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lunes, 10 de enero de 2022

CRÓNICAS ARGENTINAS XXIX.- Buenos Aires, la ciudad de las mil y una estatuas y los cien mil árboles. El gomero de La Recoleta

Palacio de las Aguas Argentinas

Ceibo en el Yacht Club Argentino


Julia Sáez-Angulo

Fotos: Adriana Zapisek

        9/1/22.- Buenos Aires es la ciudad de las mil y una estatuas y los cien mil árboles. A falta de instituciones culturales abiertas, cerradas -hoy por la pandemia- o restringidas a citas previas aplazadas, solo quedan los largos paseos por las largas distancias de esta ciudad con amplios parques de arboledas, trufados de sucesivas estatuas, en su mayor parte donadas por distintas instituciones. Ciertamente Buenos Aires, B.A. es un museo a cielo abierto tanto de arquitectura como de escultura. Los paseos, mejor en la mañana para evitar los calores de un tórrido verano, que no se alivia en las noches.

    Los grandes edificios o terrazas al aire libre en plazas y veredas, están muy protegidos por puntas de “balas de cañón” en hierro, para evitar atentados terroristas, como los llevados a cabo contra la Embajada de Israel y la Asociación Mutual Israelita Argentina, A.M.I.A, institución de cultura y divulgación de la colectividad judía en Argentina, la más numerosa y activa en Hispanoamérica. Ambas sedes sufrieron sendos atentados islamistas en los 90, por medio de vehículos con explosivos, y resultado de decenas de víctimas, muertos y heridos, propios y cercanos.

El Palacio de Aguas Corrientes (1927), que hoy alberga el Museo del Agua y oficinas, es un edificio notable de Buenos Aires. Construido a final del XIX para alojar los tanques de suministro de agua corriente para la ciudad, su arquitecto fue el noruego Olaf Boye, que lo llevó a cabo son suntuosos materiales importados. Se encuentra en el barrio de Balbanera, el Once, y las cámaras de turistas y visitantes se posan en él.

No lejos del Museo de Bellas Artes, una conmovedora escultura mitológica de “Centauro herido”, por el escultor francés Antoine Bourdelle (1861-1929), que ha dejado numerosa obra en este país del cono sur. El escultor la tituló, según figura en la misma obra como “La muerte del último centauro”, referido a Quirón, preceptor de Aquiles, herido por una flecha envenenada de Hércules. Obra en bronce, oxidado en verde, cercana al barrio de La Recoleta. El tema del centauro fue también de interés para Picasso.

Casi al lado, la escultura de mármol blanco de Julio Le Parc (1928), “Hacia la luz". En 2019, el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires le dedicó una amplia muestra monográfica al artista argentino que reside en París desde 1958. En 2016 Le Parc oficializó la donación de la obra “Esfera azul” al Centro Cultural Kirchner.

    Una de las estatuas más emotivas de B.A. la de Raoul Wallemberg (1912- 1947), un “héroe sin tumba”. Diplomático sueco salvó a numerosos judíos en Budapest, fue detenido por los nazis y al final de la guerra por los soviéticos. Nunca se supo dónde y como murió. La colectividad judía, poderosa en Argentina, creó una Fundación internacional con su nombre y llevó a cabo una buena escultura en el parque no lejos del Museo de Bellas Artes. 

    Los arbustos gigantes y árboles, en buena parte centenarios y umbrosos, son las mejores esculturas vivas de B.A. Los troncos retorcidos y horadados o las raíces de muchos de ellos asoman a la superficie como si fueran amenazantes colas de dragón, sus oquedades invitan a pensar en gnomos, sílfides y ninfas del bosque. Verdadero venero para los escritores de literatura infantil.

    Árboles habituales son las tipas, gomeros, ombúes, araucarias, sauces, palmeras canadienses y australianas, eucaliptus, alcanfores, ficus arborizados… Cabe destacar el gomero de La Recoleta, el barrio de pasado patricio, con mansiones al estilo francés, muchas de ellas reconvertidas en hoteles o embajadas.

El gomero de La Recoleta es un espectáculo de visitantes y gozo para los niños. Sus ramas de más de 30 metros de largo se desparraman en el aire y, para evitar su caída, se le han colocado tutores, rodrigones y un titán que las sostienen, creando cierta perplejidad por lo inusual de la vista. Se le tiene cariño entre los porteños por ser el árbol más viejo de la ciudad. Otros árboles gigantescos de interés se encuentran en el cercano Palais de Glace. La historia dice que, a finales del XVIII, el gomero  lo trajo de la India fray Francisco de Altolaguirre. El nombre de La Recoleta se debe a los frailes recoletos que habitaban esta parte de la ciudad. No lejos del gomero se encuentra el célebre café La Biela con las figuras de Borges y Bioy en bronce.

    En cuanto a las aves, no faltan las verdosas cotorras argentinas con sus graznidos duros, depredadoras de los gorriones, así como los horneros y los abundantes pichones negros, algo siniestros, que se acercan a calles y plazas.

Y para cuando uno se sienta cansado, están los 84 bancos de hormigón diseñados por el Grupo Bondi,  con una apariencia de muebles acolchados y abandonados en las aceras. Invitan al tacto para comprobar si el capitoné es verdadero o falso, pues muestran bullones que son trampantojo. Algunos, si están sucios, parecen mobiliario arrumbado en la calle. Una vez comprobado que son duros de cemento, el viandante se sienta sobre ellos y comprueba que no son precisamente mullidos ni cómodos, son simplemente originales. El diseño sorpresivo o extravagante reina en nuestros días.

        Los paseantes de perros, con diez o doce ejemplares en la manada -ocho son los permitidos por la normativa- forman parte del paisaje urbano de Buenos Aires.

    Hablando de ciudades Borge dice: "...En cuanto a Buenos Aires, la quiero mucho, pero bien puede tratarse de un viejo hábito".

        *Mañana última Crónica Argentina XXX.  

Escultura a Wallenberg, "héroe sin tumba"
Retrato de Raoul Wallenberg, por Peter Malkin, el hombre que atrapó a Adolf Eichmann en Buenos Aires en 1960
Escultura de Julio Le Parc

Banco de hormigón en las calles

Paseantes de perros en B.A.
Ceibo en flor

lunes, 29 de enero de 2018

Raoul Wallenberg : La heroica vida del hombre que salvó a miles de judíos húngaros del Holocausto, por Ingrid Carlberg

  


 L.M.A.

29.01.2018 .- MADRID .- En la primavera de 1944 y a lo largo de siete semanas, más de 400.000 judíos húngaros fueron deportados a una muerte segura, la mayoría en Auschwitz. Poco después, un ciudadano sueco, Raoul Wallenberg, recibió el encargo de viajar a Budapest, con la cobertura de la Embajada de su país y fondos estadounidenses, para evitar que los 250.000 judíos que permanecían en la ciudad afrontaran el mismo destino.
En los meses que siguieron, y con ardor incansable, Wallenberg refugió a miles de personas en casas situadas en el interior del gueto internacional e ideó un sistema de pasaportes protegidos que convirtió a centenares de judíos en ciudadanos suecos y, por lo tanto, como súbditos de un país neutral, en intocables. Ayudado por un equipo de colaboradores igualmente extraordinarios, Wallenberg evitó deportaciones, racionamientos y actos de pillaje con una mezcla de astucia, fuerza y pasmoso desparpajo.

Nunca llegó a ver el fruto de su trabajo. Con la guerra acercándose a su fin, Wallenberg se dirigió al encuentro de las tropas rusas que habían tomado Budapest. Detenido como espía, desapareció en las profundidades del sistema penal soviético para no volver a ser visto jamás.

Aunque con los años fue nombrado «Justo entre las Naciones» y su familia nunca dejó de luchar porque las autoridades rusas reconocieran su muerte, los logros de Wallenberg no son tan conocidos como debieran. Algo que viene a solventar esta magistral biografía de Ingrid Carlberg, resultado de una ardua investigación, que pone en su lugar la heroica vida de un hombre que hizo mucho más de lo que su misión le pedía. 

Datos biográficos

Ingrid Carlberg, escritora y periodista sueca, ha ganado con su libro sobre la vida de Raoul Wallenberg el prestigioso Premio Augusto de narrativa en la categoría de no ficción, así como el Premio Axel Hirsch de la Academia Sueca. Carlberg trabajó en el diario sueco Dagens Nyheterentre 1990 y 2010, como periodista de investigación y reportajes. La Universidad de Upsala, en Suecia, le concedió el doctorado honoris causa por su libro Pillret: en berättelse om depressioner och doktorer, forskare och Freud, människor och marknader («Pastillas: una historia de médicos y depresión, Freud e investigadores, gente y mercados») sobre la historia de los antidepresivos. Pillret obtuvo cuatro galardones, incluido el Premio Pala de Oro, al mejor trabajo de investigación periodística, y fue propuesto para el Premio Augusto.