Antonio Álvarez de la Rosa, catedrático de Filología Francesa
viernes, 18 de julio de 2025
“FLAUBERT a la carta”. Una brújula en el laberinto. Libro de Antonio Álvarez de la Rosa. XVI Premio Málaga de Ensayo
Antonio Álvarez de la Rosa, catedrático de Filología Francesa
ALFONSO SEBASTIÁN, pintor, 84 cumpleaños rodeado de damas. Retrato de su esposa Guía Boix. Próxima exposición en el Colegio de Arquitectos Técnicos
Alfonso junto al retrato recién terminado de su esposa Guía Boix, comisaria de arte
PEDRO HERRASTI, autor de la novela “Los crímenes del Retiro” (Salamandra Black)
• En el Madrid de 1900, el joven médico Pío Baroja se enfrenta a una oscura trama de crímenes en serie.
Pedro Herrasti, escritor
L.M.A.
18/7/25.- Madrid.- Pedro Herrasti es el autor de la novela “Los crímenes del Retiro”, libro publicado por la editorial Salamandra.
Sinopsis de “Los crímenes del Retiro”.- Madrid, abril de 1900. Una joven aparece asesinada en las Injurias, uno de los barrios más desfavorecidos de la capital. Su cuerpo sin vida yace junto al río con una flor y un poema de Rubén Darío en las manos. Entre los curiosos que se agolpan frente al cadáver, se encuentran Pío Baroja, un joven médico que está visitando la zona para escribir una novela, y el agente Miguel Herranz, antiguo combatiente de Filipinas, de donde ha regresado con graves secuelas físicas y psíquicas. Cuando Miguel se hace cargo de la investigación, Baroja, que ha identificado a la mujer como una de las prostitutas que frecuentan sus amigos bohemios, se une a él en busca del culpable. Juntos visitarán las tertulias literarias, los burdeles, los teatros y cafés cantantes donde surge el cuplé, y recorrerán una ciudad que, pese a la pérdida de las colonias de Ultramar, comienza a brillar con una intensa vida cultural y literaria. Desde los suburbios y barrios populares hasta los palacios de la aristocracia, desenmascarar al homicida se va haciendo para Pío y Miguel una necesidad urgente conforme van apareciendo nuevas víctimas en el parque del Retiro.
Perfecto conocedor del Madrid de las primeras décadas del siglo XX, con sus luces y sombras, Pedro Herrasti nos ofrece un original thriller histórico y criminal, atmosférico y ameno, que destaca por su ambientación, giros y golpes de efecto, firme pulso narrativo y un Pío Baroja en labores de detective como protagonista de excepción.
Pedro Herrasti (Madrid, 1964), licenciado en periodismo, trabajó durante años en diversas publicaciones antes de descubrir su vocación de escritor, en la que vuelva su pasión por la historia Ha publicado: El demonio de Lavapiés (2008) y El libro de las tinieblas (2013), donde el alguacil Gonzalo García protagoniza diversas aventuras en el Madrid del Siglo de Oro, amén de Capitán Franco (2014), inicio de las memorias de Jorge Blanco, que continuó con la magnífica Madrid era una fiesta (2021).
SERGIO VILA-SANJUÁN, autor de la novela "Misterio en el Barrio Gótico", ganadora del Premio Fernando Lara 2025
ANDRÉS GEFFAEL, historiador y museólogo: La Galería de las Colecciones Reales muestra el paralelo en arte, entre la Corona y la Cruz
Colección completa de series en tapices flamencos.
jueves, 17 de julio de 2025
EL CASO DEL GRAFITERO MALABABA Y COBARDE QUE HA ALTERADO LA URBANIZACIÓN DE PUENTE VIEJO. Ávila
martes, 15 de julio de 2025
DON JOSÉ FERNANDO REY BALLESTEROS, párroco de la iglesia de san Bernabé en El Escorial. Un cura bloguero del Evangelio
lunes, 14 de julio de 2025
RECUERDOS FAMILIARES XIII.- Dolores Marijuán Zamora, inspectora de Enseñanza Primaria
Julia Sáez-Angulo
15/7/25.- Madrid.- Un día del año 2000, me llamó don Orestes González Fernández (1925-2015), sacerdote nacido en Huércanos, que ejercía su ministerio sacerdotal en Logroño. Me dijo que yo debiera escribir la biografía de mi tía Dolores Marijuán Zamora (1901-2003), inspectora nacional de Enseñanza Primaria, que contaba ya más de 80 años, porque era una mujer que había sido brillante en su trayectoria profesional y, lo más importante, era una santa.
Era, y había sido aún más, una mujer bonita, rubia y con ojos azules, con un cabello agradecido: abundante y ligeramente ondulado. Tenía un hermano sacerdote, otro maestro y a María Cruz.
Yo ya tenía experiencia en haber escrito las memorias de la marquesa de Santa Cruz de Ynguanzo y el proyecto no me disgustó. A la tía Dolores, tampoco. Me facilitó numerosas fotografías de familia y oficiales de su trabajo -infinitas con los sucesivos gobernadores de la provincia-, así como textos infinitos, a máquina o a mano, de sus conferencias o charlas en los auditorios de las cajas de Ahorros, salones parroquiales, Ayuntamientos, escuelas, cooperativas y otras muchas instituciones. La tía Dolores tenía facilidad de palabra, hasta el punto de que algunos en familia decían que tenía incontinencia verbal, ya que aprovechaba cualquier ocasión para tomar la palabra en familia y repetirnos la conferencia reciente que había ipronunciado en una Caja de Ahorros.
La tía Dolores era una fuerza viva en La Rioja, una mujer pionera en haber estudiado una carrera y ejercerla hasta su grado máximo. Estudió Magisterio y lo ejerció primero en Cestona (Guipúzcoa), pero sus buenas dotes profesionales, su formación continua y permanente, le llevaron pronto a ser nombrada inspectora de Enseñanza Primaria. Hay que decir, que el hecho de que fuera soltera, facilitó su entrega y consagración por entero a su profesión, que se vio reconocida por méritos propios.
Su hermano sacerdote, Clemente, le habló en cierta ocasión de un pretendiente interesado, pero ella se enfadó, porque no tenía intención de casarse nunca, sino de dedicarse a su trabajo y a hacerse cargo de su hermana María Cruz. Clemente le reconvino ante el enfado y esto le llevó a dar gracias al pretendiente y explicrle las causas de su rechazo.
Tía Dolores era madrina de mi madre y se profesaban mutuo afecto. Además de su casa en Logroño, tenía un chalet en Uruñuela, cerca de la ermita del Patrocinio y no lejos de nuestra casa. Con ella vivía con su hermana, la tía María Cruz, una mujer de inteligencia límite, a la que considerábamos más lista que nadie. Hablaba muy poco y cuando lo hacía, era de modo sentencioso y cabal:
-Hermana, no hables tanto, que te desgastas, le decía a la tía Dolores, cuando se prolongaba en sus parlamentos. Ella le replicaba:
-Hermana, ¡que cruz tengo contigo!
A la tía María Cruz la dejaba siempre con una cuidadora, cuando ella, tía Dolores, tenía que recorrer escuelas de distintos pueblos para llevar a cabo su inspección.
A la tía María Cruz, lo que de verdad le gustaba era cantar en la iglesia, donde lo hacía con ocasión y sin ella, haciéndonos pasar vergüenza a las sobrinas. El cura lo toleraba con paciencia, porque era hermana de doña Dolores, una institución regional y una “vaca sagrada” en el pueblo de Uruñuela, a la que muchos acudían para pedir consejo sobre el futuro de sus hijos. A unos niños los encaminaba al Seminario Conciliar de Logroño, a otras al colegio de las Escolapias, Agustinas… Incluso a una prima segunda mía la encaminó a las Gratuitas de mi Internado, algo que me e scandalizóy lo comenté en casa.
-Pues padre tiene más dinero que nosotros- comentó papá. -Cuando va al Banco, el director lo hace pasar a su despacho y le ofrece un habano. Ha hecho mucho dinero con la Bolsa, añadió.
-¿Qué es la Bolsa?, pregunté.
-Una forma innoble de ganar dinero, respondió mi padre.
La prima segunda acabó licenciada en Farmacia, como otras cinco mujeres de la familia.
Dolores Marijuán era tan generosa con su tiempo y dinero, que todos acudían a ella. Disponía de cuotas mensuales para entregar al Seminario Conciliar -la más generosa- al Orfanato, al Asilo de Ancianos… yo creo que medio sueldo se le iba en estos estipendios.
La tía Dolores estaba siempre “uncida” a su coche, un Seat 600, y con ese “seiscientos” recorría los pueblos riojanos para inspeccionar motu proprio o debido a denuncias de los municipios. Así puso orden, “siempre con caridad”, decía ella, ante una maestra que solo enseñaba labores de costura a las chicas, y apenas aritmética o gramática. A un matrimonio en la sierra de Cameros, ambos maestros, gordos como jumentos, que llevaban las clases sin orden ni concierto, ella les facilitó libros y cuadernos para que siguieran cada día su metodología y evitar el descontento del pueblo. Cada caso de inspección era una historia humana de distinto calibre.
La tía María Cruz y sus hermanos murieron ante que la tía Dolores, la menor, quien iba envejeciendo poco a poco. Uno de los veranos que volví a Uruñuela, la vi acompañada por una cuidadora dominicana. Me acerqué a saludarla y comprobé como la dominicana la llamaba Loli y la trataba de tú, con una familiaridad que me resultó inaudita.
-¿Por qué la llama Loli y trata de tú a mi tía Dolores?, le pregunté muy seria a la chica.
-Por cariño, me respondió. Vi que la situación no tenía remedio. Oh, tiempo!, Oh mores!, que diría Cicerón. ¡Qué tiempo! ¡Qué costumbres!
Tía Dolores acabó sus días en una residencia de ancianos “donde no hay misa diaria”, se lamentaba, pues era su costumbre oírla.
Un 14 de agosto, festividad de san Maximiliano Kolbe, el santo franciscano polaco, asesinado en Auschwitz, escuchamos juntas la misa en la catedral de Santa María de la Redonda. Tía Dolores iba ya con bastón. Al salir a Portales, miraba con atención y emoción los edificios y calles de la capital, moviendo afirmativamente la cabeza. “Logroño es una ciudad cada día más bonita”, afirmó. A mí me sonó a despedida.
Todas las fotos y documentación sobre la tía Dolores para el libro, las doné al Archivo de la Universidad de Navarra, porque les interesó.
Más información
https://lamiradaactual.blogspot.com/2022/05/dolores-marijuan-zamora-maestra-e.html