Dolores Marijuán con el niño de su cuidadora
Julia Sáez-Angulo
15/7/25.- Madrid.- Un día del año 2000, me llamó don Orestes González Fernández (1925-2015), sacerdote nacido en Huércanos, que ejercía su ministerio sacerdotal en Logroño. Me dijo que yo debiera escribir la biografía de mi tía Dolores Marijuán Zamora (1901-2003), inspectora nacional de Enseñanza Primaria, que contaba ya más de 80 años, porque era una mujer que había sido brillante en su trayectoria profesional y, lo más importante, era una santa.
Era, y había sido aún más, una mujer bonita, rubia y con ojos azules, con un cabello agradecido: abundante y ligeramente ondulado. Tenía un hermano sacerdote, otro maestro y a María Cruz.
Yo ya tenía experiencia en haber escrito las memorias de la marquesa de Santa Cruz de Ynguanzo y el proyecto no me disgustó. A la tía Dolores, tampoco. Me facilitó numerosas fotografías de familia y oficiales de su trabajo -infinitas con los sucesivos gobernadores de la provincia-, así como textos infinitos, a máquina o a mano, de sus conferencias o charlas en los auditorios de las cajas de Ahorros, salones parroquiales, Ayuntamientos, escuelas, cooperativas y otras muchas instituciones. La tía Dolores tenía facilidad de palabra, hasta el punto de que algunos en familia decían que tenía incontinencia verbal, ya que aprovechaba cualquier ocasión para tomar la palabra en familia y repetirnos la conferencia reciente que había ipronunciado en una Caja de Ahorros.
La tía Dolores era una fuerza viva en La Rioja, una mujer pionera en haber estudiado una carrera y ejercerla hasta su grado máximo. Estudió Magisterio y lo ejerció primero en Cestona (Guipúzcoa), pero sus buenas dotes profesionales, su formación continua y permanente, le llevaron pronto a ser nombrada inspectora de Enseñanza Primaria en La Rioja. Hay que decir, que el hecho de que fuera soltera, facilitó su entrega y consagración por entero a su profesión, que se vio reconocida por méritos propios.
Su hermano sacerdote, Clemente, le habló en cierta ocasión de un pretendiente interesado, pero ella se enfadó, porque no tenía intención de casarse nunca, sino de dedicarse a su trabajo y a hacerse cargo de su hermana María Cruz. Clemente le reconvino ante el enfado y esto le llevó a dar gracias al pretendiente y explicarle las causas de su rechazo.
Tía Dolores era madrina de mi madre y se profesaban mutuo afecto. Además de su casa en Logroño, tenía un chalet en Uruñuela, cerca de la ermita del Patrocinio y no lejos de nuestra casa. Con ella vivía su hermana, la tía María Cruz, una mujer de inteligencia límite, a la que considerábamos más lista que nadie. Hablaba muy poco y cuando lo hacía, era de modo sentencioso y cabal:
-Hermana, no hables tanto, que te desgastas, le decía a la tía Dolores, cuando se prolongaba en sus parlamentos. Ella le replicaba:
-Hermana, ¡que cruz tengo contigo!
A la tía María Cruz la dejaba siempre con una cuidadora, cuando ella, tía Dolores, tenía que recorrer escuelas de distintos pueblos para llevar a cabo su inspección.
A la tía María Cruz, lo que de verdad le gustaba era cantar en la iglesia, donde lo hacía con ocasión y sin ella, haciéndonos pasar vergüenza a las sobrinas. El cura lo toleraba con paciencia, porque era hermana de doña Dolores, una institución regional y una “vaca sagrada” en el pueblo, a la que muchos acudían para pedir consejo sobre el futuro de sus hijos. A unos niños los encaminaba al Seminario Conciliar de Logroño, a otras al colegio de las Escolapias, Agustinas… Incluso a una prima segunda mía la encaminó a las Gratuitas de mi Internado, algo que me e scandalizó y lo comenté en casa.
-Pues su padre tiene más dinero que nosotros- comentó papá. -Cuando va al Banco, el director le hace pasar a su despacho y le ofrece un habano. Ha hecho mucho dinero con la Bolsa, añadió.
-¿Qué es la Bolsa?, pregunté.
-Una forma innoble de ganar dinero, respondió mi padre.
La prima segunda acabó licenciada en Farmacia, como otras cinco mujeres de la familia.
Dolores Marijuán era tan generosa con su tiempo y dinero, que todos acudían a ella. Disponía de cuotas mensuales para entregar al Seminario Conciliar -la más generosa- al Orfanato, al Asilo de Ancianos, a la Cruz Roja… yo creo que medio sueldo se le iba en estos estipendios.
La tía Dolores estaba siempre “uncida” a su coche, un Seat 600, y con ese “seiscientos” recorría los pueblos riojanos para inspeccionar motu proprio o debido a denuncias de los municipios. Así puso orden, “siempre con caridad”, decía ella, ante una maestra que solo enseñaba labores de costura a las chicas, y apenas aritmética o gramática. A un matrimonio en la sierra de Cameros, ambos maestros, gordos como jumentos, que llevaban las clases sin orden ni concierto, ella les facilitó libros y cuadernos para que siguieran cada día su metodología y evitar el descontento del pueblo. Cada caso de inspección era una historia humana de distinto calibre.
La tía María Cruz y sus hermanos murieron ante que la tía Dolores, la menor, quien iba envejeciendo poco a poco. Uno de los veranos que volví a Uruñuela, la vi acompañada por una cuidadora dominicana. Me acerqué a saludarla y comprobé como la dominicana la llamaba Loli y la trataba de tú, con una familiaridad que me resultó inaudita.
-¿Por qué la llama Loli y trata de tú a mi tía Dolores?, le pregunté muy seria a la chica.
-Por cariño, me respondió. Vi que la situación no tenía remedio. Oh, tiempo!, Oh mores!, que diría Cicerón. ¡Qué tiempo! ¡Qué costumbres!
Tía Dolores acabó sus días en una residencia de ancianos “donde no hay misa diaria”, se lamentaba, pues era su costumbre oírla.
Un 14 de agosto, festividad de san Maximiliano Kolbe, el santo franciscano polaco, asesinado en Auschwitz, escuchamos juntas la misa en la catedral de Santa María de la Redonda. Tía Dolores iba ya con bastón. Al salir a Portales, miraba con atención y emoción los edificios y calles de la capital, moviendo afirmativamente la cabeza. “Logroño es una ciudad cada día más bonita”, afirmó. A mí me sonó a despedida.
Más información
https://lamiradaactual.blogspot.com/2022/05/dolores-marijuan-zamora-maestra-e.html
2 comentarios:
JAIME SILES RUIZ: Gracias, admirada JUlia, por estas memoria sy retratos familiares que leo siempre con delectación. Abrazos y buen verano, Jaime
Siempre es una delicia leer tus crónicas.
Saludos desde la costa del sol.
Publicar un comentario