martes, 9 de abril de 2013





¡Que viva México! (11) Las Majestuosa​s Barrancas del Cobre

Barrancas del Cobre


Antonio Ayllón Arquero  





La ciudad de Los Mochis es conocida como la puerta de entrada a las Barrancas del Cobre. De aquí parte el famoso Ferrocarril Chihuahua Pacífico, conocido como "Chepe". El Chepe recorre, atravesando 37 puentes y 86 túneles, 653 km que unen el árido interior del norte de Méjico con la llanura costera del Pacífico. Y lo hace cruzando los majestuosos cañones de las Barrancas del Cobre a través de la extensa Sierra Tarahumara.
Pero ay, por lo que hemos visto, la línea férrea, inaugurada en 1961 después de muchos esfuerzos y décadas de construcción, no pasa por sus mejores momentos. Y esto es porque carece de pasajeros y el turismo, tanto local como extranjero, está por aquí en horas bajas. En los dos días que estuvimos en Los Mochis no encontramos ni Oficina de Turismo, ni extranjeros, y eso que llegamos en Lunes Santo. Sí, nos dijeron, que estaban llenos los ferrys que iban a Los Cabos, uno de los destinos turísticos más bellos y exclusivos de Méjico por sus magníficas playas de arena, y a los que no fuimos por falta de tiempo. Así que ¡adiós a Los Cabos y "Viajeros al Tren"!
Ni cortos ni perezosos, y confiados en la información del Lonely Planet que tenemos (edición de 2008) nos levantamos a las cinco de la mañana para dirigirnos a la estación de ferrocarril de Los Mochis y estar allí con la suficiente antelación para coger el "Clase Económica" de las 7 de la mañana. Menos mal que el conserje nocturno del hotel al decirle que nos íbamos ya a la estación nos comunicó que los únicos trenes que había ahora partían todos a las 6 y que ya no llegábamos. Para asegurarme, y ya que estaba levantado, decidí ir a la estación mientras Nati se volvía a la cama. Cuando llegué a eso de las 7 estaba todo cerrado. Ni un alma. Pregunté a unos obreros que había por allí y me señalaron una puerta lateral. Un señor muy amable me preguntó qué quería, cogió la llave y me abrió la puerta de la estación desierta. Allí estaban los horarios y los precios deseados. Por si alguien viene, hélos aquí actualizados:


De Los Mochis a Chihuahua
Primera Express                                                    Primera Express y Económica
L, X, J y S        Parte a:    Precio en pesos             M, V y D    Precio en pesos
Los Mochis            6.00                                                                       
El Fuerte                8:16          420                                               265       
Bahuichivo            12:20         886                                               559
Posada Barrancas 13:43      1.034                                               651
Divisadero             14:22      1.048                                               660
Creel                      15:44      1.251                                               788
Chihuahua             20:54       2.288                                           1.442

Todo muy diferente a 4 años antes, cuando había un tren de Primera a las 6 y otro de Segunda a las 7, y ambos casi a mitad de precio que ahora. Rotos nuestros planes y, aprovechando que los autocares Azules del Noroeste nos llevaban en 2 horas a El Fuerte, allá que nos fuimos. Si Los Mochis es una ciudad sin ningún atractivo, El Fuerte tiene, pues eso un fuerte y, además, un río con el mismo nombre. Desde su mirador divisamos toda la ciudad y el caudaloso río, y de su museo extraje algunas "perlas" escritas en la Historia Gráfica de la Ciudad:
* Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Navegante español que naufragó en La Florida y caminó perdido durante 8 años llegando hasta el río Sonora. Fue encontrado por españoles en El Fuerte el 15 de marzo de 1536.
* Año de 1767. Expulsión de los Jesuítas. La expulsión fue un atentado brutal y despiadado a la civilización y a la cultura (Alfonso Trueba, historiador). Que en su conciencia lo lleve el Rey Carlos III (Javier Campos, jesuíta).
* 1851: Año del cólera. Murieron entre Culiacán y Álamos 4.000 personas. Muchos fueron sepultados moribundos para evitar el contagio, de ahí la frase que pronunciaban los indios enterradores: "¡Cierra el ojo que ahí va el tierra!
* Al pie de una foto de una señora muy chulapona leímos: La Panchita Güita, su cigarro macucho y su canción preferida: "Las Cuatro Mil Milpas"
Pero recordaremos siempre esta ciudad, a la que dimos la vuelta en el trenecito eléctrico que parte de la plaza, por sus pequeñísimos mosquitos. Estos hijos de p... pican durante el día y desaparecen en cuanto anochece, dejando el primer día una manchita roja diminuta, que se convierte en un coágulo rojo al día siguiente. Nos echamos repelente, pero aun así salimos crucificados. Hasta debajo de los ojos nos picaron.


A la mañana siguiente era Viernes Santo. No había autobús local así que, en un taxi y acompañados por Jasmi, una joven suiza-alemana, llegamos a la estación de El Fuerte hacia las 8. Los mosquitos estaban presentes también aquí y ya había algunos turistas echándose repelente, rascándose e intentando ahuyentarlos de sus caras. Habría unos 100 personas, la mayoría mejicanos y unos 20 extranjeros desperdigados a lo largo del andén. Vimos que la gente se iba al final de la estación hacia los vagones de Segunda. Hablamos con algunos de ellos y vimos que la mayoría se apeaba en Posada Barrancas y luego en Creel para, desde allí, hacer las excursiones más interesantes por las barrancas. Nosotros decidimos hacer tres paradas, dos en tren y una en autobús: en Bahuichivo para bajar hasta Urique y  ver las Barrancas desde abajo, en Posada Barrancas para ir hasta Divisadero andando y verlas desde allí arriba, y finalmente en Creel.

Al fin divisamos el tren, ya con retraso. Dediquémosle unos versos de un acróstico de Socorro Armando:

Ferrocarril del Chepe
Estampas esplendorosas
Rieles en paralelas
Recorren la Tarahumara
Orografía de por medio
Comodidad y confianza
Asombrosas montañas
Reina la tranquilidad
Ruta de ensueño y misterio
Impresionantes barrancas
Les invitamos a conocerlas

El mítico Chepe hizo su entrada lento y majestuoso sonando el silbato, con sus 20 vagones, la mitad de Primera verde-amarillos y después los de Segunda verde-rojos. La gente se apiñaba en la cola. Nos fuimos con otros extranjeros al último vagón, que iba vacío,  y nos colocamos a la derecha, donde están las mejores vistas. Los locales ya lo saben y se sientan, por deferencia, a la izquierda, así que el vagón parecía puro "apartheid": los locales a un lado y los forasteros al otro. El Chepe partió lentamente, a unos 30 km por hora, velocidad que mantuvo a lo largo del recorrido. Al principio las tierras eran áridas, llanas, con las montañas a lo lejos, un paisaje bastante desolador al final de la temporada seca en la que estamos. Después, el "trenecito" se metió entre montañas que, a veces, casi tocaba. Muchos cactus a la vista. Cruzamos el río Urique y empezamos a subir, a atravesar túneles y puentes, y a ver enormes estructuras geológicas que se acercaban y alejaban de nosotros. El tren serpenteaba a lo largo de la barranca y, en algunas curvas, se dejaba ver entero desde el último vagón. Cuando atravesaba un largo puente se paraba casi para que viéramos, a mil metros más abajo, los cañones, las barrancas, el río y los excarpados farallones de la Sierra Tarahumara. Pasamos por Témoris y su famosa "pera" (tres círculos que da el tren subiendo) y llegamos a Bahuichivo hacia las 2, con dos horas de retraso. Allí, y acompañados por una pareja de franceses jóvenes que trabajan en Ciudad de Méjico, nos bajamos y nos metimos en una camioneta hacia Urique. Antes tuvimos que arrastrar las maletas unos 300 metros por encima de las vías porque no había suficiente andén para la cantidad de vagones que llevaba el tren. ¡No sabíamos lo que nos esperaba!

Todo fue bien al principio. Pasamos por Cerocahui a 16 km y llegamos al impresionante mirador del Cerro del Gallego. El chófer paró la camioneta y nos invitó a ver el panorama mientras esperaban los demás pasajeros. El paisaje a nuestros pies era espectacular: al fondo el cañón de Urique, su río, las dos ciudades del valle: Urique y Uapalai casi juntas, y las gigantescas y muy distintas formaciones geológicas de mil metros de altura. La mayoría de los tarahumaras que nos acompañaban, con sus elegantes y coloridos vestidos las mujeres e impolutos sombreros blancos y serena dignidad los hombres, habían descendido ya de la camioneta al grito de "Baja" y despidiéndose del conductor, después de pagarle, con un "Gracias, que Dios le bendiga". Quedábamos unas 10 personas. Y empezamos a bajar los mil metros hasta Urique por un camino infame de tierra, grava y pedruscos, pura curva tras curva de bamboleo. Y empezamos a jugarnos la vida porque la "carreterita" terminaba en el mismo borde del precipicio. La barranca de Urique ("Asómese a su espectacular belleza", así la anuncian) es el cañón más profundo de las Barrancas y por aquí suben y bajan sus habitantes (unos 1.500) a 10 km por hora, por eso se tarda unas tres horas en recorrer los 54 km que la separan de Bahuichivo. Y además este problema no tiene solución porque, como nos decía su conductor, el día que arreglen la carretera habrá más muertos que ahora ya que, tal como está, no se puede ir a más velocidad.
Llegamos al fin con el corazón encogido, cenamos, salimos a ver el valle y el río y nos fuimos, invitados por la familia del conductor de la camioneta, a presenciar un "aquelarre" tarahumara en el cercano pueblo de Uapalai. Era una especie de "lucha entre moriscos" que, nos dijeron, habían introducido los jesuítas hace ya siglos. Se hace durante la noche de Viernes Santo, empieza a las 6 de la tarde y termina hacia las 10 de la mañana siguiente quemando al Judas. En la hora y pico que estuvimos allí, casi a oscuras y con policías vigilando, vimos a las mujeres indias entrando en procesión a la iglesia y rezando dentro, mientras los hombres, con el cuerpo desnudo y pintarrajeado, se peleaban al son de un tambor y zarandeaban al Judas (un muñeco de trapo y paja) de un lado para otro entre olor a marihuana y polvaredas de los combates. Por cierto, los milenarios tarahumara se parecen mucho a los pieles rojas de los westerns. Viéndolos me acordaba de "El Gran Combate" fordiano y de la impasible serenidad de los indios de esta película encabezados por Roberto Montalban y Dolores del Río, que al fin y al cabo eran mejicanos.
Otro aspecto de Urique, y en general de todos los pueblos del valle, es que la economía aquí es "drogodependiente" ya que no es difícil ver, al fondo de las barrancas donde hay agua, "manchas verdes" que destacan entre los secarrales. Y en el pueblo se nota: los nuevos modelos de camionetas Nissan, Ford y Toyota están por todas partes.

Nos despedimos de los uriquenses yendo a la fiesta deportiva que tenían montada en el polideportivo de la plaza el Sábado Santo por la tarde-noche. Vimos algunos minutos de la final "femenil" de basket, cenamos en los chiringuitos de la fiesta y nos dispusimos a presenciar el concurso de triples y la disputada final "varonil" entre "Los Profesores de Urique", convenientemente reforzados con un pivot de 2 metros y un "águila a lo Drazen Petrovic", y "Los Gavilanes de Creel y Chihuahua". A los gritos de "¡Vamos cabrón!, ¡No lo dejen, no lo dejen!, ¡Ay, ándele!, ¡Irving, hasta la cocina!, ¡Sáquelo, sáquelo!, ¡Mátele pues!, ¡Pégale, pégale!, ¡Agarren al 8!, ¡Que no tire ese 8! y similares, llegamos al último minuto del partido con 86-88 a favor de los profesores y con las dos aficiones desgañitándose. Para mí que los dos árbitros querían que ganaran los locales, no pitaron algunas personales en los últimos segundos, y los profes ganaron por un punto ante la algarabía general. El premio: una buena caja de latas de cerveza.

A cuatro de estos jugadores nos los encontramos a la mañana siguiente subiendo hacia Bahuichivo en la misma camioneta en la que bajamos dos días antes. Se dirigían hacia Chihuahua y tuvimos tiempo suficiente para mantener con ellos una agradable conversación. En la subida, de nuevo los mismos espectaculares paisajes, los mismos espeluznantes precipicios a un palmo de la camioneta y la misma sensación de estar jugándote la vida. Hasta el conductor tuvo que parar 3 ó 4 veces para echar agua al radiador y seguir subiendo.

De Bahuichivo a Posada Barrancas, nuestra siguiente parada, tardamos unas dos horas, después de esperar unas tres en la estación. Y eso que, esta vez, el Chepe vino con sólo una hora de retraso sobre el horario previsto. Subimos hasta los 2.500 m de altitud (horas antes lo habíamos hecho desde los 550 m de Urique hasta los 2.200 de Bahuichivo), divisando esta vez mayor verdor en las montañas e incluso mayores precipicios. Nos alojamos dos noches en Cabañas Rogelio, cuyo propietario nos recogió en la estación con su camioneta. En Posada Barrancas encontramos todo más caro que en otros sitios pero es que parar aquí con el "trenecito" es imprescindible. Y la razón es clara: aquí están las vistas más impresionantes, más espectaculares y más inigualables de las barrancas. Esta enorme red de más de 20 espectaculares cañones  supone un tercio del territorio del extenso Estado de Chihuahua y es cuatro veces más larga y profunda que el Cañón del Colorado en Arizona. Imaginad sus 600 km de longitud, 250 km de anchura y de 1.500 a 2.400 m de altura.
Al día siguiente de llegar nos encaminamos al Parque Posada Barrancas, que tiene dos entradas: una a un kilómetro de la estación de Posadas y otra 4 km más adelante en Divisadero, lugar donde se detiene el Chepe unos 20 minutos para que los turistas que vengan en el tren puedan disfrutar de las majestuosas vistas desde un mirador que hay a un minuto de la estación.
Lo ideal es recorrer el parque de una entrada a la otra -habrá unos 4 km- y luego volver a Posadas en transporte público, dado que en Divisadero es mucho más difícil encontrar alojamiento. Y eso fue lo que hicimos. Lo absurdo es que no pudimos entrar al parque por el comienzo -que es donde pagas la entrada- sino que tuvimos que caminar unos 500 metros por la carretera y entrar por una pista de aterrizaje de aeronaves. Una vez dentro llegamos finalmente hasta un sendero bien pavimentado que, a todo lo largo del parque, bordea los inigualables precipicios de las barrancas, y que tiene 5 ó 6 magníficos miradores. Al principio íbamos solos por el sendero, luego nos encontramos con dos o tres chicas tarahumara que iban a vender en sus puestos y, más tarde, con un montón de turistas mejicanos en el famoso Mirador Piedra Volada. No os podéis imaginar las panorámicas y las vistas desde allí. ¡Qué bárbaro! ¡Qué vertigo! ¡Qué increíble! ¡Qué impresionante! Se queda uno sin adjetivos.
La Piedra Volada es una enorme roca vertical de increíble altura y corte perpendicular, que parece que se va a desprender al ser la parte superior mucho más grande que la base. Y tiene forma de cara vista lateralmente. Los cañones del fondo son dos o tres de distinta orografía. Aunque ya eran las 12 y caía el sol a plomo, la  brisa hacía la caminata muy agradable. El mirador es grande y está lleno de puestos de vendedores indios. Y los turistas mejicanos incluso hacían picnic ya que tenían sus autobuses al lado.
Al final del mirador está el teleférico y las tirolesas. La oferta aquí es hacer nada menos que 7 tramos de tirolesas que van de montaña a montaña por 800 pesos o montarte en el teleférico por 250 pesos para ir hacia una montaña próxima y volver.
En el parque estuvimos prácticamente todo el día. Otro magnífico mirador, yendo hacia Divisadero, es el del Vidrio, llamado así por tener antes su plataforma de cristal, que ha sido sustituida ahora por una estructura metálica. Sobresale unos 5 metros del borde del cañón y al mirar hacia abajo las vistas son espeluznantes. Al final del parque, muy cerca ya de Divisadero, hay otros 3 ó 4 excelentes miradores unidos por un puente colgante. El último, el Mirador Huererachi, está enfrente de la estación del tren y, desde él, se divisan espectacularmente la Barranca de Urique, la Barranca del Cobre y el Cañón de Tararécuero.

Cansados de la tardanza con que siempre llega el Chepe y de sus precios abusivos (de Posada Barrancas a Creel el tren cuesta seis veces más que el autobús), decidimos irnos a Creel (pronúnciese Kril) en el autocar de línea que tardó poco más de una hora. Aquí nos hospedarnos en Casa Margarita, el hostal más famoso de estos lares, que oferta una buena habitación doble con desayuno y cena por sólo 400 pesos.
Creel, un tranquilo pueblito rodeado de montañas y bosques de pinos a  2.300 m de altitud y con unos 6.000 habitantes, es muy popular porque la gente viene a hacer las excursiones de la Barranca del Cobre. Excursiones de todo tipo: en coche, andando, a caballo, en bici, en moto, en karts, siempre que tengas cuidado y suerte y no te hagas ningún esguince como la vecina nuestra alemana del hotel. Y caminatas a las barrancas, ríos, aguas termales, cataratas, cuevas de los tarahumara, lagos y a donde quieras ir pero acompañados siempre por un guía tarahumara. Para contratarlas no hay más que dejarse abordar por alguien que, en cuanto vea a un turista le ofrecerá sus servicios. También puedes ir a la excursión más cara (4.500 pesos) bajando hasta Batopilas (algo parecido a lo que hicimos en Urique, pero más largo), aunque de momento está suspendida la bajada por obras en la carretera. En fin, que todo el pueblo depende aquí del turismo.
Nosotros, para no ser menos, contratamos el "tour" más facilito:
Primero fuimos a ver a la tarahumara Doña Petra, de unos 70 años, que vive en una cueva debajo de una enorme roca ennegrecida por completo por los humos de la cocina La señora se está curando una diabetes -o, por lo menos, eso nos dijo- con mucho té y yerbitas que le cogen sus hijas del campo. Porque tiene 5 hijas vivas, una de las cuales la cuida y vive con ella en la cueva pero las otras 4 habitan una casa moderna anexa que les construyó el Gobierno. Doña Petra no ha querido mudarse. También tuvo otros 4 hijos, algunos varones, que se murieron, al igual que su marido que "ya está en el Panteón a Dios gracias"porque era un borrachín y la pegaba. Nos dijo que le gustaba mucho comer tortillas, frijoles y sopa marucha, y que el agua se la traen de un pozo a unos 4 km de la cueva.
Nos fuimos después a pasear por las sierras de los Tarahumaras, vimos un montón de cuevas, más indios vendiendo sus artesanías, bidones grandes de agua que se supone usan los indígenas, cultivos de maíz, muchos caballos y enormes formaciones geológicas por todas partes.
A continuación nos esperaban el Valle de los Hongos, el de las Ranas y el de los Monjes porque sus excepcionales y numerosas formas rocosas se asemejan mucho a hongos, ranas y monjes. Y finalmente recorrimos los alrededores del bello Lago Arareko de aguas verdes y tranquilas, rodeado de rocas, pinos y hasta con una cueva en medio. También pasamos por la rústica y encantadora Iglesia de S. Ignacio de 1744 con sus dos cruces en el atrio, la del Castigo y la del Perdón. En la primera atan y azotan los indígenas a los que hacen "cosas malas como robar", tal y como nos dijo el guía. En fin, una excursión "deja vu" típica y tópica para nosotros, que llevamos aquí más de cuatro meses, pero muy "apañadita".
Al día siguiente, y para despedirnos desde lo alto de "Creel-Corazón de las Barrancas", subimos al Cerro Cristo Rey. Desde allí  divisamos todo: la línea férrea del Chepe y la ciudad que ha crecido a su largo, los bosques de pinos y las sorprendentes formaciones rocosas, el valle, las montañas circundantes y hasta nuestro hostal pintado de azul añil.

De Creel tocaba bajar a Chihuahua. Se acabó la sierra y el frío y apareció el árido altiplano y el calor otra vez. Parte del recorrido del autocar va paralelo a la línea férrea y hasta varias veces la cruzamos. Tardamos unas 4 horas y aún tuvimos tiempo suficiente para comer. Con el Chepe habríamos llegado de noche y nos habría costado mucho más.
El centro histórico de Chihuahua no tiene mucho que ofrecer al turista y lo que más asombra es lo amplio y despejado que es, con luz a raudales, poco ruido de tráfico y nada de contaminación. Parece diseñado a principios del siglo XX. Eso sí, los pocos edificios coloniales bellos, como la Catedral y el Palacio de Gobierno, están rodeados de feas construcciones modernas de cristal y cemento que albergan algunas instituciones del Estado. Nos paseamos por aquí con nuestra amiga Jasmi, que nos ha acompañado durante la última semana; entramos en la Catedral de fachada "churrigueresca total"; llegamos hasta la iglesia de S. Francisco en la que encontramos la cabeza esculpida del patriota Miguel Hidalgo, cuyo cadáver decapitado fue sepultado aquí; vimos el neoclásico Teatro de la Ciudad o antiguo Cine Colonial; nos sentamos debajo de la Columna de la Libertad con la estatua del Angel Guardián en su parte superior; y recorrimos el bello Palacio de Gobierno de 1890 admirando sus magníficos frescos en las dos plantas que rodean el patio central y que muestran la historia de Chihuahua. En un lado del patio se encuentra la "llama eterna" en el sitio preciso donde fue fusilado el Padre Hidalgo. Allí se lee: "En este lugar fue sacrificado el Señor Cura Miguel Hidalgo, Padre de la Independencia Nacional el 30 de julio de 1811 a las 7 de la mañana". A destacar los buenos trabajos de restauración del Palacio iniciados en 1941 y terminados en 1947.
Otro museo interesante es la Casa de Pancho Villa, llamado ahora pomposamente Museo Histórico de la Revolución. Es una mansión de 48 habitaciones donde residió el famoso bandido convertido ahora en uno de los máximos héroes de la Revolución Mejicana. Después de su asesinato en 1923, la casa la heredó su "mujer legal" Luz Corral, de las 23 que tuvo. Al morir Doña Luz la casa pasó a ser propiedad del Gobierno mejicano. Hay cuatro salas describiendo el Porfirismo en Chihuahua, el inicio de la Revolución, la Lucha Popular y el camino hacia la Institucionalización del país; una sala de armas con carabinas, revólveres, fusiles, ametralladoras y hasta sables, pistolas y cananas de la época; más salas conteniendo objetos personales de Pancho Villa y su mujer; y todas las habitaciones de la casa y la joya del museo: el coche Dodge Brothers modelo 1922 en el que fue acribillado Pancho Villa en Hidalgo del Parral, con los 16 balazos incrustados en la carrocería. El magnífico museo incluye un corto de 40 minutos con guión de Enrique Krauze sobre la vida de este Robin Hood mejicano, de este Villa Superstar, de este Centauro del Norte y de este "Liberator of México", que por todos estos nombres se le recuerda. El corto se concentra en estudiar los diez convulsos años de la revolución, los que van de 1910, fecha en que Villa se alía con Madero para derrocar al dictador Porfirio Diaz, y 1920 en que Villa depone las armas. Vimos también un poster de 1915 que es la invitación de Pancho Villa a los norteamericanos que quisieran alistarse en su ejército en busca de oro y gloria, prometiendo pagos semanales en oro.

Hace ya algunos días que estamos en Durango para seguir por la "ruta virreinal" camino de Méjico capital.

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante reseña de tu viaje, a mi algún día me gustaría tomar el tour en tren para conocer todos esos sitios que describes. Ha de ser fantástico.