Julia Sáez-Angulo
22/7/25.- Bayona.- El paseo por la ensenada de Bayona la Real -así la nombraron los Reyes Católicos en el XV- fue en la mañana nublada, hacia las 11, confiando en aquello de “mañanita de niebla, tarde de paseo”. Los ingleses lo dicen así: “foggy at seven, suny at eleven”, pero no fue como sucedió La escritora María Jesús Domínguez Sió lo dice con versos de Rubén Darío: “El mar, como un vasto cristal azogado/refleja la lámina de un cielo de zinc”. Es la ventaja de caminar junto a una filóloga y profesora de Literatura de toda la vida. La última etapa, cinco años, fue en el Instituto Español de Tetuán.
El grato nublado de la mañana continuó con lluvia fina que en Galicia llaman orvallo. Por la tarde apareció un sol agradecido.
Rodeamos la inmensa fortaleza instalada en el Monte Boi (monte Buey), que nos recibe a la entrada con símbolos muy gallegos: el crucero celta y el hórreo del centeno un edículo en lo alto de cuatro pilastras, para preservar el cereal de las ratas. Un poco más arriba, el monumento en piedra a Colón con sus acompañantes. Algún que otro graffiti -pintado por vándalos, aunque por aquí llegaron más bien los suevos- estropean la vista.
Acaban de limpiar las murallas casi ciclópeas, de la fortaleza y a la gente no le gustan tan blancas y lavadas. Olvidan lo que decía Goya, que “el tiempo también pinta” y en dos años, con la humedad del Atlántico, las murallas recuperarán de nuevo a sus agresores: los líquenes y las plantas nacidas en sus junturas. “Hace unos años había también una barbacana, la que impedía acercar a la muralla los cañones y otras maquinarias pesadas, pero no sé por qué, la quitaron”, comenta la escritora.
La vegetación lateral del camino va alternando hinojos con matojos (silveiras), acantos, agapantos, pitósporos, ailantos, sóforas… Las hortensias soportan malamente el salitre del océano. Llegamos hasta un altar naíf construido entre las rocas con imágenes sacras sucesivas en las oquedades y vieiras pegadas por doquier. “Es obra continuada de un marinero jubilado -hay muchos en estos lares- y el Concello se lo permite, no sé hasta cuándo”, explica la escritora.
Pasamos por la capilla de la fortaleza y el pabellón de “La Pinta”, nombre de la carabela de Martín Alonso Pinzón “Ese sí que era buen marinero, hijo y nieto de marineros. Su abuelo ya extraía barcos del mar”, explica la autora del libro “Pinzón, el marinero que se adelantó a Colón”. Bayona está hermanada con Palos de Moguer (Hueva) localidad de donde partieron las tres carabelas, tres cáscaras de nuez navegables, que inexplicablemente llegaron a América. Ambas localidades se reparten la salida y la llegada de la hazaña renacentista, pese a quien pese.
Esta fortaleza gigantesca defendió a Bayona de los corsarios ingleses y desde su ensenada partió la flota de Felipe II para combatir a la “pérfida Albión”, pero mares y galernas acabaron con sus barcos. No siempre acompaña la gloria. Desde el adarve pueden verse bien las pequeñas playas que circundan Bayona: Barbeira, A Cuncheira, Os Frades, Ladeira, A Ribeira, y Santa Marta.
El parador nacional Conde de Gondomar, que creó el ministro Manuel Fraga Iribarne en el Castillo de Monterreal (siglo XII) en 1967, con 112 habitaciones, es inmenso y sobrio por fuera, con presencias de inscripciones y escudos de Felipe IV en algunos arcos del exterior. La piedra es la riqueza y belleza de Galicia, región que contó con los mejores canteros, de los que todavía quedan. Cuando el terremoto de Lisboa en 1755, el portugués Marqués de Pombal, llamó a los célebres canteros gallegos para trabajar en la reconstrucción de la capital lusitana.
Después de un segundo recorrido, esta vez por el adarve de la muralla, que recorre todo su recinto, bajamos al centro histórico de la ciudad y allí Bayona se representa con un soberbio Consello (Ayuntamiento), que antes fue un pazo (palacio). El gallego se mete, porque parece reflejar mejor lo propio, lengua maravillosa cuando no dan la matraca exclusionista y canceladora, algunos políticos nacionalistas ignorantes, cortos de mira, que acomplejados persiguen la lengua española, la de los 600 millones de hablantes, por ejemplo, prohibiendo las cartelas de algunos museos sobre los que tienen jurisdicción. ¡Pobrecillos! ¡Patético!
Nos cruzamos con el alcalde del Concello, Jesús Vázquez Almuíña y su esposa, paseando por las calles de la antigua Bayona la Real. La escritora los saluda, porque los conoce. Ellos me desean una buena estancia, con la excelente guía que me acompaña. La escritora sonríe. Ella impartió en su día una conferencia sobre Martín Alonso Pinzón, amén de presentar su libro.
Terminamos el paseo por lo sacro, visitando las céntricas capillas de las Dominicas y de la Misericordia. Aparece en ellas la imagen de san Telmo, patrón de los navegantes, siempre representado con un barco en una mano y un cirio en la otra. A San Telmo se relaciona a menudo con el "fuego de San Telmo", un fenómeno meteorológico que se manifiesta como una descarga eléctrica luminosa, en objetos puntiagudos durante tormentas.
Nuestra Señora, la Virgen de la Anunciada es la patrona de Bayona la Real. Ella y san Telmo, buenos refugios para implorar en los terribles días de galernas, tempestades y vendavales que, a veces, sobre todo en invierno, golpean con furia la ciudad marinera, “vientos capaces de arrancarme una persiana encastrada, casi de cuajo, y golpear con ella, de modo inmisericorde, los muros de la casa a las cuatro de la madrugada y despertar a todos los vecinos”, me cuenta la escritora.
Más información https://lamiradaactual.blogspot.com/2025/07/cronicas-de-bayona-i-llegada-vigo.html
Hórreo y cruceroPabellón de la carabela "La Pinta", junto al parador
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