compartir caminos, obra y vida.