martes, 8 de julio de 2025

RECUERDOS FAMILIARES VIII.- Las familias son felices o desdichadas a su manera




        Julia Sáez-Angulo

6/7/25 .-  El Escorial.- Publicar estos recuerdos familiares está provocando distintas reacciones en mi familia. Una tía me dice que nosotros hemos sido siempre muy discretos y lo que yo estoy haciendo le resulta un tanto impúdico. Ella no sabe que la escritura está llena de entregas y, quizás, también traiciones. Un primo me dice que, aparte de mis “percepciones singulares”, él no está de acuerdo en algunas cosas y que hablaremos largo y tendido, cuando nos veamos, porque estas cosas no son para hablar por teléfono. Otros parientes no me han comentado nada, porque no han leído el blog, o porque estas batallitas familiares, a estas alturas, no merecen comentario alguno. Me falta mi hermana Elisín -más joven que yo, pero se fue antes-, porque ella disfrutaba y me comprendía, aunque sus apreciaciones fueran siempre matizadas. Cada mirada a la vida es un mundo de interpretación.

La célebre novela "Ana Karenina" de León Tolstói comienza con la famosa frase: "Todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera". Yo no creo que haya familia feliz del todo y todo el tiempo. Las coordenadas del hombre son tiempo y espacio, y en ellas se distribuye la vida con todos sus avatares e incertidumbres. Precisamente la desdicha nos invita a disfrutar los momentos felices que también llegan. Ya lo advierte el Eclesiastés: “Hay un tiempo para todo: tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de sembrar y tiempo de recoger lo sembrado…” Una enseñanza sobre el movimiento cíclico de la vida y la alternancia de sentimientos y emociones

    La historia de Ana Karenina se inicia con la crisis en la familia Oblonsky, donde Stepan Arkadyevich (Stiva) ha engañado a su esposa Dolly, generando una profunda discordia familiar. La vida va dando vueltas, saltos, y termina de modo trágico para la protagonista.

    En el libro “Los ilusionistas” (Anagrama,2025) de Marcos Giralt Torrente, que acabo de leer, señala el autor al comienzo: "La familia es el territorio de la memoria. Memoria de sí misma y del mundo que la contiene. Memoria en construcción y no siempre fiable, donde el amor y el conflicto confluyen".

Marcos Giralt aborda en este libro las vidas de sus abuelos maternos y sus cuatro hijos, entre ellos su madre. Al autor le asombran los destinos tan diferentes de todos ellos. Su abuelo, el escritor Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999), cabeza de fila de todos ellos y quizás responsable de su manera de ser, de su forma de reaccionar. El premio Cervantes 1985 viene a ser la “vaca sagrada” que gravita sobre todos ellos.

    Son muchos los libros que tratan de sagas familiares, constituyen un clásico. Sin salirnos de la editorial Planeta podemos citar títulos como: Cumbres borrascosas, de Emily Brontë; Al este del edén de John Steinbeck; El club de la buena estrella, de Amy Tan; La hija italiana, de Soraya Lane; Villa Melania, de Desirée Ruiz; Cazar leones en Escocia, de Cruz Sánchez de Lara; El heredero, de Rafael Tarradas Bultó; Cuando éramos felices, de Rafel Nadal; Dientes de leche, de Ignacio Martínez de Pisón; El corazón helado, de Almudena Grandes; Palmeras en la nieve, de Luz Gavás; Un mar violeta oscuro, de Ayanta Barilli; El loco de los pájaros, de Care Santos; Las hijas de la criada, de Sonsoles Ónega, o, El sueño de la familia Crespi, de Alessandra Selmi.

    Y no olvidemos la gran saga familiar de Abraham, Isaac, Jacob y sus doce hijos en la Sagrada Escritura de la Biblia. Esta sí que da para un “Libro de libros”. Los hermanos Esaú y Jacob se las traían, y José y sus once hermanos, ni te cuento.

    Contemplar la vida a través de una saga familiar se explica mejor que con una simple biografía académica. Somos genética, estamos marcados, si no predestinados, por nuestros padres. Somos lo que comemos, lo que vivimos, lo que soñamos… con su riqueza y sus carencias, con sus hierros sobre la carne y las marcas en el alma. El recuerdo y la memoria no son nunca fieles, pasan por el filtro de la mente y la escritura, más creativas de lo que pensamos.

    Las relaciones con la familia no son siempre fáciles, porque esperamos de ella lo que creemos que deben dar, y no es así. Las relaciones familiares tendrían que ser más cuidadas y respetuosas que las tenidas con ajenos, porque los tenemos más cerca, porque conllevan el secreto de la sangre, un extraño vínculo misterioso, que es, pide, espera y hasta exige. Muy complicado desenredar la madeja, máxime si hay herencia por medio. (Me estoy poniendo predicadora).

    En otro orden de cosas, los psicólogos ofrecen orientaciones para que haya armonía en las familias: comunicación sincera y serena, respeto, ágapes compartidos, respetar y disfrutar tradiciones familiares, actividades juntos, respeto de horarios… Son consejos muy razonables, pero no siempre fáciles de seguir, porque los humanos no somos clones, pero sí dignos de reflexionar y tratar de poner en práctica. 

    La vida es tragicómica para todo el mundo. Y la madurez es el arte de gestionar las dificultades y contradicciones.

        Continuaré con mis padres, algunos tíos y amigos


4 comentarios:

Juana Mari Herce dijo...

Hay familias que son un refugio donde encuentras amor,cuidado y sentido de pertenencia.
Hay familias conflictivas que destruyen a sus miembros,con lo cual lo mejor es salir de ellas y construir tu propio camino.
Hay de todo,como en Anna Karenina.Familias felices ,que se parecen todas y familias desdichadas que sufren cada uno a su manera
Tu tienes suerte,tu familia es feliz.

Carpe diem. dijo...

Qué le vamos hacer. Deberían saber que es TU biografía, no la de tu primo -a o cualquier otro familiar. Con que no les faltes el respeto creo que es suficiente.

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...

Julia Marina:
Que buena cronica!!! Una crak

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...


José Rey-Ximena: Buenos días Julia, compré tu libro "De mi amor al Arte", lo estoy disfrutando mucho y gracias por mantenerme en tu correo matutino que leo con pasión y aprendo de tu prosa como si fuera un bachiller de Salamanca. Saludos cariñosos. José