LAS CEJAS DE LA GIOCONDA. Novela de Patricia
Riosalido Villar. Editorial Me Gusta Escribir, Pallejá, Barcelona, 2016. Tapas
Blandas. 247 páginas. Hay una versión en libro electrónico.
Javier Buhaz
Esta opera
prima de la doctora en Literatura Española y Teoría de la Literatura, por
la UNED, Patricia Riosalido Villar, es un trabajo muy considerable, que merece
ser comentado. En cuanto el estilo, es de tinte parcialmente autobiográfico, como suelen ser las primeras
obras de los escritores. El discurso es naturalista o si se prefiere realista,
como podría ser el de un Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta, o el de un
Miguel Delibes, en Diario de un
Cazador, y así se mantiene durante todo el texto, en el que se cuenta la infancia, juventud y madurez de una
muchacha, Laura, y de su inseparable amiga y figura maternal, que es la
castañera Filomena, hasta que ésta muere de un cáncer de pecho, en su modesta
vivienda.
Al lado de estos dos personajes se difuminan un poco los demás. Los
padres de Laura no salen muy bien parados, pues él es una especie de vago, que
pasa todo el día en su casa, viendo la televisión y bebiendo cerveza, y ella
fuma y mira constantemente a través de la ventana al vacío. Hay en la mujer sin
embargo algo positivo, y es que se llama María Auxiliadora, siendo este
apelativo acaso una alusión a que la madre sí que ayudó a Laura, pero no así el
padre.
Patricia Riosalido ha vivido en Viena y en Copenhague y ello se nota
mucho en la novela. La mayor impronta de Austria la da su novio, Pablo, el cual es un muchacho de una
clase empingorotada de la capital, que humilla a Laura tanto como la humilla la
familia del chico. Se le presenta como el hijo de un empresario de licores, que
lleva un anillo nobiliario y que ama intensamente los uniformes, acaso los
uniformes del ya fenecido Imperio Austro Húngaro. La relación con Pablo no trae
a Laura la felicidad, y cuando rompen, ella se siente más libre.
Las
referencias a Dinamarca, país en que también vivió Patricia son más vagas y
generales. Los nombres de su tercera y cuarta hermana, Carolina y Yolanda,
recuerdan a algunos muy usados en Copenhague y su entorno, cuando salen
gemelos, y también hay que reseñar el paso de una pata con sus patitos frente
al estanque de la casa de Patricia en
Rungsted siempre perseguidos por el zorro, que a final de temporada ya se había
comido a la mayor parte de las crías de Fru And.
Lo curioso es que Laura, una vez concluida su
relación con Pablo, se aísla y se aparta de su círculo vital, se hace
invisible, para seguir la propia expresión de la escritora, y no se encuentra a
sí misma hasta que se halla con su otro yo, su doble espiritual, un músico de
flauta travesera, al que siempre acompaña un perro de piel plateada, con el que
se encuentra en el metro y que se llama José. Este la respeta y le anima a
entrar en el mundo de la creación artística a través de la pintura. Laura se
desarrolla como una excelente pintora, y hace exposiciones, lo que recuerda la
inclinación de la propia Patricia por las manualidades y el arte figurativo.
Laura no tiene muy buena relación con su hermana mayor, Pilar, que la
persigue y la acosa todo lo que puede. En cuanto a las gemelas, la escritora
viene decir que se conforman con el
papel secundario que se les ha atribuido en la familia.
El
título del libro, viene de una visita hecha por Laura y por José al Louvre, a
ver la auténtica Gioconda. Laura aprecia que la dama no tiene ni cejas ni
pestañas, de lo que induce que la belleza no ha de ser perfecta para considerarse verdadera belleza, una
versión plástica de que lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Ahora bien, José no es del todo
un hombre real, sino sólo el doble de Laura, y por ello va y viene cuando le parece. En la obra que
comentamos se va dos veces, una de forma provisional y otra definitiva. Cuando se ausenta por primera vez, Laura
regresa a su aislamiento o invisibilidad, hasta que vuelve a encontrarle,
precisamente en el metro donde le halló en una ocasión. Viven en una especie de
comuna, y al fin la chica queda en estado.
Entiendo que quiere decir que ella resulta
embarazada de sí misma, puesto que José no es otro sino ella, una sombra que
viene realizar una función y que luego ha de alejarse. Así lo hace el tal José
y, en efecto, aunque después de dar a luz Laura, la ayuda, cambiándole los
pañales a la hija común, Aurora, que se llama como el famoso acorazado de los
soviéticos, hoy varado en San Petersburgo, si bien es cierto que el nombre se refiere a
una aurora femenina y no política, lo cual es lógico, al considerar del devenir creativo del trabajo,
se va y desaparece definitivamente.
El
texto es impecable, como corresponde a una doctora de su especialidad, aunque
se me permitirá alguna crítica, sobre todo en lo que se refiere a las palabras
francesas utilizadas en referencia a la
comida, ya que Patricia Riosalido es una gran gourmet y buena conocedora
de vinos, pero su educación ha sido más germánica que francesa y por eso se
observan algunas faltas menores en el francés usado para mencionar ciertos
platos, lo que no tiene mayor importancia, pero que podría subsanarse con
facilidad.
Personalmente, estoy encantado con lo que ha escrito Patricia Riosalido
en este libro, que me parece realizado con mucho cuidado, incluso con perfeccionismo naturalista, y sólo me resta
animarle a seguir escribiendo, y, si le gusta, a continuar realizando esas manualidades
y pinturas a las que me he referido antes.
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