10/12/25.- Madrid.- Si todo el mundo opina a favor o en contra de la Transición, incluso con un pedigrí de terrorista o separatista, rufián o quiebra constitucionalistas, socios del gobierno Sánchez, ¿por qué no habría de hacerlo uno de los primeros artífices, si no el primero de aquel periodo de reconciliación y generosidad, ¿por qué no habría de expresarse, en contra de las declaraciones hechas por la pléyade de políticos de tercer o cuarto orden de hoy, con trayectorias de corrupción?
“Porque siento que me roban mi historia”, da como razón Don Juan Carlos en la contraportada, cuando se lee entrecomillado: Mi padre siempre me aconsejó que no escribiera mis memorias. Los reyes no se confiesan. Y menos, públicamente. Sus secretos permanecen sepultados en la penumbra de los palacios. ¿Por qué le desobedezco hoy? ¿Por qué he cambiado de opinión? Porque siento que me roban mi historia”
Don Juan Carlos I, Rey emérito, clave en la historia de nuestra democracia, no tiene una hoja de servicios inmaculada, sobre todo en su última etapa, pero ciertamente no superior a lo que estamos viendo en la cadena de detenidos del "caso PSOE". El Palacio de la Zarzuela no lo tiene fácil, porque, para este Rey actual, hubiera sido más cómodo que Don Juan Carlos estuviera quieto y callado, sin salir del país, pero no es así y habrá que asumirlo.
Felipe VI también hizo lo que quiso, cuando su abuelo, Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, le dijo que no convenía casarse con una mujer con “pasado”, y él lo hizo. Somos hijos de nuestras decisiones. Como afirma el dicho popular: "Todos hacen agau por la bragueta".
A muchos nos gustaría que el rey padre, el rey emérito, pasara sus últimos días en España, ciertamente con discreción que no altere a la misma Casa Real, que también tiene que actuar con discreción en sus conductas privadas, pues de vez en cuando llegan alborotos al exterior. Don Juan Carlos nació en Roma, pasó parte de su infancia en Portugal, sería una pena que falleciera también fuera de España. Dice que “es muy triste morir fuera de casa, “il faut faire un petit effort·, que dicen los franceses, si ha de hacerlo dentro.
“A mí el libro me ha gustado”, me ha dicho Mayte Spínola, mujer monárquica, de familia largamente monárquica, y con buen criterio crítico. Él tiene derecho a defenderse y contar las cosas como las vio, frente a otros, que las cuentas como imaginan o de segundas y terceras versiones.
El libro de memorias del Emérito, de 505 páginas, lo dedica su autor “A mis padres, a mi hermano y mis hermanas, a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos, y a todos aquellos que me acompañaron en la Transición”. Todo un reconocimiento y una declaración de intenciones muy a tener en cuenta. La Familia, por encima de todo, no sé ya si por la institución que cuenta para los españoles. La Monarquía es nuestra fórmula coagulante, lo fue desde el Renacimiento en un país centrífugo. Preparar a un Rey resulta importante para que asuma lo que le espera o lo deje de entrada. Recordemos aquella fórmula del pasado: "Separados, menos que Vos, pero juntos más que Vos", expresión histórica de las Cortes de Aragón dirigida al Rey. El pacto de un Rey con su gente es todo un destino exigente.
Escuchar o leer al Rey Emérito, persona clave durante varios lustros, resulta cuando menos interesante, sabiendo que las memorias no son nunca una biografía, de la que se espera mayor objetividad respecto al autor que habla de sí mismo, pero las memorias no dejan de ser una voz propia, a la que conviene escuchar si quien escribe, se decide a hacerlo.
Tanto biografías como memorias interesan, se leen con gusto. Los sentimientos y visiones particulares de los hechos sobre todo cercanos o presentes se buscan, unas veces en la prensa del corazón y otras, en los libros. La Familia Real interesa particularmente. Un país como España, en el que no eran muy frecuentes las memorias, como lo eran históricamente en Inglaterra, por ejemplo, ha pasado a ser un país en donde las escriben hasta los Reyes.
Se sabe que doña Letizia quiso escribir un diario desde que se casó por segunda vez, con el Príncipe de Asturias, y que alguien le disuadió. No estoy muy segura de que no siga haciéndolo o tomando apuntes para hacerlo en un futuro. Ella es muy pragmática por encima de todo. Ella, que no queda bien parada en las memorias de don Juan Carlos, “la más lista de la familia”, la llamó con ironía, en su día, el Emérito.
“Reconciliación” cuenta con la colaboración de la periodista francesa Laurence Debray. Se publicó primero en francés. Nos duele a los periodistas españoles ese dato y su primera entrevista concedida, él cuenta con buenos amigos en este gremio de España. Quizá ha querido distanciarse de un mediador español. Él sabrá. Sus memorias son hoy un best seller en nuestro país, su país. Bien por la editorial Planeta, que ha publicado el libro.
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