jueves, 4 de abril de 2013





María José Cabrerizo, magníficas esculturas en piedra en el Museo Tiflológico de Madrid



María José Cabrerizo


Julia Sáez-Angulo


La escultora María José Cabrerizo de Diego (Madrid, 1969) ha expuesto sus últimos trabajos en piedra, en el Museo Tiflológico de Madrid, bajo el título de In•material. La inauguración estuvo presidida por el director del citado museo, Miguel Moreno Torbellino. La muestra permanecerá abierta hasta el 25 de mayo de 2013.

Una escultura rica y bien concebida, variada en color y con gran maestría en el desarrollo de las formas. La variedad cromática y diversidad de textura de los mármoles y otras piedras ofrecen una visión grata y digna de admiración de este trabajo por una artista joven que promete una gran andadura.
Entre los asistentes a la inauguración, numerosos escultores como José Luis Fernández, María Oriza (espléndida ceramista que acaba de exponer en Astarté, Paz Santos que inaugura y expone el día 14 de abril en la galería Ra del Rey, Gloria Salas y otros; también críticos de arte como Elisa Sáez de Slöcker o Carmen Valero.

Paloma Souto ha escrito en el catálogo de María José Cabrerizo (siempre dignos para el artista y bien cuidados, por el Museo Tiflológico):

Se  dice que hay un canon universal de armonía, belleza y proporción para las artes, y que este es aplicable a todas las ciencias que tienen que ver con las relaciones espaciales. 
Esta clase de belleza es la que busca María José Cabrerizo, una belleza que se manifiesta cuando el objeto lleva algo consigo, porque posee  lo -inmaterial- , un atributo proveniente del mundo de las sensaciones, que ella hace físicas con sus manos mediante esa extraña y certera intuición que precede a la creación.

Cuando María José se detiene delante de una piedra informe -una nada-, algo que otro ser desecharía como inservible, comienza el proceso necesario para otorgar y extraer de esta toda su esencia.
Pero veamos cómo consigue todo esto a partir de una piedra en bruto.
La búsqueda de la sensación más profunda de esta escultora comienza con la persecución de la curva escondida en cada piedra, aquella que paulatinamente  va insinuándose a medida que ella cincela y pule, siguiendo siempre el movimiento que la misma le sugiere o le dicta.
La escultora dice que es la piedra la que la elige a ella y cuando empieza a trabajar la curva, esta se conecta al carácter cíclico de los procesos vitales, una línea de ida y vuelta simbolizada en el círculo, la elipse, o la espiral.
Sus esculturas se mueven en el espacio trazando distintas direcciones, mediante suaves líneas que siempre vuelven a un centro.
 
Obra de Cabrerizo

Ir y retornar mediante un claro y sencillo lenguaje.
Esta sencillez nos lleva siempre al mismo punto final, - la obra verdadera es siempre un reflejo de uno mismo-, es un símbolo del ser y de la conformidad de este con su esencia, su verdad es el origen de su belleza y armonía.

Sus piedras son como ella, sólidas, delicadamente sinuosas, etéreas, llenas de matices y transparencias conseguidos a través de un extremado pulimento,  por lo que mutan suavemente de color cuando  la mirada varía de posición o con la diferente luz, gracias a las direcciones contrarias de sus suaves curvas.

En la pieza Vulcano  la redondez de su forma acaba en la curva de crecimiento, base de la simetría dinámica, como si de una nebulosa se tratase, la piedra entonces asume esta espiral como patrón arquetípico del mismo cosmos. Culmina en su centro con un bellísimo nautilo una forma natural, una concha estriada en el núcleo de la piedra, o Mare Nostrum  referencia del mismísimo centro u origen de la vida de animales y vegetales.

Su perfecta proporción en el espacio Bestiarium  puede seguirse mediante el recorrido de las manos a través de la suavidad de su tacto y en el camino que siguen las curvas cuando dibujan el espacio.

 Este camino se hace elipse, en Órbita, como si de la Vía Láctea o camino de las estrellas se tratara, muy blanca como la leche derramada del pecho de Hera, con un foco infinito.
 Montadas en el aire algunas de ellas son giratorias gracias a un encastre que la une a una base lo que le da carácter móvil y le confiere la cualidad de capturar esa parte de la esencia femenina que fija lo volátil, después de pasar un largo proceso entre la magia de sus manos.
A través de la curva vuelve siempre a lo redondo Evolución  a un recorrido de  ida y de vuelta.

La piedra negra Mujer de Negro  está íntimamente relacionada con todas las formas derivadas de la Diosa Madre, o relacionadas con ella, pero lo más importante es su relación con la luz(Guénon, Symboles fondamentaux), o núcleo de la inmortalidad, que queda de todo resto humano (Diccionario de símbolos, Cirlot).





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