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martes, 4 de febrero de 2025

ALESSANDRO TAIANA, pintor. Pintura de “Flores” en la Galería Gurriarán

Alejandro Taiana y la vanitas de rosas. Secuencia


Julia Sáez-Angulo

Fotos: Adriana Zapisek

4/2/25.- Madrid.- Nada más claro que las flores para manifestar la vanitas del paso del tiempo: desde su belleza inicial lozana y rozagante, a la decrepitud de las flores secas, pasando por las marchitas. El pintor Alessandro Taiana, italiano casado con española y residente en Madrid, da cuenta de ello en la sucesión de cuadros, principalmente en sus trípticos y cuadrípticos, que son una secuencia de ese paso del tiempo. Sic gloria transit.

Aunque es un pintor fundamentalmente de paisajes, Alessandro Taiana expone ahora casi medio centenar de cuadros en la galería Gurriarán (c/Argensola 25): rosas, alhelíes, crisantemos, ciclamen… El cromatismo de las flores es otro buen pretexto para la pintura, que es el luz y color. La muestra permanecerá abierta hasta finales de marzo.

Ante el pequeño y mediano formato, el pintor cuenta que son cuadros pintados en una sola sesión. “Primero dibujo con grafito, y luego los pinto en una sola sesión intensa. Cuando son cuadros más grandes, necesito dos sesiones. Son cuadros que realicé en el interior, durante el pasado mes de diciembre”.  

La exposición muestra un solo paisaje, de la sierra de Peñalara, con un ramo de rosas delante.

        Entre los asistentes, la ex galerista Eugenia Niño, que confiesa con orgullo que ha cumplido 91 años.

    Más información

https://lamiradaactual.blogspot.com/search?q=Alessandro+Taiana

Rosas. Al  fondo Peñalara con nieve.El pintor con la crítica de arte

Eugenia Niño y Julia Sáez-Angulo
Pintura de Alessandro Taiana

martes, 23 de enero de 2024

JUAN CARLOS LÁZARO expone su reciente Pintura en la Galería Gurriarán de Madrid


Argensola, 25, 1º C

Enero-febrero 2024

Juan Carlos Lázaro, pintor
Bodegón de Juan Carlos Lázaro


    24-01-2024.- Madrid

La emoción de sentir

Muchas veces la obra de un artista es un espejo de su modo de ser, de trabajar. Reflejo representado en su temática e incluso en la forma en la que es expresada, ofreciéndonos luego la obra acabada. Conocer a Juan Carlos Lázaro, observar su mirada, escuchar su voz pausada, oír su comentario acerca de un pintor que admira, o simplemente detenernos en su modesto estudio donde reposan cuadros y libros en anaqueles, en orden impoluto, es una manera sencilla de conocer a la persona y entender un trabajo cuyas cualidades plásticas no nos dejan indiferente, dejándonos una impresión de difícil olvido.

Desde hace varias décadas el bodegón y el paisaje constituyen los géneros temáticos preferentes en su quehacer. Géneros tradicionales que son solo excusa para interpretar y transmitir una manera de concebir y un modo de aprehender enseres sencillos y cercanos —cuencos, tazas, floreros, platos, tarros, junto a limones, granadas, manzanas, etc.— pintados fuera de todo simbolismo trascendente y mostrados como testigos de una vida quieta, inanimada... naturalezas silenciosas. Objetos en ocasiones ingrávidos en un espacio iridiscente, ubicados en una atmósfera velada y sin embargo luminosa y brillante que convierte al cuadro en auténticas ventanas de luz. No existen contrastes, solo un cauce donde la vista transita atraída por una belleza silente, evocadora, que suscita en nosotros la emoción de ver y no solo de mirar. La obra de Juan Carlos Lázaro solicita una percepción lenta, atenta y curiosa ante esos recipientes que gusta de acompañar con frutos en un grácil juego de volúmenes, donde la luz es protagonista. Las superficies se cubren de trazos casi imperceptibles, de pinceladas leves en un espacio diáfano, donde la configuración de formas, tonos, veladuras y colores crean una obra singular que se aparta de lo habitual. Me atrevería a decir que el trabajo del artista frexnense es excepcional en su concepción del género dentro del panorama pictórico español. Cierto es que algunas de sus composiciones están emparentadas con

¿Pero dónde está el cuadro?

Exclamación de Théophile Gautier a propósito de Las Meninas

Hacer visible lo invisible

Paul Klee


artistas como Juan José Aquerreta, Xavier Valls o Carmen Laffón, por citar tres referentes indiscutibles de la iconografía del bodegón, teniendo en común ese carácter íntimo, atemporal, discreto, de captación de la vida dormida; sin olvidar a Giorgio Morandi, no en su lenguaje, sino en la reiterada dedicación a una temática siempre igual pero distinta.

Notable cualidad de Juan Carlos Lázaro es el juego dual entre la esencialidad de lo pictórico en su reflexiva materialidad y la evocación poética de una figuración sutil, que simultanea lo artificial de una vasija doméstica y lo natural de una fruta. Fusión ajena a la intención primigenia del bodegón de despertar los sentidos, configurando en su lugar una realidad objetual de factura exquisita, difuminada, casi transparente en su claridad deslumbrante. Complemento a esta suerte de díptico temático son sus paisajes, presentes a lo largo de su trayectoria como ejercicio de profundización y búsqueda en un afán de mostrar una visión subjetiva de la realidad natural. Visión escondida y representada a modo de rememoración tal vez de una experiencia, o como metáfora materializada a modo de paisaje. Vistas dibujadas en forma de panorámica que se reducen a dos franjas cromáticas horizontales, elaboradas en gradaciones tonales y gamas de color en supremas matizaciones de carácter abstracto. Otras veces el paisaje se hace más explícito, con pequeños árboles apenas sugeridos por minúsculas manchas perdidas en la lejanía de la composición. Así mismo el paisaje, esta vez pintado, cobra un significado más trascendente con la presencia de camposantos, largos muros blancos en la mitad de la nada, que dotan al paisaje de un especial simbolismo alusivo a la ausencia, a lo perecedero, a la soledad, a la incertidumbre... Todo expresado en una coherencia estilística que define y distingue al autor. Es interesante reparar en el hecho de que la mayoría de sus cuadros no tienen titulación, gesto liberador del condicionante dialéctico entre lo que se ve y lo representado. Un modo de indicar al contemplador que es su mirada la que hace al cuadro. Pero también, esta obra que he definido silente habla a los ojos y al pensamiento. Solo hace falta escrutar, pues es una obra lenitiva para el espíritu. Consideración con la que estaría conforme Cristino de Vera, amigo y trabajador “desde la luz”, como Juan Carlos Lázaro.

Fernando Martín Martín

(Catálogo de la exposición

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Alessandro Taiana, comunión con el paisaje y su luz en la pintura. Exposición en la Galería Gurriarán


Alessandro Taiana, pintor en el Guadarrama


Julia Sáez-Angulo

Fotos: Guía Boix

15/9/2021.- Madrid.- Su compromiso y comunión con la Naturaleza y la luz, con el paisaje en la pintura es un hecho en el arte de Alessandro Taina, artista italiano residente en Madrid, que actualmente expone sus obras recientes en la galería Gurriarán (c/Argensola, 25, 1ºC. Madrid). Próximamente, pintor participará, junto a su hermano gemelo, Ricardo, también pintor,  en el Homenaje a Morandi que tendrá lugar en Mapfre.

La galería Gurriarán prepara un libro sobre Alessandro Taiana y su paisaje, con textos de Antonio Bonet y de Ignacio Martínez de Pisón

Quienes seguimos la trayectoria de Alesandro Taina (Como, Italia, 1967) sabemos de su entrega, constancia y tenacidad, para indagar en el paisaje y atrapar todo lo que la Naturaleza y su luz proyecta en él.  Estuvo ocho años madrugando y pintando todos los puntos y zonas del Guadarrama madrileño en una serie única. Las Barrancas de Toledo, los aledaños del monasterio de El Paular y valle de Lozoya, los diversos verdes de Asturias, los de Galicia… pasan a la pintura en cuadros grandes o tablotins, con rosas o paisajes. Su dominio de la técnica y la precisión dibujística es evidente.

Procura que sus sesiones pictóricas, concentradas e intensas, no duren más de dos semanas, para que la Naturaleza no se le desfigure en forma y color, 

            Entre los asistentes a la inauguración el pintor, también paisajista, Alfonso Sebastián, y la crítica de arte, Guía Boix.

Más información

www.galeriagurriaran.com 

https://lamiradaactual.blogspot.com/search?q=Alessandro+Taiana


Taiana en la Galeria Gurriarán


Conversando Alessandro Taiana y Alfonso Sebastián

Julia y Alfonso bajo un cuadro de A. Taiana

martes, 20 de noviembre de 2018

Juan Carlos Lázaro: exposición de pintura bella, sutil y contemplativa en la galería Gurriarán de Madrid




Galería Gurriarán
c/ Argensola, 25, 1º C
28004 Madrid




L.M.A.

            20/11/18 .- MADRID.- El pintor Juan Carlos Lázaro expone su obra bella, sutil y contemplativa en la galería Gurriarán de Madrid, durante los meses de noviembre y diciembre de 2018. Bajo el título de “Pintura y atención”, el profesor José María Parreño ha escrito en el catálogo de la muestra:

            “En nuestro tiempo, las imágenes se crean, se transmiten y se consumen a una velocidad que tiende a infinito. Todas compiten por lo que sólo nosotros podemos concederles, que son nuestras posesiones más preciosas: tiempo y atención. Su objetivo es poner uno y otra a su servicio para explotarlos con ahínco, pues se trata de un suelo extraordinariamente fértil. La publicidad lo labra para obtener dinero. La política, para lograr adhesiones. La información, para conseguir opinión.

Sólo el arte reclama nuestro tiempo y nuestra atención para, siguiendo con la metáfora, abonar esa tierra y conservarla baldía. Y que surja allí la silvestre, imprevisible e inútil vegetación vernácula. Eso sí, y valga el dato por lo que valga, aunque según un estudio de 2016, el tiempo medio que un visitante pasa contemplando un cuadro en un museo es de 28,6 segundos.

Y es que todos caminamos bajo una lluvia tupida de imágenes. Nos hemos o nos han convertido en adictos a ellas. Las consumimos con ansia. Ante semejante empacho visual, tendríamos que ponernos a dieta. Una dieta blanda. En este caso, blanca.

La exploración de la pintura ártica fue una gesta comparable a la de los Polos. Con idénticos casos de incomprensión y heroísmo. Desde su descubridor, el alucinado Kazimir Malevich, que con su Cuadrado blanco sobre fondo blanco (1918) descorazonó a sus seguidores al prometerles un futuro sin nada, a Yves Klein, pintando obstinadamente en 1957 monocromos de blanco aspirina, a Robert Ryman, que después de ser durante una década vigilante de sala en el MOMA, decidió que no quería pintar nada más que trabajados cuadros blancos, en los que el tema es la pincelada.

Sin embargo, Juan Carlos Lázaro no busca la pureza ascética de esos espacios. Utiliza el blanco para desvelar la soledad concreta de las cosas. La gran soledad que rodea cada objeto. Y en la que parece que late su eco, su reverberación. Algo que no está. Que no está ya. O no está todavía. (Vuelvo a lo ya escrito: para velar, desvelar y revelar la soledad de las cosas).

Para eso, pinta frutas o tazas que vislumbramos apenas, anegadas por la gran marea de lo invisible, que las deja pidiendo auxilio a nuestros ojos para salvarlas de su desaparición. Cézanne decía algo así como que había que pintar deprisa porque el mundo está a punto de desvanecerse. Entonces, si llegamos a este punto, lo visible adquiere la belleza trágica de lo que va a morir. Porque todo es fugaz, porque todos regresamos al olvido, hoy somos parte de la gran hermandad de lo existente y a todo cuanto es le debemos el homenaje de nuestra mirada.

Quizás pensaba algo parecido María Zambrano, cuando escribió: “Nada de lo real debe ser humillado”. Chardin en siglo XVIII, Morandi y Cristino de Vera en el XX, Chema Peralta en el XXI y el propio Juan Carlos Lázaro, pintaron o pintan con esa consigna. Cuadros en los que no hay más que un cestillo de fresas, unas botellas apretadas, un par de velas, un pueblo en el horizonte que no es más que una tira de tejados. Todo eso que vive de sí y no nos necesita, pero cuya contemplación les dignifica y a nosotros nos engrandece.

Dice el filósofo germano coreano Byung-Chul-Han que la belleza actual prefiere los objetos netos e impecables, de superficies lisas, pulidas y brillantes. Cuerpos, coches, cocinas y teléfonos móviles se ajustan a ese canon. La propia visión es igualmente diáfana. La alta definición de las imágenes es imprescindible para apreciar estas cualidades.

Lázaro, frente al recurso de la hiper visibilidad, ofrece lo latente. Frente a lo extraordinario, lo común. Frente a lo múltiple, lo solo. Frente a la imagen avasalladora, otra que debemos escrutar. Pinta cuadros en los que se ve poco, para que veamos más. Del mismo modo que en las estancias de James Turrell entras a oscuras y sólo cuando los ojos se han acostumbrado comienzas a vislumbrar una forma luminosa.

Sus cuadros no se agotan en un vistazo. Sólo si les entregamos tiempo y atención, vemos al cabo la acidez del amarillo, tintineando en la nada como suena una moneda sobre el mármol. Vislumbramos el borde dorado de una sopera como aquella otra - dónde estará- que se guarda desvaída en un recuerdo”.

Como contrapunto a la promocionada HD de las pantallas, la pintura como dispositivo de Alta Indefinición. Así es la de Lázaro. Pero en ella sucede como en el haiku de Issa:

Sobre la nieve
la garza erguida,
más blanca.