viernes, 13 de marzo de 2015

Colección Iberdrola en CentroCentro del Palacio Cibeles en Madrid








Julia Sáez-Angulo

         En el edificio hermoso, pero contradictorio e imposible para el arte contemporáneo, de CentroCentro Cibeles del Ayuntamiento de Madrid, se presenta una selección de 63 obras de  la colección Iberdrola con sede en Bilbao, dentro del proyecto de mostrar colecciones de arte.

Javier González de Durana es el comisario del discurso expositivo, titulado “La Piel Traslúcida”, que permanecerá abierto hasta el 7 de junio de 2015.

El curador, junto a Rafael Orbegozo, jefe del Gabinete de Presidencia de Iberdrola y responsable de la colección de arte Rafael explicaron la misma con arreglo a tres etapas en sintonía con la historia de la compañía energética: la primera de los orígenes, centrado en artistas vascos desde 1884; la expansión en artistas nacionales y la tercera,  en artistas internacionales.

Entre las obras expuesta las hay de Arteta, Chillida, Antonio López, Oteiza, Tapies, Barceló, Ramiro Urzay, Richter, Maperthorpe, Cy Twombly, Uslé, Vik munik, Jennifer Steinkamp, Cindy Shernan, Francesca Woodman…

Para el curador Durana, el título de la exposición responde a un “sentido concreto y real, la dermis como órgano que, desde la superficie corporal comunica profundos sentimientos y estados de ánimo. Y en un sentido amplio y metafórico, el arte como piel-signo que esconde un cuerpo-significado que el observador debe desentrañar a la vista de aquella desde su experiencia y conocimientos personales, esto es desde su propia piel”.



Colección dispersa

En suma, una exposición con mucho paisaje, donde el concepto propuesto puede ser sustituido perfectamente por la mirada libre del espectador. Hay muy buenas piezas, como las de fotografía alemana, un conjunto espléndido, donde se da mejor las “afinidades” de que habla Durana. La agrupación por las manos resulta algo retórica por repetitiva en el icono de manos.

Es una buena colección, donde, aparte de las piezas expuestas existen otras de mayor calado y formato que, por ello no han podido venir al imposible espacio del bello Palacio de Cibeles (veremos que ocurrirá con él en la nueva legislatura municipal).

La colección de arte contemporáneo Iberdrola adolece quizás de lo que suele suceder a la mayoría de las colecciones de empresa: se decide la elección de obras por comités y se diluye el gusto, la pasión y hasta la coherencia. Todos y nadie se hacen responsables definitivos; hablan de asesores, pero la última palabra la tienen otros. Quizás fuera mejor dejar a un experto temporal que vaya definiendo los distintos periodos, como hacen algunos museos (como el de Eindoven. Suiza) que nombran directores por cuatro o cinco años, sin la mala práctica de reelegirlos más allá de unos pocos, pero con total libertad. La responsabilidad y el criterio se aúnan.

La colección Iberdrola no está del todo articulada en torno a un concepto y se va dispersando al pulso de los nombres cotizados o de moda en los distintos tiempos. Es una colección sin definición y por tanto, sin riesgo. La fotografía que aglutinó el deseo general de muchos coleccionistas a partir de dos décadas, no escapó a Iberdrola, sin que el género fuera específico en su núcleo. A juzgar por las últimas propuestas, el camino parece seguir por ahí.

En la rueda de prensa no se nos facilitó la valoración patrimonial de la colección, ni las estadísticas informativas por detalladas de la misma: hombres, mujeres (para facilitar su visibilidad de ellas), nacionalidades, puntos de adquisición… Puede parecer que no, pero son datos de gran interés al objeto de hacer una valoración trasversal del conjunto.

Rafael Orbegozo señaló que las obras están dispersas por los distintos despachos de trabajo de Iberdrola y que no había peligro de conservación de las mimas. También señaló que la colección de arte Iberdrola se hace vasca e el País Vasco o mexicana en México, siguiendo las pautas del lugar.




     

        

        



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